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Retrato de Beatriz de Bobadilla.
Calle Marquesa Moya: un nombre histórico… para una calle de recio abolengo

Calle Marquesa Moya: un nombre histórico… para una calle de recio abolengo

Tribuna de la Historia ·

Esta vía en pleno centro de Málaga lleva el nombre de la que fuera consejera y confidente de la reina Isabel la Católica, doña Beatriz de Bobadilla. Repasamos su historia

Lunes, 22 de julio 2019, 00:22

Marquesa de Moya es el nombre que rotula una de nuestras calles del Centro Histórico, ubicada concretamente en el corazón de la antigua judería malagueña. Esta calle, que por un extremo desemboca en calle Alcazabilla y por el otro en la de Pedro de Toledo, nos adentra en la emblemática calle del Císter. Esta vía lleva el nombre de la que fuera consejera y confidente de la reina Isabel la Católica, doña Beatriz de Bobadilla.

Beatriz de Bobadilla nació en 1440 en Medina del Campo. Era hija de Pedro de Bobadilla y de María Maldonado, de la baja aristocracia castellana. Su padre fue nombrado alcaide del castillo de Arévalo tras la muerte del rey Juan II. Su cometido era el de custodiar en esta fortaleza a la reina viuda Isabel de Portugal con sus hijos, Isabel y Alfonso. Todos ellos fueron recluidos en este baluarte por orden de su hijastro, el nuevo rey Enrique IV. Durante ocho años, Beatriz de Bobadilla conviviría con los hijos de la reina como cuidadora pero, a pesar de tener once años más que Isabel -pues ésta contaba con solo tres años en aquellas fechas-, las dos se hicieron íntimas amigas, compartiendo juegos, estudios y confidencias. Amistad que perduraría hasta el fallecimiento de Isabel. Enrique IV, hermanastro de Isabel y de Alfonso, decide trasladar a los niños, separándolos de su madre. El destino era Segovia, donde entonces estaba la corte. Isabel pidió al rey que la joven Beatriz formase parte de su séquito de damas de compañía; Enrique IV aceptó y don Pedro de Bobadilla tampoco opuso ninguna objeción, así que Beatriz pasó al servicio de la princesa Isabel.

Fueron transcurriendo los años y la amistad siguió creciendo hasta el punto de que la princesa Isabel propició la boda de su amiga con Andrés Cabrera, importante personaje que ejercía como alcaide del Alcázar de Segovia. Este cargo tenía gran importancia, ya que era la principal fortaleza castellana y en sus sótanos se custodiaba el tesoro real. En 1466 el rey dispuso el matrimonio de Beatriz con su mayordomo mayor, su hombre de confianza Andrés Cabrera. Beatriz tenía entonces 26 años y su marido 36. Ambos eran judíos conversos, motivo que en aquel tiempo no era relevante.

El siguiente paso en la estrategia de Enrique IV era casar a su hermanastra de 15 años con Pedro Girón; algo que nunca aceptaría ella, pues él no pertenecía a la familia real, sino que era un simple noble vasallo del rey. Además, Pedro Girón tenía más de 40 años y, aunque era soltero, ya tenía varios hijos con otras mujeres. Y tenía un carácter violento, fama de mujeriego, de mentiroso y de poco caballero. Beatriz no dudó en organizar incluso el asesinato del noble para que la boda no se llevase a cabo, algo que no llegó a suceder, pues Pedro Girón murió antes de encontrarse con su prometida. Oficialmente fue muerte natural, aunque supuestamente fue envenenado.

Isabel nunca olvidará el apoyo que le prestó Beatriz en aquel momento tan crítico de su vida. La posición de Beatriz al lado de Isabel a veces no era cómoda, porque ella y su marido eran mayordomos de Enrique IV y no podían hacer nada en contra del rey.

En 1465 una parte de los nobles se enfrentaron al rey Enrique, formando un bando alrededor de su hermanastro Alfonso, de solo 12 años, y llegaron a deponer a Enrique en la «farsa de Ávila». Isabel permaneció al lado de Alfonso durante este tiempo. Sin embargo, en 1468, Alfonso moría, quizás envenenado.

Tratado de los Toros de Guisando

Después de la muerte de su hermano, la nobleza más insurgente convence al rey para que reconozca a su hermanastra Isabel como heredera de la corona, celebrando el famoso Tratado de los Toros de Guisando. En él se especificaba que Isabel no podía contraer matrimonio sin el consentimiento del rey.

Enrique IV intenta casar en esta ocasión a Isabel con el rey de Portugal o con el duque de Guyena, pero ella no aceptó ninguna de las dos opciones. En su mente solo obraba la idea de casarse con el príncipe Fernando de Aragón y gente influyente de Aragón y de Castilla prepararon secretamente este matrimonio. Beatriz y su marido, como vasallos de Enrique IV, se opusieron en un principio a tal enlace, tratando que Isabel no se casara con Fernando, ya que eso significaba incumplir el acuerdo pactado en Guisando. La relación entre Isabel y Beatriz se enfrió durante un tiempo, principalmente porque la dama de compañía había sido apartada del plan que había urdido Isabel, que contemplaba escaparse de la fortaleza de Ocaña, donde estaba retenida, para contraer matrimonio en secreto con Fernando en Valladolid.

