La Feria de Muestras de 1924

La iniciativa partió del recién nombrado presidente de la Junta Permanente de Festejos, Rafael Benjumea y Burín, conde de Guadalhorce, quien contó con un extenso equipo de colaboradores que se encargaron de hacer realidad lo que apenas era un proyecto pocas semanas antes. Su montaje se realizó en un tiempo récord, ya que los trabajos comenzaron el 26 de julio anterior y todo quedó listo en tan solo veintidós días con un despliegue de arquitecturas efímeras que no se había visto en la ciudad en varias décadas.

El recinto de la exposición se ubicó en una de las parcelas del Parque que aún estaban sin ocupar. En concreto, la situada a la derecha del Ayuntamiento, que por entonces era propiedad de la familia Álvarez Net. En este espacio se hicieron posteriormente los actuales Jardines de Pedro Luis Alonso. El otro solar que quedaba sin construir, donde luego se edificó el Banco de España, fue utilizado también por la Junta de Festejos para instalar una caseta de estilo andaluz que recibió el nombre de El Cortijo.

El acceso al recinto se hacía a través de una portada inspirada en la puerta del Puente de Alcántara de Toledo. En su coronación se colocó un escudo de Málaga iluminado. A continuaciónlos visitantes se encontraban con la verja artística del edificio del Consulado, que fue desmontada y trasladada para la ocasión para lo que fue necesario una autorización especial del gobierno.

El Pabellón de Bellas Artes ocupaba el lugar central adoptando un estilo clásico. En su interior se expusieron libros corales, piezas de orfebrería y vestiduras litúrgicas de la Catedral y venerables documentos municipales de los siglos XV, XVI y XVII. En los laterales se reunió un conjunto de lienzos de Ferrándiz, Martínez de la Vega, Denis, Nogales, Moreno Carbonero, Simonet y otros pintores malagueños. Se mostró al público por primera vez el cuadro de Muñoz Degrain dedicado a la epopeya de Igueriben.

Otro espacio expositivo fue el Pabellón de Historia y Arte Retrospectivo, que como el de Bellas Artes, fue diseñado por el arquitecto Fernando Guerrero Strachan. El escritor Salvador González Anaya preparó una galería de retratos de malagueños ilustres, mientras que Guerrero Strachan aportó una serie de 180 fotografías de monumentos de toda la provincia. Los hermanos Díaz de Escovar seleccionaron de sus colecciones particulares libros antiguos impresos en Málaga, piezas arqueológicas y documentos curiosos.

Hubo dos pabellones decorados con paneles de estilo japonés, muy de moda en aquellos años, elegidos por Álvaro Príes. Uno era el de Plantas y Flores y otro el de Productos Agrícolas, en el que se podían ver instalaciones de la Estación de Agricultura de Torrox y de la Colonia Ordóñez de la Sociedad General Azucarera, entre otras fincas.

En la parte más próxima a La Coracha se encontraba el Pabellón Industrial, donde presentaban sus productos empresas como García y Zafra, Harinera San Simón, aceites Minerva, Ceregumil, Laboratorios Laza, las fábricas de muebles de Prados Hermanos y Herederos de Juan Alonso, los abonos de San Carlos, las fundiciones La Metalúrgica y Los Guindos y una decena de bodegas exportadoras, entre otras muchas industrias. En esta parte de Feria de Muestras la Casa Larios acudió con cuatro de sus actividades: los textiles de Industria Malagueña, los vinos y alcoholes de Larios y Compañía, los aceites y el azúcar.

También se habilitó un teatro al aire libre que fue decorado por Enrique Jaraba y Pepe Navarrete. En el recinto se celebraron conciertos, representaciones teatrales, verbenas y un ciclo de conferencias sobre diversos temas.

El espacio fue ajardinado y dotado de una potente iluminación eléctrica. Se dispusieron de forma simétrica dos grupos de tres fuentes luminosas unidas por canales y los paseos interiores quedaron adornados con columnas y faroles de cristal traídos de la iglesia de Santo Domingo de Antequera. Como memoria de la Exposición se editó un catálogo oficial con textos de González Anaya y fotos de Arenas.

La Exposición fue un intento de mostrar el progreso de Málaga bajo el nuevo régimen de Primo de Rivera, mirando a la vez al pasado y al futuro, en especial con la muestra de productos industriales. Como afirma Elías de Mateo, el elevado costo económico de este despliegue propagandístico, que se sufragó con un presupuesto extraordinario, «quitó las ganas de repetir la experiencia en años sucesivos».