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Fachada de 'La Riojana', en 1925 Revista Vida Gráfica
La exitosa historia de la pionera fábrica de chocolate 'La Riojana' en Málaga...
Tribuna de la Historia

La exitosa historia de la pionera fábrica de chocolate 'La Riojana' en Málaga...

Procedentes de Soto de Cameros, consiguieron con su trabajo y esfuerzo que Málaga se convirtiese en una ciudad próspera

Domingo, 8 de marzo 2020, 01:33

Manuel Abela Luque es descendiente de los últimos propietarios que tuvo La Riojana. Lleva años investigando con constancia y tesón el origen y la historia de la empresa que tuvieron sus antepasados. Es tal la cantidad de datos, fechas y nombres que Manuel ha conseguido reunir que mi labor se ha centrado solo en ordenar, espigar y resumir los más significativos. A él le debemos el mérito del siguiente artículo.

'La Riojana' de López Hermanos

Fernando López González (1829-1871) era un riojano natural de Soto de Cameros, pueblo que pertenece a la comarca desde la que llegaron a Málaga otros emigrantes ilustres como los Larios, los Heredia, los Álvarez Fonseca o Félix Sáenz. Nunca me cansaré de repetirlo: estos cameranos, que en su día eran conocidos como castellanos porque La Rioja pertenecía entonces a Castilla, consiguieron con su trabajo y esfuerzo que Málaga se convirtiese en una ciudad próspera y floreciente. En efecto, Málaga fue a mediados del siglo XIX la segunda ciudad más industrializada de España.

Cuando Fernando López tenía solo 12 años dejó su pueblo natal, en una despedida de sus padres que imaginamos trágica y lacrimógena, y se vino a Málaga, siguiendo la estela de otros paisanos suyos. Se colocó como mozo en el almacén de semillas que tenía el navarro Simón Castel Vidondo en la esquina de la calle Cintería con la calle San Juan. Corría el año 1842. Fernando trabajaba todo el día y todos los días de la semana en jornadas agotadoras y maratonianas. Dormía detrás del mostrador en unos colchones con ruedas que se sacaban debajo de estos, porque aún no tenía el privilegio de descansar en la trastienda con los dueños y otros empleados antiguos.

El almacén de Simón Castel estaba situado en una zona de un gran dinamismo comercial, junto a la calle más importante de aquella Málaga, la calle Nueva, y al lado de la Alhóndiga, el mercado principal de la ciudad, en la actual plaza de Félix Sáenz. En las calles cercanas pululaban tiendas de carnes, comestibles, coloniales y puestos callejeros en los que predominaba el bullicio y alboroto durante gran parte del día. Frente a su almacén abría sus puertas desde 1820 Prolongo, que vendía un salchichón a la manera genovesa que pronto se hizo muy famoso y se convertiría en el salchichón de Málaga. A Simón Castel le fue muy bien y cincuenta años más tarde su hijo fue uno de los cinco promotores que proyectaron construir la calle Larios, junto a Heredia, Campos, Loring y los Larios. Finalmente, estos últimos se acabarían quedando solos con el proyecto.

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Pero volvamos con nuestro protagonista, Fernando López, quien después de iniciarse en la práctica comercial en el almacén de semillas se pasó, en 1847, a una tienda de coloniales de la calle San Juan, propiedad de Agustín Ledesma, natural de Pinilla del Campo (Soria). Finalmente, cuando Fernando López contaba con 26 años, consiguió el sueño de cualquier comerciante: establecerse por su cuenta. Lo hizo en 1856 en la calle más comercial de la ciudad, la calle Nueva. El negocio era un almacén de géneros coloniales y ocupaba el número 69 de la calle, en una esquina privilegiada al final de esta vía, haciendo esquina con la calle Esparteros, junto a la plaza de la Alhóndiga. Fernando López habría tardado unos 14 años en independizarse, una cifra similar a la que tardaron otros inquietos cameranos.

A la casa-local de la calle Nueva fueron llegando sucesivamente el resto de los familiares de Fernando López. Primero sus hermanos Alejo y Gumersindo, más tarde su madre y su hermana María y, finalmente, su padre Pablo y su hermano menor Dionisio. Por cierto, estos nombres tan sonoros y tan llamativos se deben a que Alejo, Gumersindo y Dionisio fueron bautizados con el nombre del santo del día, según arraigada costumbre castellana.