Una vez divulgada la noticia de que Isabel y Fernando se habían casado, un indignado Enrique IV anuló el acuerdo de Guisando y volvió a nombrar como legítima heredera de Castilla a su hija Juana la Beltraneja. El rey ordenaba entonces el envío de tropas en persecución de Isabel y Fernando, los cuales se refugiaron en la fortaleza de Medina de Río Seco. Beatriz, una vez consumado el enlace, actuó como mediadora para intentar que Isabel y su hermanastro Enrique se reconciliaran. El reinado de Enrique IV ya estaba en franca decadencia y era el marqués de Villena el que gobernaba sin el consentimiento del rey, saqueando el patrimonio y los caudales de la corona en su propio beneficio. Beatriz convenció al rey para tuviera un encuentro con su hermanastra en Segovia. La entrevista fue cordial, incluso paseando juntos a caballo por las calles en buena armonía. Poco tiempo después, el rey caería enfermo y el 11 de diciembre de 1474 moría en Madrid ante acusaciones de envenenamiento. Tras concluir el funeral, Isabel se proclamaba reina de Castilla en una ceremonia oficial en la iglesia de San Martín en la plaza Mayor de Segovia.

Recración pictórica de la coronación de Isabel la Católica.

Beatriz y su marido fueron los artífices de esa proclamación tan hábil e inmediata de Isabel, ya que sabían muy bien que los consejeros del difunto rey y del marqués de Villena no la habrían permitido porque ellos apostaban por Juana la Beltraneja. Sin la colaboración de Beatriz de Bobadilla y de su marido, Isabel no hubiera podido jamás celebrar la ceremonia. Lógicamente, ese paso significaba el estallido de la guerra de sucesión castellana (1475-1479) entre los partidarios de Isabel y los de su sobrina Juana. El Tratado de Alcaçovas pondría fin a la contienda, reconociendo a Isabel y Fernando como reyes de Castilla a cambio de ciertas concesiones a Portugal.

Poco después de ser coronada reina de Castilla se produjo un incidente en el alcázar de Segovia, donde, aprovechando la ausencia de Andrés Cabrera, el anterior alcaide Alfonso Maldonado y otros hombres armados entraron exigiendo la destitución del actual alcaide. Corrió peligro incluso la vida de la hija de Isabel, que se encontraba en esos momentos en la fortaleza. Isabel acudió desde Tordesillas y confirmó en el cargo a Cabrera, por lo que los sublevados depusieron las armas y acataron las órdenes de la reina. Toda una demostración a favor del matrimonio Cabrera-Bobadilla por los importantes servicios prestados a Isabel.

Recración pictórica del atantado de Al Guerbi.

El matrimonio recibió a lo largo de esos años cuantiosas mercedes y acumuló patrimonio de manera espectacular. Además de las rentas de Segovia, recibe también el señorío de Moya -un territorio extenso y estratégico en la frontera de los reinos de Castilla y Aragón lindando con Valencia- con el título de marqués de Moya el 4 de julio de 1489. Otras propiedades recibidas fueron Casarrubios y Valdemoro, que posteriormente se convertirían en el condado de Chinchón. Durante la guerra de Granada, el matrimonio acompañó a los reyes. Y en el sitio de Málaga, según narran los cronistas, ocurriría este famoso incidente en el que el santón Ibrahim Al Guerbi, oriundo de la isla de Djerba y procedente de Guadix, tuvo un sueño en el que Alá le mostró cómo salvar a Málaga de los cristianos. Al Guerbi pidió ser recibido por el rey Fernando en el campamento real, situado en la huerta del Acíbar... y lo consiguió. Mientras esperaba, observó cómo en el interior de una de las tiendas de campaña había una pareja ricamente ataviada que confundió con los reyes. Y arremetió contra ellos con la intención de matarlos. Eran don Álvaro de Portugal y doña Beatriz de Bobadilla. Al noble portugués le propinó con todas sus fuerzas un golpe con una daga que llevaba escondida en su vestimenta. Creyéndolo muerto, trató de matar a la marquesa de Moya. Esta consiguió escapar de él por muy poco, siendo salvada por los miembros de la escolta, que rápidamente acabaron con la vida del santón.

Recreación pictórica de la muerte de Isabel II.

El 26 de noviembre de 1504, cuando falleció la reina Isabel en Medina del Campo, Beatriz fue la persona que se encargó de cerrar los ojos de la reina. A pesar de que Isabel dejó escrito en su testamento que había que respetar a Andrés Cabrera y a Beatriz de Bobadilla porque gracias a sus servicios pudieron los reyes alcanzar la corona de Castilla, en el reinado de Felipe el Hermoso y de Juana la Loca le quitaron la alcaidía de Segovia a Andrés, pasándosela al hombre de confianza y mano derecha de Felipe el Hermoso. Cabrera se resistió y se negó a abandonar el alcázar, pero las tropas del rey y del nuevo alcaide le obligaron a abandonar el cargo.

A la vuelta del rey Fernando a Castilla, el alcázar fue devuelto al matrimonio Cabrera-Bobadilla. Fernando el Católico no olvidó los servicios prestados por Andrés Cabrera y por Beatriz de Bobadilla. El 17 de enero de 1511 Beatriz fallecía a los 71 años de edad en Madrid y fue enterrada en el convento de Santa Cruz de Carboneras, en Cuenca.

Como ven un nombre histórico… para una calle de recio abolengo

Beatriz de Bobadilla fue enterrada en el convento de Santa Cruz de Carboneras, en Cuenca

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