Secciones
Servicios
Destacamos
Durante más de un lustro fue el Pueblo Pitufo y desde hace dos años se mantiene como la Aldea Azul. Ha sido en todo este tiempo un destino idóneo para los más pequeños y para los más aventureros, pero también para los ávidos de historias singulares, como la que aconteció en su territorio en el siglo XVIII. En la ribera del Genal, donde el agua baja con fuerza estos días, se encuentra hoy una de las bodegas más jóvenes de Andalucía. Parte de su estructura corresponde con una de las naves de la primera factoría siderúrgica de España. En concreto, en el año 1725 abrió allí sus puertas la Real Fábrica de Hojalata de San Miguel. Hoy, este enclave está reconocido como el origen de la siderurgia nacional.
Sin embargo, en su día sus inicios estuvieron llenos de secretismo, como ha trascendido desde entonces. El lugar elegido, hoy accesible por carriles de tierra –en algunos tramos hormigonados–, era recóndito, tenía agua en abundancia –la del río Genal–, minas de hierro superficiales y mucha madera –la del bosque que lo rodea y oculta– alrededor. Sin duda alguna, eran las principales virtudes que querían quienes idearon esta fábrica.
Entre los capítulos más singulares de aquella factoría, está uno que se mueve entre la historia y la leyenda. En concreto, se cuenta que los dos ingenieros suizos que fueron elegidos para dirigirla tuvieron que salir escondidos en barricas de vino desde su país. De esta forma eludieron la prohibición de contratar a estos expertos para evitar la competencia.
Hoy se sabe que en sus inicios trabajaron allí casi medio centenar de trabajadores, muchos de ellos extranjeros. Además de los mencionados ingenieros suizos, allí había operarios alemanes y franceses, además de algunos españoles. Allí se creó un pequeño pueblo, del que aún se conservan muchas de sus estructuras, a un paso del despoblado árabe de Moclón. De hecho, hubo desde una taberna hasta una capilla.
La factoría, que estuvo abierta hasta 1788, se sirvió en los primeros años de mulos para sacar de allí lo fabricado, aunque poco después estos equinos fueron sustituidos por camellos, porque se les presuponía más fuerza y resistencia.
Su declive llegó antes del final del siglo XVIII, cuando ya no era tan importante su ubicación recóndita y se hacía más importante una situación que permitiera más fluidez para la producción. Eso sí, en ese mismo lugar se continuó forjando su propia leyenda, ya que el lugar fue durante años el refugio de bandoleros y el punto de encuentro para el contrabando de otras mercancías.
Hoy, el edificio, protegido como monumento histórico industrial, ha sido restaurado para albergar a una bodega de vinos artesanos y ecológicos, que se amparan en una marca que recuerda su legendario pasado La Fábrica de Hojalata. Allí se elaboran vinos tintos y blancos, con las variedades 'pinot noir' y moscatel morisco, respectivamente.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.