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Exterior de Farmacia Utera.
La farmacia Utrera cumple 90 años

La farmacia Utrera cumple 90 años

La quinta farmacia más antigua de Málaga es la que más ha perdurado en el Centro de Málaga

Viernes, 1 de julio 2022, 00:18

Hace unos días me encontraba en la plaza de la Constitución con Fernando Ojeda, quien ostenta el honor de regentar el comercio más antiguo de Málaga, Cerería Ojeda, que hunde sus raíces en el siglo XVIII. Mirábamos con nostalgia las persianas bajadas del Café Central, que ha dejado un hueco tan grande en la plaza, e imprecamos al Altísimo para que este local tan malagueño no sea ocupado por una franquicia de las que invaden este mundo globalizado. Contamos con los dedos de una mano los negocios locales que quedan en nuestra plaza principal, que son la relojería de Miguel Heredia (1879), la óptica Fernández Baca (1913), Farmacia Utrera (1932) y la panadería La Canasta (fundada en 1983). Porque hubo un tiempo en el que la plaza de la Constitución llenaba sus cuatro costados de comercios malagueños, como la zapatería de Parriego, Librería Cervantes, la ferretería El Metro, la Costa Azul, abaniquería Páez, Óptica Ortega, Espejo Hermanos...

Hoy, primero de julio de 2022, la farmacia Utrera cumple noventa años. Esta veteranía la sitúa como la quinta farmacia más antigua de Málaga. Aunque nonagenaria, no es centenaria como las otras cuatro que la preceden en antigüedad: Bustamante (antigua Farmacia Mamely, desde 1739), Rico-Nestares (antes Medina Montoya, que data de principios del siglo XIX, cuando era la botica de Pablo Prolongo), Mata (desde 1881) y Caffarena (1898). El establecimiento de las oficinas de farmacia ha sido el que más ha perdurado en el Centro de Málaga, quizá por la especial legislación que las regula y porque su función primordial es cuidar de la salud de los malagueños, algo que los boticas que hemos citado llevan haciendo sin interrupción desde hace siglos.

Emilio Utrera Maresca.
Imagen - Emilio Utrera Maresca.

Emilio Utrera Maresca, nieto de un teniente de navío genovés

El fundador de Farmacia Utrera se llamaba Emilio Utrera Maresca y nació en la malagueña calle de Tejón y Rodríguez en octubre de 1907, un mes después de las trágicas inundaciones del Guadalmedina. Su padre, José Utrera Rioja, era consignatario de buques y tenía su negocio en el entresuelo del número 5 de la calle Larios, asociado a su hermano Antonio, bajo la firma A. Utrera y hermano. Le pusieron Emilio por su abuelo, Emilio Maresca López, que era teniente de navío y comerciaba con Terranova a finales del siglo XIX. El marino era de ascendencia ligur y fue otro de los muchos genoveses que se fueron estableciendo en Málaga a lo largo del XIX como Picasso, Caffarena o Prolongo. Con los réditos que le proporcionaba su trabajo, le puso en 1884 una farmacia a su hijo, Emilio Maresca Serrano, en el número 80 de la calle San Juan. Dos años más tarde, en 1886, la traspasó a Bonifacio Gómez y allí ha estado la preciosa botica abierta hasta el pasado 2020.

Emilio Utrera era el quinto hijo de siete hermanos. Estudió en el colegio que los padres agustinos acababan de establecer en Málaga y formó parte de su segunda promoción. Tuvo como compañeros de clase a su primo y futuro notario Ángel Utrera Figueroa, a Antonio Pérez de la Cruz (que llegó a ser presidente de la Diputación) y a José Garijo Ruiz (propietario de la Casa de Guardia). Entonces Emilio vivía en la calle Concepción (hoy Francisco de Rioja, junto a la plaza de las Flores). En casa cenaban a las siete y media de la tarde -que se corresponderían con las ocho y media, antes del cambio horario establecido en los años cuarenta-. Después de cenar salían a dar un paseo por calle Nueva, plaza de la Constitución, calle Larios y, por la antigua Siete Revueltas, volvían a su casa. Era una Málaga que apenas trascendía los límites del Guadalmedina, con los históricos barrios de la Trinidad y el Perchel.

Anuncio procedente de una guía de Málaga de 1923.