Un año más tarde, exactamente el 21 de abril de 1857, Fernando inauguró una fábrica de chocolate a la que llamó, como no podía ser de otro modo, La Riojana. Fue la primera que se abrió en Málaga y en Andalucía de las que utilizaban el vapor como fuente de energía y, como ha demostrado Manuel Abela, una de las cinco primeras de España. ¿Cómo se le ocurrió semejante idea a Fernando López? Sin duda, el camerano estaba al día de todas las novedades por su trato con viajantes de comercio del ramo de la alimentación. En 1855 había empezado a funcionar en Madrid la primera fábrica de chocolate, la Compañía Colonial. El chocolate era un producto que entonces se empezaba a poner de moda, ya que de los cuatro millones de kilos que se fabricaron en España en el año 1865, se pasó a los diez millones en 1873.

Fernando López se asoció con sus hermanos y juntos crearon López Hermanos. La fábrica de La Riojana, propiedad de López Hermanos, se construyó en los terrenos que ocupaba la Huerta de Barragán en la calle Mármoles, junto a la Ermita de Zamarrilla y frente a la actual avenida de Barcelona. En sus inicios La Riojana empleaba a 25 operarios y era capaz de fabricar, gracias a una máquina a vapor, 2.000 libras diarias de chocolate (unos 900 kilos) de tres tipos: superfino, superfino con soconusco y de vainilla. En un grabado conservado de 1862 podemos atisbar cómo era el funcionamiento de la fábrica. Los primeros años no debieron de ser fáciles, sobre todo por el fallecimiento de su madre y de su hermana María, con solo dos días de diferencia, a causa de la epidemia de cólera de 1860.

Sin embargo, los primeros éxitos no tardaron en llegar y La Riojana consiguió en 1862 la medalla de primera clase en la Exposición Provincial, que visitó la reina Isabel II. Tan bien le fueron las cosas que en 1863 La Riojana compró una casa en la calle San Juan 34-36, a la que la familia se trasladó a vivir y cuyo local se dedicó a despacho, almacén y depósito de los productos de la fábrica. Allí vendían en exclusiva café de Puerto Rico. Este local de la calle San Juan es el que hoy ocupa el centenario comercio Calzados Hinojosa.

La Riojana abrió incluso sucursales en Sevilla, Cádiz y Madrid. Al frente de la sucursal madrileña estuvo el propio Fernando López. Allí, en la capital de España, le sorprendió la muerte un 22 de noviembre de 1871, a los 42 años de edad. En apenas quince años había fundado una importante fábrica y había abierto cuatro tiendas. Estremece pensar lo que hubiera conseguido este camerano si hubiese vivido veinte años más. Desde 1871 se hizo cargo de la empresa Alejo López González (1831-1904), quien siempre guardaría en la memoria a su hermano mayor, como lo prueba el que llamase Fernando a un hijo suyo. Alejo López, de firmes ideas republicanas, llegó a ser nombrado senador por Vélez-Málaga en 1872.

Desde 1888 La Riojana se dedicó también a la fabricación de galletas y bizcochos. Sabemos que en 1891 La Riojana de López Hermanos obsequiaba en sus tabletas con una colección de cromos sobre el descubrimiento de América.

Departamento de empaquetado en 1925

'La Riojana' de Leovigildo García

En 1887 La Riojana había sufrido un aparatoso incendio y pérdidas por valor de 15.000 pesetas. A pesar de eso, seguía siendo la fábrica de chocolate más importante del sur de España. López Hermanos decidió vender en 1891 a los hijos de Antonio J. Gómez Gaztambide (al que le había tocado el Gordo de Navidad dos años antes) la fábrica, la maquinaria, la casa de la calle San Juan, la marca y hasta un caballo con su carro por 71.475 pesetas.

La sociedad mercantil Hijos de Antonio J. Gómez alquiló en 1900 La Riojana a Leovigildo García Fernández, natural de Serón (Almería). Ese año Leovigildo abrió una tienda en la calle Larios 1, que debió de ser fabulosa, en la que vendía, además de las famosas tabletas, napolitanas y cigarrillos de chocolate. La fábrica disponía una máquina de vapor de 80 C.V. y en ella trabajaban unos 80 operarios.

En 1906 falleció Leovigildo García. A partir de entonces, su mujer, Concepción Gómez, ayudada por su fiel empleado, Emilio Rodríguez Esteban, fueron los que se encargaron de la gerencia de la tienda. En 1916 pagaban un alquiler de 15.000 pesetas por el local, más 1.960 pesetas por el uso de la marca. La Riojana regalaba por estos años a sus clientes unas preciosas postales que han sido coleccionadas pacientemente por Juan Antonio Fernández Rivero.

