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Detalle del arco que fue levantado a la entrada de la calle para celebrar su inauguración archivo narciso díaz escovar
Así fue, detalle a detalle, la inauguración de calle Larios en 1891

Así fue, detalle a detalle, la inauguración de calle Larios en 1891

Los actos comenzaron a las dos de la tarde sin la presencia del clan familiar. El brillo lo pusieron los discursos, la decoración de los balcones y el 'lunch' de champán y dulces en una de las lujosas viviendas

Domingo, 22 de noviembre 2020, 01:22

Consolidada ya en la memoria colectiva como la calle más representativa y elegante de la ciudad, la calle Larios ha sido, desde su inauguración, un punto de encuentro social, comercial, económico, cultural, político y hasta sentimental para los malagueños. 129 años separan la solitaria estampa de hoy -marcada por la pandemia y las restricciones- del festivo 27 de agosto de 1891, cuando las autoridades locales y los ciudadanos recorrieron por primera vez los 350 metros de esta vía señorial en lo arquitectónico y revolucionaria en lo urbanístico. Porque más que una calle, la del Marqués de Larios es ya un símbolo en la ciudad.

Ahora bien, ¿alguna vez se ha planteado cómo fue esa inauguración oficial?, ¿cuál fue el calendario de festejos?, ¿quiénes participaron?, ¿cómo estaban adornados los balcones y cuál fue el más elegante? Ese viaje en el tiempo es posible gracias a la prensa de la época, cuyo limitado y (casi inexistente) despliegue gráfico quedó compensado, con creces, con la generosa prosa de los reporteros de entonces. El entusiasmo por la apertura de esta arteria principal que terminaba por unir La Alameda y la plaza de la Constitución, y que dejaba atrás un trazado imposible de callejuelas insalubres, colocó en los titulares de portada ese lugar, pero sobre todo el nombre de una familia: los Larios.

'La calle del Marqués de Larios' fue el escueto pero gran titular del número 1.944 de 'La Unión Mercantil', cuyo ejemplar costaba 5 céntimos y que en su edición del 28 de agosto de 1891, el día después de los fastos, dedicaba su primera página íntegra a los actos de inauguración. La crónica arrancaba, solemne, con el epígrafe 'Impresiones': en él se recoge literalmente que «más que a la inauguración de calle Larios, hubiérase dicho que asistíamos ayer a la de una nueva era de prosperidad y grandeza para Málaga, a la transformación de la ciudad antigua con sus mil encrucijadas y callejuelas tortuosas en una amplia población moderna con espaciosas avenidas». Y eso, añadía el texto en su arranque, gracias a la familia Larios, a la que ponían como ejemplo frente al resto de los «grandes capitales malagueños, sin excepción alguna». «Ojalá sigan el ejemplo de los patrióticos Sres. Larios», invitaba el cronista, aún impresionado por el acto al que había asistido apenas unas horas antes y que definió como «una lección fecunda y provechosa para todos».

Para poner cada nombre y cada aportación en su contexto, 'La Unión Mercantil» recordaba, acto seguido, los antecedentes de la construcción de la calle, un proyecto gestado durante años y con origen «en don Martín (Larios y Herreros), padre de los actuales señores Larios». El patriarca de la saga había muerto en París años antes de la inauguración de la calle (1873), un dato que el periódico aprovecha para dejar dos pistas poco conocidas sobre aquel día de agosto de 1891: la primera es que «quizás se hubiera llevado a cabo (la calle) antes de su muerte, sin las circunstancias excepcionales por que pasó nuestro país durante el periodo revolucionario». Con «esas circunstancias excepcionales», el periódico se refiere a la revuelta de 'La Gloriosa' de 1868, una revolución obrera que cristalizó en Málaga con los empleados sublevados contra sus patronos y en el caso concreto de los Larios con el asalto a su palacio, que se situaba a la entrada de lo que más tarde sería su calle. El caos fue tal que la familia tuvo que huir por los tejados y 'exiliarse' a Gibraltar, a Londres y a París, donde finalmente fallecería don Martín sin ver cumplido su gran proyecto para Málaga.

