Del estado amurallado al autor delirado
Albas y ocasos ·
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Tal día como hoy nacía la República Democrática Alemana y moría Edgar Allan Poemaría teresa lezcano
Domingo, 7 de octubre 2018, 00:27
Tal día como hoy nacía, tiritando por los vientos de Guerra Fría que ya habían empezado a soplar desde los Urales, la República Democrática Alemana, y moría Edgar Allan Poe, simultánea y especulativamente de delirium tremens, sífilis, epilepsia, meningitis, cólera y hasta asesinato.
El siete ... de octubre de 1949 nacía, un tanto encanijada respecto de su siamesa del oeste por el plasma sanguíneo que le sisaba la Línea Óder-Neisser y tiritando por los vientos de Guerra Fría que ya habían empezado a soplar desde los Urales, la República Democrática Alemana. Previamente a la construcción de los cuarenta y cinco kilómetros de muro que dividirían Berlín y de los ciento quince kilómetros que rodearían su parte oeste para segregar las dos Alemanias, los germanos orientales y occidentales iban rindiendo pleitesía a sus respectivos ocupantes, soviéticos omnipresentes en el primer caso y americanos y algo más sibilinos en el segundo, comenzando a jugar ambos titiriteros a la Guerra Fría en el tablero teutón: que si yo me agencio soviéticamente gobiernos marionetas en Bulgaria, Checoslovaquia, Hungría, Polonia y Rumanía; que si me saco de la manga yanqui un Plan Marshall para que vean en Europa qué bueno es el Tío Sam; que si te doy con los chinos de Mao Zedong en todo el morro de la Teoría de la Contención; que si a que te arreo con el coletazo de la OTAN que acabo de inventarme; que si ándate con cuidado que tengo más armamento nuclear que tú; que si no hay eggs de apretar el button; que si como me abra la gabardina y te enseñe mi mísil no tienes continente para correr; que si a que te inserto mi bomba hidrogenada en toda la ensenada (del Nevá); que si vamos mejor a pelearnos en una carrera espacial no se nos vaya el Teléfono Rojo de las manos; que si Kalinka maya; que si I did it my way…
Y así hasta que a los alemanes se les hincharon las bälle y se lanzaron a derribar, no metafórica sino hormigonadamente, el muro de la discordia, exceptuando un pedazo que fue reconvertido en galería de arte urbano al aire doblemente libre. Guten morgen.
Cien años exactos antes del nacimiento de la República Democrática Alemana, moría en Baltimore Edgar Allan Poe, maestro universal del relato corto, renovador de la novela gótica y pionero de la narración detectivesca. Nacido en Boston como Edgar Poe, fue realojado tras su orfandad en casa de un matrimonio de Richmond que nunca llegó a adoptarlo oficialmente aunque sí le insertó oficiosamente el apellido Allan. Tras ser expulsado de West Point por pasarse los dictados marciales por el forro de sus poemas satíricos, Edgar se convirtió sin saberlo en el primer estadounidense en vivir exclusivamente de la escritura; mal, eso sí, lo cual no impidió que se casara a los veintiséis años con su prima treceañera aunque, al decir de algunos de sus biógrafos Poe era impotente y ése fue el motivo de que eligiera una cónyuge que, al ser apenas adolescente, no colocase el listón marital demasiado alto o más bien no tuviese listón alguno.
Tampoco faltan los psicoanalistas que apuntan directamente a un edipismo galopante, pero corramos un tupido velo sobre la vida privada de Mister Poe y volvamos a nuestros asuntos: Edgar iba tan ricamente – eufemísticamente hablando, claro está, ya que su tía/suegra tenía que andar afanando verduras en los huertos cercanos para que la familia subsistiera – alternando el ejercicio del periodismo con las publicaciones de sus relatos, cuando la prima/esposa Virginia, que seguía siendo adolescente pero menos, mostró los primeros síntomas de la enfermedad tan anglosajonamente bien definida como consunción y, al tiempo que la señora Allan Poe exhalaba sangre por su boca, Edgar empezó a inhalar alcohol por la suya y ninguno de los dos paró ya hasta sus respectivos finamientos. El de Virginia tendría lugar en 1847, seguido por un intento de suicidio de su viudo, que se pimpló una bandeja de chupitos de láudano que, en lugar de matarlo actuaron como emético y lo pusieron a vomitar como si no hubiera un mañana corvino. Ya recuperado de su viudedad, Allan Poe se reencontró con su primer amor juvenil y le propuso matrimonio, ante cuyo ofrecimiento la pretendida dijo, bueno vale pero deja de beberte hasta los jarabes para la tos. Poe aceptó aunque desapareció súbitamente de Richmond y dos semanas antes de la fecha prevista para la boda fue encontrado en las calles de Baltimore, delirando y vestido con ropas que no eran las suyas, a la vez que incapaz de explicar cómo había recorrido los novecientos kilómetros que separan ambas ciudades. Murió cuatro días más tarde sin haber resuelto el misterio, aún hoy vigente al haberse extraviado posteriormente tanto los informes médicos como el certificado de defunción, de tal manera que Poe ha muerto simultánea y especulativamente de delirium tremens, sífilis, epilepsia, meningitis, cólera y hasta asesinato. «'¿Cuál es tu nombre en la región plutónica?'. Dijo el cuervo: '¡Jamás!'».
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