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'Desembarco de los heridos', de Álvarez Dumont, situado en el salón de plenos del Ayuntamiento de Málaga.
El ejemplar papel de Málaga en el desastre de Annual

El ejemplar papel de Málaga en el desastre de Annual

La ciudad se volcó con los heridos y fue distinguida por el Rey y el Gobierno con el título 'Muy hospitalaria' en su escudo por su actuación en pro de los heridos en la triste contienda

Elías de Mateo Avilés

Sábado, 10 de julio 2021, 01:15

1921 resultó un año trágico para España. Los conflictos sociales se multiplicaron, especialmente en Cataluña, Aragón y en el campo andaluz. La violencia se generalizó y culminó en marzo con el asesinato del presidente del Gobierno, Eduardo Dato.

En Marruecos, el ejército redoblaba sus esfuerzos para ocupar y controlar la zona que le había sido adjudicada a España como «protectorado». A los avances militares españoles opusieron una fuerte resistencia las tribus autóctonas.

En la zona de Melilla, al mando del general Fernández Silvestre se logró un avance importante. La finalidad era conquistar Alhucemas, centro de la resistencia rifeña. Pero la debilidad de las líneas de comunicación, lo agreste del terreno, la falta de preparación de muchas unidades, equipos y armamento deficientes y la traición de las tribus indígenas, propiciaron el llamado Desastre de Annual entre el 22 de julio y los primeros días de agosto. El líder rifeño Abd-el-Krim logró culminar una ofensiva devastadora. En pocos días cayeron las posiciones españolas de Annual e Igueriben, defendida esta última heroicamente por el malagueño Comandante Benítez. Todo se vino abajo. La retirada se convirtió en desbandada. Los rifeños se encontraron a las puertas de Melilla. Murieron en torno a 13.000 soldados españoles.

Conmoción en toda España

Las noticias corrieron como la pólvora. Todo el país quedó conmocionado. Un fervor patriótico extraordinario se apoderó de una gran parte de la sociedad española. Las clases altas y medias, casi todos los políticos y la prensa se movilizaron con una batería de actuaciones que abarcaban desde solemnes condenas y apoyos incondicionales para vengar «el ultraje y la traición que había sufrido la patria» a todo tipo de iniciativas para recaudar fondos a favor de los familiares de las víctimas y de los soldados heridos o enfermos durante las hostilidades. Porque estas se alargarían de manera intensa durante varios meses. Los generales Cavalcanti y Sanjurjo emprendieron una costosísima y lenta contraofensiva contando con tropas enviadas desde la Península, con La Legión de Millán Astray y los Regulares de González Tablas.

La temprana respuesta de Málaga

El Ayuntamiento, en el pleno del día 29 de julio, expresó por unanimidad el sentimiento de pésame por los soldados fallecidos, así como «la absoluta confianza en la victoria del Ejército». Y el día 1 de agosto acordó destinar las 25.000 pesetas de la Feria de Agosto, que se suspendió a «obsequiar a las fuerzas del Ejército que van a África y atender a los enfermos y heridos que vengan a esta capital». En igual sentido se posicionaron instituciones como, la Cámara de Comercio o la Agrupación de Cofradías.

El puerto se convirtió en punto de embarque de unidades militares y de abundante material para reforzar la defensa de Melilla.

El alcalde ayuda a desembarcar a los heridos del Alicante.

Los ofrecimientos y los donativos brotaban por doquier. Era preciso poner orden y encauzar aquella corriente de generosidad que abarcaba desde las monjas de los conventos del Limonar y de la Esperanza hasta los marqueses de Urquijo que veraneaban aquí o la Congregación de los Estanislaos del P. Ponce.

El alcalde Francisco García Almendro decidió liderar y organizar las ayudas a los combatientes y a los soldados heridos y enfermos que comenzaban a llegar a Málaga. A tal efecto, el 4 de agosto se celebró una reunión su despacho con los portavoces de los partidos representados en el Ayuntamiento en la que se decidió «enviar a los soldados del Regimiento de Borbón mil pesetas en cigarros y habilitar el Grupo Escolar Bergamín como Hospital de Sangre».

El día 9 reunió a las «fuerzas vivas» de la ciudad para «unificar la plausible labor que se está realizando en beneficio de los soldados que marchan a Melilla y para mejorar la situación de los heridos y enfermos de la campaña». En ella el presidente de la Cruz Roja local, Antonio Gómez de la Bárcena, informó que la institución que él presidia había puesto a disposición de la autoridad militar treinta camas. También destacó la generosidad de los marqueses de Urquijo, que costearon la atención de los heridos y enfermos que iban desembarcando en Málaga. Asimismo se tuvo conocimiento de los ofrecimientos de las empresas del Teatro Vital Aza y de la plaza de toros para celebrar funciones y festivales benéficos. Antonio Baena, en nombre de la Agrupación de Cofradías, ofreció costear cuarenta camas. Otros ofrecimientos destacados corrieron a cargo del exministro Francisco Bergamín que cedió su villa para alojar a oficiales heridos, o las Carmelitas Descalzas pusieron su convento a disposición de los heridos.

La llegada de los heridos y enfermos

Entre finales de julio de 1921 y los primeros meses de 1922, el puerto de Málaga se convirtió en el principal punto de estos evacuados desde Melilla. En aquella ciudad, las instalaciones sanitarias pronto colapsaron.

Aunque Cádiz, Valencia, Barcelona, Almería o Sevilla también los recibieron, la mayoría desembarcó en Málaga. Se habilitaron, a tal efecto, varios buques hospitales como el Andalucía, el Villareal, el Barceló y el Alicante. Estos dos últimos fueron los encargados de trasladarlos a Málaga. Sobretodo el Alicante, de la Compañía Trasatlántica.