Arriba, portada de 'La Unión Mercantil', que dedicó una amplia crónica a la inauguración dela calle. Abajo, a la izquierda, el arco de entrada al detalle. Al lado, Sebastián Souvirón, alcalde de la ciudad en 1891 sur y narciso díaz de escovar
Imagen principal - Arriba, portada de 'La Unión Mercantil', que dedicó una amplia crónica a la inauguración dela calle. Abajo, a la izquierda, el arco de entrada al detalle. Al lado, Sebastián Souvirón, alcalde de la ciudad en 1891
Imagen secundaria 1 - Arriba, portada de 'La Unión Mercantil', que dedicó una amplia crónica a la inauguración dela calle. Abajo, a la izquierda, el arco de entrada al detalle. Al lado, Sebastián Souvirón, alcalde de la ciudad en 1891
Imagen secundaria 2 - Arriba, portada de 'La Unión Mercantil', que dedicó una amplia crónica a la inauguración dela calle. Abajo, a la izquierda, el arco de entrada al detalle. Al lado, Sebastián Souvirón, alcalde de la ciudad en 1891

Aquellos acontecimientos marcarían también el desapego definitivo del clan por la ciudad, como lo demuestra el hecho de que el día de la inauguración de la calle no hubo una representación oficial de sus impulsores directos: aquel papel lo desempeñó el administrador de la Casa Larios, Antonio Jiménez Astorga, y el único miembro de la saga que se sumó a la fiesta urbana fue Carlos Larios, como desvela la crónica de 'La Unión Mercantil'. Uno de los párrafos trata de compensar, a modo de desagravio, el «enorme esfuerzo» de Martín y de su hijo Manuel Domingo (inmortalizado en la estatua de la entrada) para que «ese proyecto no fracasara, dados los obstáculos y entorpecimientos con los que lucharon durante muchos meses por causas que no son de este lugar».

Más allá de aquel hecho absolutamente excepcional, el texto no tarda en entrar de lleno en los detalles de aquella jornada soleada del 27 de agosto: «Desde muy temprano empezó a notarse la afluencia de curiosos en la magnífica calle, aumentando a medida que se activaban los preparativos. A las once aproximadamente se dio comienzo al decorado de algunas fachadas con artísticas y caprichosas combinaciones de flores, que producían el mejor efecto». A las dos de la tarde quedó fijada la hora para la recepción oficial y para la entrega formal de la calle al Ayuntamiento: «Pocas veces recordamos actos con tanta puntualidad», celebra el cronista, que apunta que ya en ese momento «era sumamente difícil el tránsito por la calle y afluentes; y poco después los invitados se trasladaban de la casa número 10, donde se habían congregado, a la tribuna situada en frente del Círculo Mercantil, acompañando al señor obispo (Marcelo Spínola y Maestre) que iba a bendecir la calle».

Un listado interminable de invitados

El listado de personalidades de la vida política, social y económica de la Málaga de finales del XIX que acudió a la cita es casi interminable. Ante todos ellos pronunciaba su discurso el alcalde de la ciudad, Sebastián Souvirón, «que dirigió sentidas frases a los concurrentes, haciendo a grandes rasgos la historia de las obras, elogió de paso los esfuerzos hechos por sus antecesores y después de aludir al generoso donativo de panes distribuidos en el día de ayer entre los pobres por el Ayuntamiento a nombre de los señores Larios, terminó dando las gracias a todas las autoridades y particulares por su asistencia con un ¡viva Málaga!». Aquel acto también sirvió para dar homenaje «y aplausos por su celo» a Eduardo Strachan Viana-Cárdenas, el arquitecto de la calle y artífice de sus edificios casi perfectos distribuidos en doce manzanas igualmente perfectas.

A las tres y media de la tarde quedaba firmada el acta de la entrega de la calle y la comitiva se desplazó a la segunda planta del número 5 de calle Martínez, «donde los apoderados de los señores Larios tenían preparado un espléndido 'lunch' (…). Inútil es decir que dichos señores hicieron los honores con la mayor galantería y que las pastas, licores y dulces fueron exquisitos», deja dicho la crónica. Incluido el champán.

Pero si algo fascinó al reportero fue la decoración de la calle. El resto de la portada de 'La Unión Mercantil' es una sucesión detallada y deliciosa de los adornos en cada uno de los balcones principales de la calle, con los correspondientes nombres de los jardineros que les habían dado lustre y que de paso competían por destacar entre la fiesta de flores y plantas. Mención especial mereció el arco colocado a la entrada de la calle, cuyo estilo el cronista enmarca en el «género árabe de la decadencia»: «Lo cierto es que resulta adecuado para el fin que se le destina; airoso, llamativo y relativamente fuerte (…). Lo componen dos torrecillas con sus minaretes turcos, y un medio punto labrado, coronado por un sol de mucho efecto». En los torreones, dos fechas clave en el proyecto: 1887, año de inicio de las obras; y 1891, cuando fueron terminadas y entregada la calle a la ciudad.