La Riojana de la calle Larios en 1920 Archivo Municipal

'La Riojana' de Francisco Luque Repullo

En 1925 Francisco Luque Repullo (1890-1975) compró la Riojana por 150.000 pesetas, convirtiéndose así en su tercer propietario. Hijo de un panadero industrial de Lucena, Francisco Luque fue propietario, desde 1924, de uno de los primeros automóviles que hubo en Málaga, un espléndido Panhard que se matriculó con la placa MA-7 en 1907. Tuvo un gran almacén de alpargatas en el Pasillo de Santa Isabel en los años 20 y fue dueño de la panificadora La Vencedora, en Nicasio Calle, bocacalle de la calle Larios. Por si fuera poco, fue representante de las galletas Artiach y del coco que entraba por el puerto de Málaga. (Hoy Calzados Martín Luque, en Puerta del Mar es un digno sucesor de su abuelo, Francisco Luque Repullo).

La revista Vida Gráfica publicó en 1925 un amplio reportaje sobre la fábrica de chocolate que acababa de comprar Francisco Luque Repullo. En él se aseguraba que en La Riojana trabajaban 100 empleados que eran capaces de producir unos 2.200 kilos diarios de chocolate. Las tías de Manuel Abela recordaban que la fábrica era muy grande y que hasta había dentro de ella vagones de tren. En efecto, en una de las fotos del reportaje se puede apreciar una pequeña vagoneta que se utilizaría para transportar la mercancía dentro de la propia fábrica, que el recuerdo infantil de unas niñas había agrandado hasta las dimensiones de un vagón de tren.

Francisco Luque Repullo estaba asociado con su hermano Juan (1888-1963). Juntos abrieron una tienda de ultramarinos y coloniales en la plaza de Arriola 3, 5 y 7 que, a su vez, funcionaba como almacén y depósito general de chocolates de La Riojana. El mayor logro de estos años fue la creación del chocolate ABC, siglas de Amparo (V)ergara Cano, segunda esposa de Francisco Luque. El éxito de esta nueva marca fue espectacular y se consumió de manera masiva por las clases populares. Incluso consiguió el título de Proveedor de la Real Casa. Actualmente el chocolate ABC es propiedad de la marca Eureka y todavía hoy se sigue comercializando.

Tienda en la calle Cisneros, 1955

En 1928 otro incendio destruyó la fábrica de La Riojana. Ese mismo año Nestlé había comenzado la producción de su propio chocolate en su fábrica de La Penilla (Cantabria) y Suchard ya vendía sus productos en España desde 1910. La competencia comenzó a ser feroz. Los Luque Repullo vendieron entonces la fábrica a La Vienesa, quedándose Francisco como gerente de la fábrica. La Vienesa, fabricante de exquisitos caramelos, continuó fabricando el chocolate de La Riojana hasta los años 40.

Durante el mes de julio de 1936 el edificio donde tenía su local La Riojana en la plaza de Arriola fue incendiado por milicianos, porque aseguraban que se habían efectuado disparos desde su azotea. Desde 1938 el nuevo local de La Riojana se instaló en la calle Cisneros, en la que fue la quinta tienda que tuvo la afamada marca tras las de calle Nueva (1856-1863), San Juan (1863-1891), Larios (1900-1925) y Arriola (1925-1936). Los años de la posguerra fueron durísimos. Manuel Abela me cuenta la anécdota de que la tienda en sus primeros años tenía todas las paredes recubiertas de cajas vacías, debido a la escasez y a la delicada situación económica. Sin embargo, Juan Luque Repullo, abuelo de Manuel Abela Luque, fingía ante los representantes que estaban llenas, lo que le permitía conseguir el género a precios más competitivos.

Los malagueños realizaban en La Riojana las grandes compras. Aclaremos que por entonces no había supermercados y las amas de casa visitaban a diario este afamado establecimiento, donde eran atendidos por una legión de empleados. También era muy frecuentado por los visitantes de los pueblos, que por aquellos años entraban a raudales por las calles Cisneros y Compañía. Allí compraban bacalao, arencas, mantequilla en grandes latas, todo tipo de embutidos y hasta chocolate de algarroba. La Riojana permaneció abierta hasta 1975, tras casi 120 vendiendo sus mejores productos a los malagueños.

Cromos en las tabletas de 1925

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