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Tras la muerte en Madrid de su tío Pío Baroja, al que había cuidado en sus últimos años, Julio Caro Baroja llegó a Málaga, en noviembre de 1956, con el ánimo destrozado y pensando encontrar alivio a su duelo. Se alojó en el Hotel Miramar, entonces el mejor de Málaga, y estuvo varios días sin salir a la calle. Un día Julio decidió coger un taxi y visitar a su amigo Gerald Brenan en su casa de Churriana. Lo había conocido años atrás en Madrid. Cuando los Brenan vieron el lamentable estado de ánimo que le había quedado a Julio Caro tras la muerte del escritor, le invitaron a pasar unos días en su finca para reponerse. El sobrino de Pío Baroja aceptó gustoso. Se enamoró del paisaje de Churriana y sin pensárselo dos veces decidió comprarse allí mismo una casa.
Julio Caro Baroja siempre fue el ojito derecho de su tío. Antropólogo, historiador, lingüista y ensayista, fue quizá el mejor folclorista español del siglo XX. Pío Baroja tenía un cajón donde iba guardando de manera desordenada el dinero que le pagaban sus editores por sus obras. Un día le pidió a su sobrino que contara cuánto había. Él calculaba que unas cincuenta o sesenta mil pesetas. Pero sumaron setecientas mil, una verdadera fortuna. Un amigo de la tertulia, empleado en el Banco Hipotecario, gracias a sus mágicas artes financieras, las convirtió en cinco millones de pesetas. Este dinero es el que Julio Caro Baroja, tras el fallecimiento del novelista, pensaba invertir en la compra de la casa. Es decir, para adquirir la finca de Churriana se utilizaron los ahorros de toda una vida de Pío Baroja como escritor, ya que publicó casi cien libros en unos cincuenta años de creación literaria.
El jardinero de Brenan, conocido por el siniestro mote de 'el Matacristianos', también trabajaba en una finca en venta llamada El Carambuco, vetusto nombre pero de eufónico sonido. La casa era propiedad de Eugenio Gross Scholtz, que se dedicaba a la exportación de pasas y frutos secos, y además había sido dueño de una parte de la finca El Rompedizo, sobre la que se construyó el aeropuerto de Málaga. Se casó, en contra de la voluntad de sus padres, con una operaria de la fábrica, de familia muy humilde, que procedía del pueblo de Guaro. Se llamaba Julia Huertas Reyes. Del matrimonio nacieron tres hijos: Amalia, que murió muy pequeña; Julia Gross Huertas, quien fue la madrina del primer avión que realizó la línea aeropostal entre Toulouse y Casablanca, el 1 de abril de 1920. Julia Gross falleció en 1927 con tan solo veintitrés años, sumiendo a sus padres en la desesperación.
Su tercer hijo, Eugenio Gross Huertas, nació en Buenos Aires en 1910, pues hasta allí habían huido sus padres escapando de las garras de su abuelo, Eduardo Gross Gayen quien, como dijimos, se había opuesto a la relación. Quizá por el vínculo que había tenido la familia Gross con la finca del Rompedizo, Eugenio Gross se entregase a la aviación. Llegó a ser un conocido piloto del bando nacional, junto a García Morato y Carlos Haya, y a punto estuvo de ser director de Iberia, si su avión no hubiera sido derribado un 18 de diciembre de 1939, cruzando el Estrecho. Está enterrado con un nombre falso en el cementerio de Gibraltar.
Sus padres vivían en El Carambuco entregados a la memoria de su hijo y tenían una foto suya de gran tamaño encima de la chimenea que se pasaban las horas muertas mirando. El padre del famoso aviador falleció el 3 de marzo de 1957. Ese año Julio Caro compró El Carambuco con el dinero que había heredado de Pío Baroja.
Julio Caro Baroja era hijo de Rafael Caro Raggio. Los Raggio pertenecían a una familia de comerciantes de origen genovés establecidos en Málaga desde el siglo XIX. Crearon sucursales en muchos puertos del Mediterráneo y el tatarabuelo de Julio fue cónsul de Génova en Málaga. Las hermanas Raggio eran famosas en Málaga por su belleza y su aire exótico. Una de ellas era la abuela materna de Julio Caro y se llamaba como su nieto: Julia Raggio. Según este era «guapa pero sosa». Se casó en Málaga con Eduardo Caro. Eduardo Caro era hijo de un magistrado sevillano residente en Málaga. Señor cortés, ceremonioso, de los que usaba quevedos encintados, al gusto de la época, para disimular un ojo bizqueante, parecido al Cánovas del famoso retrato. En cambio, su hijo, que tenía el mismo nombre de su padre, era un poco arrogante, mezcla de señorito sevillano y de pollo madrileño, dado a las faldas y amoríos. Eduardo Caro (hijo) se casó con Julia Raggio Moreno. Ellos son los abuelos maternos de Julio Caro Baroja. Su padre le había hablado siempre bien de Málaga: era hijo de malagueña, aunque esta tuviese orígenes italianos.
Durante los largos veranos de mi infancia en Rincón de la Victoria traté a la hija de Eugenio Gross. Carmen Gross Cuervo, Chispa, era una mujer que llamaba la atención por su belleza y su carácter. Ella siempre contaba que su padre había trabajado durante la Segunda Guerra Mundial como espía para los alemanes y, por eso, su avión había sido derribado por los ingleses. Es probable que defendiese esta hipótesis para cobrar una pensión del gobierno alemán. Su madre, Carmen Cuervo Jaén, viuda de Eugenio Gross y nieta del conocido arquitecto Jerónimo Cuervo, compró con el dinero de la venta del Carambuco, a finales de los años cincuenta, unos terrenos con unas espectaculares vistas en la urbanización el Cantal, entre el Rincón de la Victoria y la Cala del Moral, y edificó a principios de los años sesenta los apartamentos La Biznaga, las primeras casas que se levantaron en este lugar entonces virgen y paradisíaco, hoy masificado. Actualmente se corresponden con los chalés la Jábega y la Biznaga de la calle Goya. Hasta allí fueron a parar los dineros de las novelas de Baroja.
Arriba, a la derecha, en detalle, bautizo del primer avión correo por Julia Gross, 1 de abril de 1920. Fundación enaire
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