Jorge Videla.
Albas y ocasos

Del dictador encarcelado al autor minimizado

Tal día como hoy nacía Jorge Rafael Videla y moría Raymond Carver, cuentista y poeta estadounidense

maría teresa lezcano

Sábado, 1 de agosto 2020, 23:13

Tal día como hoy nacía Jorge Rafael Videla, bajo cuya dictadura desaparecerían metafóricamente miles de personas en Argentina, y moría Raymond Carver, cuentista y poeta estadounidense y uno de los máximos exponentes del movimiento literario conocido como 'realismo sucio'.

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Jorge Rafael Videla 2-8-1925 / 17-5-2013

Mercedes, provincia de Buenos Aires. Nace Jorge Rafael Videla, cuyos dos nombres le serían endilgados en recuerdo de dos hermanos previamente cosechados por una reincidente parca de sarampión. Tras graduarse en el Colegio Militar Nacional, Videla fue ascendiendo por el Ejército Argentino hasta convertirse en Comandante en Jefe durante el gobierno de Isabel Perón. Habida cuenta sin embargo que lo que anhelaba Jorge Rafael era un lugar en la cima mandataria y no un puesto a la sombra presidencial, no tardó en reorganizar los mandos militares hasta depurar cualquier rastro de peronismo, tras lo cual se aposentó en la Casa Rosada, desde cuya rosadez agolpada suspendió el Congreso, los partidos políticos y los sindicatos.

Acababa de comenzar uno de los períodos más siniestros de la Historia de Argentina, cinco años durante los cuales desaparecieron metafóricamente miles de personas. Restaurada la democracia en el país, Videla fue acusado de asesinato y sentenciado a prisión perpetua aunque apenas llevaba enchironado un lustro cuando llegó Carlos Saúl Menem y lo indultó en menos que se tarda en decir dictadura, enviándolo ipso facto a una detención domiciliaria en el porteño barrio de Belgrano. Tendrían que transcurrir dos décadas exactas para que un juez argumentara que la gravedad de los hechos por los que se había condenado a Videla no eran susceptibles de ser purgados en modo domiciliario y lo reencarcelara para someterlo a un proceso emblemático por delitos de lesa humanidad que incluían un plan sistemático de robos de bebés denunciado durante años por las tristemente célebres Abuelas de la Plaza de Mayo.

Videla moriría a los ochenta y siete años en el Penal de Marcos Paz, de un fallo cardiorrespiratorio que lo desvideló mientras se hallaba sentado en el inodoro de su celda, qué decir de los simbolismos. Como en su natal Mercedes fue declarado cadáver no grato, tuvieron que sepultarlo en secreto en un cementerio de la ciudad de Pilar, bajo una lápida seudonímica que aún sigue sin atribución nominativa para evitar que los visitantes defequen literal o eufemísticamente en todos los muertos del dictador. Como escribió y canta Charly García, «Los que están en el aire pueden desaparecer en el aire/ Los que están en la calle pueden desaparecer en la calle/ Los amigos del barrio pueden desaparecer/ Pero los dinosaurios van a desaparecer».

Raymond Carver 25-5-1938 / 2-8-1988

Sesenta y tres años después del nacimiento bonaerense de Jorge Rafael Videla, moría en Port Angeles, estado de Washington, Raymond Carver, cuentista y poeta estadounidense y uno de los mayores exponentes del movimiento literario conocido como 'realismo sucio' del que también participaron Charles Bukowski y Tobías Wolff. Carver conoció al hombre que se convertiría en su editor y le cambiaría la vida, Gordon Lish, un día en que el escritor estaba tan borracho que no podía ni arrancar el coche, y el binomio profesional de ambos generaría una de las relaciones autor-editor más controvertidas de la historia de la literatura: tras convertirse en amigos y en compañeros espirituosos, que no espirituales, Lish decidió integrar en la revista que dirigía, Esquire, algunos de los textos de Carver, y con tal fin comenzó por parte del editor un trabajo de reescritura tan intrincado que llegó un momento en que nadie supo dónde acababa la obra de Carver y empezaba de la Lish.

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Cinco años después, Carver publicaría '¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor?', se hallaba por esos días el escritor inmerso en una de sus fases etílicas más salvajes, de tal manera que unas semanas antes le había dado un botellazo en la cabeza a su mujer. A continuación llegaría 'De qué hablamos cuando hablamos de amor', y Gordon Lish, tras comenzar modificando el título original de Carver que era 'Principiantes', prosiguió con su segadora de palabras, recortando aquí y allá, engullendo diálogos y transformando hasta los finales de algunos relatos, hasta que llegó el momento en que Carver, que en el ínterin galeradesco había dejado de beber, se percató de que su afanoso corrector había economizado tanto en el lenguaje de origen que su relectura abstemia sumada a la amnesia de alcohólico redimido apenas despertaba en su memoria un lejano eco de creación propia.

Carver envió entonces a Lish con la pluma a otra parte: «Gordon, verdad de Dios y puedo decirlo de una buena vez: no puedo someterme a este proceso de amputación y a los trasplantes que los harían encajar en el envase para poder cerrar la tapa»; rechazo que Lish refutó con el siguiente planteamiento: «Si no hubiera revisado a Carver, ¿se le habría prestado la misma atención? Tonterías». Quién sabe.

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