Arriba, socios sentados en la puerta del Círculo Mercantil ya en el siglo XX, uno de los lugares de referencia de la calle Larios. Abajo, a la izquierda, trazado de la calle desde la estatua de Manuel Domingo Larios. Al lado, el proyecto original de la calle sur y archivo municipal
Imagen principal - Arriba, socios sentados en la puerta del Círculo Mercantil ya en el siglo XX, uno de los lugares de referencia de la calle Larios. Abajo, a la izquierda, trazado de la calle desde la estatua de Manuel Domingo Larios. Al lado, el proyecto original de la calle
Imagen secundaria 1 - Arriba, socios sentados en la puerta del Círculo Mercantil ya en el siglo XX, uno de los lugares de referencia de la calle Larios. Abajo, a la izquierda, trazado de la calle desde la estatua de Manuel Domingo Larios. Al lado, el proyecto original de la calle
Imagen secundaria 2 - Arriba, socios sentados en la puerta del Círculo Mercantil ya en el siglo XX, uno de los lugares de referencia de la calle Larios. Abajo, a la izquierda, trazado de la calle desde la estatua de Manuel Domingo Larios. Al lado, el proyecto original de la calle

En la descripción de los balcones, el periodista echa el resto: «Fueron muchos los inquilinos que adornaron sus balcones con flores, sosteniendo un verdadero pugilato de elegancia y buen gusto. El aspecto de la hermosa avenida a las cinco de la tarde era sorprendente, y la vista se perdía entre aquella línea interminable de vistosas combinaciones, de cuadros de follaje salpicados de grana y amarillo y de cuantos caprichos pudiera soñar la fantasía».

Entre los favoritos, los balcones del número 10, propiedad del apoderado de la Casa Larios, representando una fortaleza con sus torreones de vegetación, dos cañones asomando por sus troneras y el escudo de Málaga al detalle. También el del Círculo Mercantil, con guirnaldas de rosas y flores silvestres; o el del número 6, propiedad de Ángel Caffarena, donde se inmortalizaban arcadas de estilo árabe con ramas, flores y plantas. El decorado se extendía hasta la plaza de La Constitución, «pues resaltaban adornados con flores los balcones de la papelería catalana y el café de La Loba». El afán por ser el más original y elegante en la decoración tuvo su recompensa en un premio -un estandarte pintado por Muñoz Degrain- que las autoridades entregaron a Jiménez Astorga por ser su balcón el más aplaudido por la opinión pública.

La batalla de las flores y las carrozas pusieron el broche a una jornada para la historia, aunque la crónica recoge en este punto las de cal y las de arena: «Durante más de dos horas la calle presentó un aspecto imposible de describir: de los balcones arrojaban ramas, bouquets, guirnaldas; y de los coches respondían con una interminable lluvia de flores». También un efecto inmediato: «Fue tanto el furor por arrojar ramos que muchas familias tuvieron que echar la capota a sus carruajes porque peligraba su integridad».

'Proyectiles' al paso de las carrozas

Los momentos de mayor tensión llegaron al final, cuando la crónica recoge la «desconsideración en la manera de lanzar los ramos desde la calle por la muchedumbre, dándose casos de auténtico encarnizamiento y convirtiendo la broma en agresión». Se dio la circunstancia, además, de que los burgueses habían repartido peladillas entre los asistentes al inicio del festejo, pero éstas se convirtieron al paso de las carrozas en auténticos proyectiles contra esa clase acomodada: el pueblo no había tomado a bien ese gesto, más aún teniendo en cuenta de que en Málaga ya se apreciaba el declive económico y había mucho paro. Periódicos como 'El Avisador Malagueño' recogieron el escándalo con detalle; también 'La Unión Mercantil', que prefirió centrarse en el brillo para su crónica de portada y dejar la «batalla campal» para la última página y en el marco de su sección 'Última hora local': «Nos duele mucho tener que declarar que en muchos casos hubo exceso de entusiasmo bélico, lanzando los ramos como en una batalla de verdad (…). Viéronse acosadas en sus carruajes algunas personas conocidas, al extremo de tener que dejar los coches». También algunas anónimas, como una «pobre anciana, vendedora de flores», que tuvo que ser atendida por una herida en la cabeza que le produjo un martillo de hierro lanzado desde el otro lado de la acera. Aun así, la crónica prefiere quedarse con el vaso medio lleno y zanja con un «gracias sean dadas a Dios, la batalla no terminó tan mal como temíamos». Tampoco la jornada festiva. Al fin y al cabo, no todos los días se inaugura la calle más importante de la historia de la ciudad. Ni se escribe sobre ella.

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