Estudió por libre la carrera de farmacia en Granada y en mayo de 1932, a los 24 años, abrió en la acera de la Marina, número 25, su nueva farmacia. Sabemos que la inauguración fue el viernes primer día de julio de 1932 por una invitación conservada en el Archivo Díaz de Escovar. Emilio Utrera llamó a su nueva botica Farmacia de la Marina porque desde su puerta se veía el mar. Tenía como vecino a la óptica de Prudencio Ortega. El lugar era inmejorable por ser de mucho bullicio y trasiego de personas que iban o venían del puerto o de los usuarios de los tranvías que terminaban sus rutas en la acera de la Marina. El nuevo establecimiento tenía el teléfono 1692, que todavía hoy conserva después de añadirle el 952 21 con el correr de los tiempos. Hace noventa años una farmacia vendía pocos específicos o especialidades farmacéuticas y el boticario tenía que elaborar artesanalmente el medicamento con sus morteros, matraces y almireces. Eran las fórmulas magistrales, que se hacían según arte.

Acera de la Marina en los años treinta. Tarjeta postal

La desaparecida acera de la Marina formaba una prolongación en diagonal de la calle Larios hacia el puerto, que impedía la unión del Parque con la Alameda. Cuando en los años cuarenta del siglo pasado se realizó el proyecto de demolición de la acera de la Marina, muchos malagueños apostaban si el eje del Parque iba a coincidir con el de la Alameda. El edificio que se levantó donde estuvo la farmacia de la Marina, el que tuvo en su bajos más adelante una popular sucursal del Banco Zaragozano, fue durante unos años el edificio más alto de Málaga, después de la torre de la Catedral.

Proyecto de unión del Parque con la Alameda.
Imagen - Proyecto de unión del Parque con la Alameda.

Así que en 1945 el edificio de la farmacia de la Marina fue expropiado, junto a todas las casas vecinas. Emilio Utrera entonces trabajó en la farmacia del Hospital Militar. Mientras tanto, intentaba encontrar una nueva ubicación para su negocio. En un principio se pensó trasladar al número cuatro de la calle Larios, frente al Círculo Mercantil pero, finalmente, se estableció en la entonces plaza de José Antonio. A la misma plaza se había trasladado también su amigo Prudencio Ortega. Ahora volvían a ser vecinos.

Interior de la Farmacia de la Marina en 1945. Archivo de Emilio Utrera.
Tarjeta de la Farmacia de la Marina. Archivo de Emilio Utrera

Las farmacias de la plaza de la Constitución

La Plaza. Así, sin más, ha sido conocida por muchos malagueños la plaza que más nombres ha recibido a lo largo de la historia. Desde tiempo inmemorial se la llamó Plaza Mayor o de las Cuatro Calles, porque de ella partían las cuatro principales vías de nuestra ciudad, a saber: Especería, de las Guardas (hoy Compañía), Real (Granada) y Mercaderes (Santa María). En 1812 se la nombró por primera vez Plaza de la Constitución; en 1836, de Isabel II; en 1869, de la Libertad; en 1873, de la República Federal; y, más adelante, Plaza Real, de José Antonio Primo de Rivera, hasta tomar su denominación actual, que esperemos sea la definitiva.

Hacia 1880 se estableció en la Plaza un personaje un tanto controvertido y extravagante: Agustín Pérez de Guzmán. De familia aristocrática, nació en Jerez de los Caballeros (Badajoz), aunque según otras informaciones también pudo ser sevillano o granadino. Inauguró su primera farmacia y laboratorio químico en la plaza de la Constitución y por un anuncio de 1881 sabemos que disponía de «un variado y completo surtido de todas las sustancias conocidas», además de vender aguas de Vichy, Panticosa o Saint-Galmier. Esta farmacia permaneció abierta unos quince años hasta que en 1896 se trasladó a la recién inaugurada calle Larios, iniciándose así la historia de la farmacia Mata. Tras Adolfo de la Blanca, el tercer farmacéutico que regentó la farmacia de la Plaza, desde 1912, fue Esteban Pérez-Brian Souviron. Su botica era conocida como la del «asombro de Damasco», por las pesadas cortinas de terciopelo que daban paso a su rebotica. Aquí se fundó la congregación de Mena en 1915. Esta farmacia fue quemada en 1936.

Anuncio de la farmacia de Pérez de Guzmán. Guía de Málaga 1881

Tras doce años en los que no hubo ninguna botica en la plaza de la Constitución, el viernes 24 de septiembre de 1948, día de la Virgen de la Merced, se reabrió la Farmacia Utrera en los bajos de un edificio donde había estado el café de la Lobilla. Esta casa también fue destruida en los aciagos días de la Guerra Civil y la nueva edificación que se levantó en su lugar fue conocida por los malagueños como el portaviandas, por su parecido con ese artilugio en el que los obreros y empleados llevaban su comida al trabajo para que no se les enfriase. La reforma fue dirigida por el arquitecto Rafael Miró y el local fue bendecido por el vicerrector del Seminario, Francisco Carrillo. Preside la oficina de farmacia una antiquísima pintura al óleo de la Virgen del Carmen que atestigua la vocación marinera de Emilio Utrera, heredada de su abuelo el teniente de navío. Recuerden que la anterior farmacia se conoció como la de La Marina. Tampoco sería casualidad que la nueva botica se inaugurase precisamente el día de la Virgen de la Merced.

