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Calle Granada años 40. archivo del auto
Aquella calle Granada señorial y provinciana
A la sombra de la historia

Aquella calle Granada señorial y provinciana

Jueves, 27 de julio 2023, 00:15

Le invito hoy, querido lector, a disfrutar de un paseo nostálgico por la calle Granada que conocimos nosotros y nuestros antepasados. Por razones de espacio nos ceñiremos al primer tramo, el que comprende desde la plaza de la Constitución hasta la plaza del Carbón. Esta vía principal no siempre se llamó así. También fue denominada como calle Real o de Salvador Solier, que fue alcalde de Málaga a finales del siglo XIX y del que nadie se acuerda hoy. ¿Alguien sabe quiénes fueron Méndez Núñez o Tejón y Rodríguez, cuyos nombres han sobrevivido en el callejero malagueño?

Si pudiéramos viajar en el tiempo y recorriéramos la antigua calle Granada nos encontraríamos con una travesía conventual ya que, tras sobrepasar el convento de las Agustinas en la plaza y el de las Carmelitas (que se quedaba a muy pocos metros de esta), pasaríamos por las tapias del cenobio del Ángel –que dio nombre a una de sus primeras bocacalles–, de Santa Clara –el más antiguo de Málaga, en la plaza del Siglo– y de San Bernardo. Cinco conventos en apenas trescientos metros son muchos conventos. Pero dijimos que hablaríamos solo del primer tramo de la calle, así que volvamos atrás.

Esta vía fue, sin duda, una de las más comerciales de Málaga. Antes de la apertura de la calle Larios, la de Granada reunía las más prestigiosas tiendas malagueñas, que eran frecuentadas por la burguesía local y visitantes foráneos. Dos de ellas consiguieron el codiciado título de proveedor de la Real Casa: la guantería Soto, antecesora de Pérez-Cea, y la joyería de Ghiara. Este lujoso establecimiento hacía esquina con la calle Santa Lucía y estaba decorado con maderas nobles y mármoles italianos. Es el único que ha conservado hasta hoy sus pinturas del techo, a la moda vienesa. Cuentan que la reina Victoria Eugenia era clienta habitual cuando invernaba en Málaga. Tras la Guerra Civil, ocupó su local la pastelería La Española, cuyas medias noches, cubiletes de huevo o milhojas de nata recuerda con veneración el que esto escribe.

Plaza del Carbón en 1963. Archivo CTI-UMA

En el número 1 de la calle Granada había ya un guantero en 1847 que respondía al nombre de José Alcántara Martos. Este negocio fue pasando de un dueño a otro con el rodar de la Historia hasta que acabó en manos de Rafael Pérez-Cea. Todos recordamos con cariño a este comerciante nato con su eterna sonrisa, su infinita paciencia y su inmensa bondad. Su negocio cerró definitivamente en el año 2014. ¿Cuántos pares de guantes pudieron vender a los malagueños en sus 167 años de existencia?

Repasemos otras tiendas. En la acera de los impares, en la esquina con la plaza, estuvo muchos años Marmolejo (luego Espejo Hermanos). Pasando la antigua joyería de Ghiara, en el número 21, se abrió a finales del siglo XIX uno de los primeros bazares industriales que hubo en Málaga. Su dueño se llamaba Liborio García Bartolomé y era natural de Sotillo del Rincón, provincia de Soria.

De lámparas a bujías

El Bazar Español se dedicaba a la venta de lámparas y arañas de cristal, vajillas, maletas, velocípedos, baterías de cocina, objetos para regalo, candelabros, bujías y un largo etcétera aunque, con el tiempo, se fue especializando en la venta de camas de hierro y muebles de lujo. En 1894 traspasó su negocio a los hermanos Prados Naveros, quienes se instalaron en la calle Larios a principios de siglo. Frente al bazar de don Liborio García, en los números 12 al 20, tenía una de sus puertas el Gran Bazar Industrial de Pedro Alonso, que también fue alcalde de Málaga.

Un poco más arriba se inauguró en 1964 una sucursal de Calzados Sublime, con una novedosa vitrina central a modo de escaparate que llamó la atención de los malagueños. El Café Madrid es el más antiguo de Málaga. Lo inauguró, en la última década del siglo XIX, Ricardo Carretín. En sus orígenes ocupaba el amplio chaflán existente entre las calles Calderería y Ángel, y tenía asociado al negocio una tienda de ultramarinos y coloniales. La papelería Helios abrió también en el local esquinero con Calderería. Cruzando esta calle estaba la sede de Anuncios Diana, a la que todos los malagueños se asomaban cuando querían conocer el resultado de los partidos de fútbol o el gordo agraciado en la lotería. Finalmente, para terminar con esta selección a capricho del autor, recordaremos a Calzados Alas, que durante la Guerra Civil tuvo que cambiar varias veces los cristales del escaparate, porque reventaban con las explosiones de las bombas hasta que, como no quedaban más lunas, tuvieron que instalar una malla metálica. Este negocio, que sobrevivió a una guerra, no ha podido soportar la gentrificación.

Y en la plaza del Carbón, junto a Hermoso y Casa Cano –ultramarinos finos–, brilló con luz propia la Peña Malaguista, foco cultural malagueño especialmente en los años sesenta, setenta y ochenta del siglo pasado.

Un ciego canta romances en el café Madrid

Pasemos a la acera de los pares para evocar a la cafetería Viena, La Favorita, Valero, María Manín o la farmacia Méndez, antes de Pérez Souvirón. En 1954 encontraron en esta botica unos extraños aparatos que servían para embalsamar cadáveres. Tiene su lógica. Muchos extranjeros, que fallecían en Málaga y querían ser enterrados en su tierra, tenían que ser momificados antes de emprender su último viaje. En lo que hoy es la plaza de Spínola estuvo la benemérita escuela de don Ventura, donde aprendieron sus primeras letras dos premios Nobel, Severo Ochoa y Vicente Aleixandre. Otros dos alumnos de este colegio, Ricardo Ron y Gustavo García-Herrera, recordaban desde los balcones del colegio oír recitar a un ciego unos romances sobre la Guerra de África. Era el año de 1909. El vate estaba situado en lo que entonces era el Café Madrid. En definitiva, como me decía un veterano camarero de este café, hasta no hace mucho se podía pasear desde la plaza de la Constitución hasta la del Siglo parando solo en negocios malagueños.

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