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Ahora que ya parece que se va acabando el verano pueden llegar las tan temidas riadas. La penúltima década del siglo XIX empezó con las ... terribles inundaciones del 6 de abril de 1881, las más graves del siglo, ya que se llevaron por delante la vida de once malagueños. El 7 de marzo de 1882 se repitieron las lluvias torrenciales. En las navidades de 1884 se contabilizaron más de treinta terremotos de importancia en Málaga, a los que siguió la histórica nevada del 16 de enero de 1885, la penúltima de las registradas en nuestra ciudad, de la que fue testigo el rey Alfonso XII, quien pasaba por Málaga para visitar a los damnificados por el terremoto. Como ven, las catástrofes naturales y las inclemencias meteorológicas se abatieron con machacona insistencia en aquellos años sobre los sufridos malagueños.
Las inundaciones de 1881, junto a las de 1628, 1661, 1764 y 1907, forman la pentalogía de las cinco grandes inundaciones malagueñas. Los héroes de ese luctuoso día fueron dos alcaldes: Carlos Dávila y José Huguet. La figura de este último ha sido rescatada del olvido gracias a la benemérita labor investigadora de Manuel Olmedo.
José Huguet Llopis era natural de Tarragona y tenía 46 años. Ostentaba el cargo de alcalde de barrio de la Trinidad. El 6 de abril de 1881, después de una larga noche en la que no había parado de llover, a las cinco de la madrugada el Guadalmedina comenzó a desbordarse. José Huguet, acompañado de un sereno, varios soldados y algunos curiosos, se dirigió a la entrada de la calle Trinidad, en la plazuela de la Aurora María. Eran las siete de la mañana. Allí pretendía levantar la tapadera de un registro para que las aguas desaguaran. La tarea era casi épica, pues el nivel de la avenida alcanzaba ya el metro de altura. De repente la bóveda del colector cedió y se hundió el pavimento. Al derrumbarse, la enorme fuerza de succión del desagüe arrastró a Huguet, al sereno con su hijo, y a ocho personas más.
Al día siguiente se encontró encajado el chuzo del sereno. El 23 de abril, cuando se estaba limpiando de barro la galería hundida, los operarios se toparon con un bastón con la empuñadura de plata. Era el mismo que José Huguet llevaba aquella noche de aciago recuerdo. Su cuerpo fue arrojado a una playa de Dalías (Almería) por el mar el 26 de abril. El cadáver había recorrido 160 kilómetros en veinte días, arrastrado por la corriente. Fue enterrado en la misma playa. El Ayuntamiento encargó a Joaquín Rucoba, arquitecto municipal, un mausoleo que recordase la memoria de las once víctimas. Nunca llegó a realizarse. En 1985, Manuel Olmedo rindió un humilde homenaje a las víctimas de estas inundaciones en la citada playa almeriense y pidió una placa que en el barrio de la Trinidad perpetuara el recuerdo de Huguet y sus compañeros. Nosotros, desde estas páginas, nos sumamos a esta iniciativa.
Hoy he ido al Archivo Municipal y he podido tener en mis manos el bastón de José Huguet Llopis, alcalde de barrio de la Trinidad. Se trata, en realidad, de un humilde bastón, símbolo de autoridad. Mide 80 centímetros y pesa 258 gramos. Es de madera oscura, con austera empuñadura de metal y puntera. Hoy se utiliza para ocasiones especiales, como representaciones dramatizadas. Pero no he encontrado pruebas de que realmente este fuera su bastón.
El otro protagonista de las inundaciones de 1881 fue Carlos Dávila Bertololi, alcalde de la ciudad de Málaga. Carlos Dávila, que era médico de profesión, se volcó con las víctimas e incluso llegó a salvar a seis niños en dos casas en el barrio de la Trinidad, según el diario El Avisador Malagueño. El alcalde recorrió en lancha, a pie y en carruaje los lugares damnificados en incluso estuvo a punto de ahogarse. La prensa de la época cuenta que fue aplaudido cuando aparecía en bote por las calles inundadas de los barrios ribereños del Guadalmedina.
Para socorrer a las víctimas de las inundaciones se abrió una suscripción pública en la que destacaron el propio alcalde y los Larios con mil pesetas cada uno; y con quinientas el señor obispo, Pedro Alonso, Jorge Loring, los señores Rein y los hermanos Scholtz. Otros muchos ciudadanos aportaron otras cantidades.
Con José Huguet y Carlos Dávila despedimos estos artículos veraniegos. Víctor Heredia y quien escribe estas líneas queremos agradecer al Diario Sur la confianza depositada un año más en nosotros, humildes amantes de la historia de Málaga. Y darles las gracias a los que nos leen cada día, esperando que estas pequeñas historias de nuestra querida Málaga hayan sido de su agrado.
Hasta veinticuatro inundaciones hemos contabilizado en este siglo, sin duda el más calamitoso de la historia climática de Málaga. En un periodo de veintidós años, entre 1842 y 1864, el río se desbordó en catorce ocasiones y tres de ellas fueron de especial gravedad. Pero el año que se lleva la palma fue el de 1858, en el que se produjeron tres inundaciones (una en marzo y otras dos en noviembre) y una terrible tormenta en junio. El 22 de septiembre de 1802 un vecino que dormía en una choza en Martiricos fue sorprendido por una riada. Agarrado a un gran palo fue arrebatado hasta el mar. Al día siguiente lo rescató, exánime, un barco pesquero. El 4 de septiembre de 1856 descargó sobre Málaga un fuerte aguacero que se llevó los puestos de melones y de higos chumbos que había en el lecho del Guadalmedina. El 17 de diciembre de 1875 la calle Mármoles se convirtió en una gran laguna y por las calles del Perchel y de la Trinidad se transitaba en barcos. Desde uno de ellos Fernando Camino, coronel de la guardia civil, salvó muchas vidas.
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