El cuadro de la Virgen del Carmen ya estaba en la Farmacia de la Marina.

Emilio Utrera Maresca fue caballero servita y estuvo vinculado a la cofradía del Rocío por su amistad con Luis Medina Montoya, el de la farmacia de Puerta del Mar. Sin embargo, la hermandad a la que estuvo más unido fue la del Rico. En 1939 estuvo entre los hermanos que recibió desde Granada la imagen del Cristo, tallada por el escultor Navas Parejo. Y llegó a ser hermano mayor de esta cofradía en 1951 y 1952. Fue vocal de la junta del Colegio de Farmacéuticos y miembro de la Academia de Ciencias. En 1982 recibió la distinción del Colegio de Farmacéuticos por sus cincuenta años dedicados a su profesión. Falleció en 1999, a los 91 años, después de toda una vida consagrada a velar por la salud de cuantos pasaban por la botica.

Emilio Utrera Jordán, el actual farmacéutico

Conocí a Emilio Utrera hijo una Semana Santa porque compartíamos sillas vecinas, precisamente en la plaza de la Constitución. Emilio se llama así por su padre y su bisabuelo, el marino. También estudió en San Agustín y fue uno de sus últimos alumnos antes de que el viejo centro educativo se clausurase en 1972. El colegio que abrió su padre, lo cerró el hijo. En 1993 tomó su relevo en la farmacia Utrera.

Farmacia Utrera en los años cincuenta. Archivo de Emilio Utrera.

A Emilio le ha tocado vivir la profunda transformación de la plaza en los últimos treinta años. A principios de los años noventa celebraba la feria con sus amigos en la rebotica, a la que se accede por la calle Rodríguez Rubí. La ciudad late en la plaza, escenario de las actuaciones navideñas de las pandas de verdiales y de la Semana Santa, con esta forma particular que tenemos los malagueños de vivir nuestro fervor en la calle. Y tantas otras manifestaciones del sentir de nuestra ciudad del paraíso que transcurren en nuestra querida plaza.

Tremendos fueron los tiempos de la pandemia, en los que no se cruzaba con nadie cuando volvía a su casa atravesando las calles del Centro, después de cerrar su farmacia a las diez de la noche. Por las tardes apenas aparecía algún cliente. Esos días se notó especialmente que el Centro se ha quedado despoblado. Me cuenta que por las noches salía a la plaza y podía distinguir por las luces las cinco casas habitadas que quedan en la plaza de la Constitución. Las únicas señales de vida procedían de algún solitario coche de la policía patrullando o de algún trabajador de Limasa. Ahora que parece que hemos vuelto a la normalidad, hay franjas del día en las que en su farmacia solo entran turistas.

Cuando a mi padre le diagnosticaron el cáncer, se acercaba todas las mañanas, dando un paseo, hasta la Farmacia Utrera para que le tomaran la tensión. Allí, según me contaba, echaba un buen rato contando chascarrillos a los que era tan aficionado. Un día volvió emocionado porque las farmacéuticas le habían regalado una bufanda de punto, tejida por ellas mismas.

Imagen nocturna de la plaza de la Constitución durante los terribles días de la pandemia. Antonio M. Alonso

Nosotros nos confesamos abiertamente defensores del comercio tradicional y pensamos que el que un establecimiento comercial cumpla noventa años en Málaga no solo es una buena noticia, sino que sorprende en los tiempos que corren. Hubo otras farmacias prestigiosas en nuestro ciudad ya desaparecidas. La antigua oficina de farmacia de Bonifacio Gómez, obra fina de ebanistería y marquetería en maderas nobles, se va a poder admirar de nuevo en el Colegio de Farmacéuticos de Málaga, donde están acondicionando una sala a propósito para exhibirla. Los anaqueles de la Farmacia del Sagrario se rescataron in extremis de una pérdida segura y están expuestos en las Bodegas Campos de Córdoba. La bella Farmacia Laza sigue luciendo en todo su esplendor en una heladería malagueña, gracias a la espléndida labor de los hermanos Paniagua.

Mostrador original de la Farmacia de la Marina.

Si observamos las fotos antiguas, la farmacia Utrera permanece hoy igual que cuando se inauguró. Sobriedad ante todo. Maderas oscuras y nobles que enmarcan los vanos. Lámpara clásica de araña y una mesa castellana a modo de mostrador. Nosotros le deseamos, al menos, otros noventa años velando por la salud de malagueños y visitantes en nuestra plaza más señera.

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