Traslado de los heridos y enfermos desde el puerto.

Desde el 9 de agosto, la llegada de este barco a Málaga despertaba expectación. Con una frecuencia de dos viajes mensuales llegaban en él entre 250 y 350 soldados cada vez, que eran recibidos por autoridades y personalidades malagueñas. Según las crónicas se producían «escenas emocionantes, lágrimas y ansiedad entre los familiares que, en tierra, esperaban al hijo, al novio o al hermano».

Los desembarcados eran trasladados en las pocas ambulancias automóviles y las tiradas por caballos de la Sanidad Militar y en los coches de caballo de alquiler que se ofrecían desinteresadamente a conducirlos , así como en algunos automóviles de particulares.

Los hospitales de sangre

En los primeros momentos fueron encamados en el Hospital Militar. A mediados de agosto, el Ayuntamiento desalojó el Grupo Escolar Bergamín y lo convirtió en hospital de sangre.

Por otra parte, la Diputación reservó varias salas del Hospital Civil. De sus gastos se hicieron cargo los marqueses de Urquijo y los empleados de los Ferrocarriles Andaluces coordinados por su director, el ingeniero francés Antonio Combet y, sobre todo, por su esposa, Matilde Cimiano.

Antonio Baena junto al presidente de la Cruz Roja Antonio Gómez de la Bárcena y otras personalidades delante del Hospital Reina Victoria.

Desde mediados de octubre comenzó también a funcionar el que se conoció como Hospital de la Cruz Roja, Hospital Reina Victoria Eugenia u Hospital Baena, montado en unas amplias naves ubicadas en El Perchel cedidas por el constructor y presidente de la Agrupación de Cofradías, Antonio Baena, inaugurándose oficialmente el 6 de noviembre.

Finalmente hay que reseñar otros centros de alojamiento de soldados heridos y enfermos de menor envergadura: como el palacete del exministro Francisco Bergamín en La Caleta, destinado a oficiales; el ubicado en Churriana en la finca de la duquesa de Nájera; y el ubicado en Antequera en «El Asilo» de las monjas de San Francisco.

Entre los internados en los hospitales malagueños existía una abrumadora proporción de soldados enfermos, especialmente de paludismo y algunos casos de tifus y enfermedades mentales. Los heridos eran menos numerosos. Pero fueron los mutilados quienes impactaban especialmente a quienes los visitaban con pérdidas de brazos, piernas, ojos…

La atención médica estuvo a la altura de lo que la época podía ofrecer. Hasta Málaga se desplazó el más famoso traumatólogo español de la época, el doctor Manuel Bastos Ansart, especialista reconocido internacionalmente en el tratamiento de las heridas de guerra. También actuaron el doctor Lagarraga y ginecólogo malagueño José Gálvez Guinachero y su equipo. En ocasiones, los pacientes fallecían y recibían sepultura en la propia Málaga.

Las visitas y atenciones. El traslado a otras ciudades

La población de la ciudad en su totalidad se movilizó para dar consuelo y calor humano a enfermos y heridos: los alumnos y alumnas de los colegios públicos y privados visitaban periódicamente a los centros asistenciales. A los internos se les ofrecían «cajetillas de tabaco, calcetines y pañuelos». No faltaron numerosas donaciones de libros y revistas. Y las asociaciones benéficas femeninas locales establecieron talleres de costura para confeccionar ropa de cama y prendas.

Málaga no podía dar cabida a todos. Desde mediados de agosto se habilitaron trenes hospitales para trasladar a los menos graves a otras ciudades españolas.

El Grupo Escolar Bergamín se convirtió en hospital de sangre.

La Cruz Roja, y en especial su cuerpo de damas enfermeras, desempeñó durante esta crisis un papel destacado. Lideradas por Carmen Angoloti y Mesa, duquesa de la Victoria, estuvieron al frente de diversos hospitales no solo en África, sino en la Península. Entre sus colaboradoras más cercanas figuró la malagueña Concepción Heredia y Grund.

Asimismo destacó en el caso de Málaga el comité local de esta organización presidido por Antonio Gómez de la Bárcena, que llegó a montar una Oficina Informativa del Soldado al servicio de las familias de los combatientes que centralizaba la información sobre estos, se la hacía llegar a las familias y facilitaba que estos recibiesen cartas y paquetes.

«Muy Benéfica»

Desde el Ayuntamiento hasta el último de sus habitantes, Málaga se volcó en la atención y el cuidado de los soldados heridos y enfermos que venían desde la otra orilla del Mar de Alborán. Ya en septiembre de 1921 los consistorios de Granada y Santander habían propuesto «que se conceda a Málaga el título de BENEMÉRITA DE LA PATRIA para que lo pudiese ostentar en su escudo. Poco después, el dramaturgo y periodista Alejandro Pérez Lugín hacía un llamamiento en el mismo sentido desde las páginas de 'El Debate', añadiendo que debía otorgarse a Málaga, de manera colectiva, las Cruces de Beneficencia y del Mérito Militar.

El Gobierno y el propio Rey fueron conscientes de aquello. Y atendieron, un clamor que llegaba desde todas partes. Por Real Decreto de 28 de febrero de 1922 la ciudad fue agraciada con el título de «Muy Benéfica», «por la caritativa hospitalidad prestada a los soldados del Ejército de África, llevando su altruismo al sostenimiento de un hospital por suscripción popular».

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