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Los salones del Círculo Mercantil, en la calle Larios, eran los más exclusivos de la ciudad Archivo UMA-CTI
Bienvenidos a la Málaga de 1899: sociedades de recreo entre las «mejores de España» pero una industria «paralizada»

Bienvenidos a la Málaga de 1899: sociedades de recreo entre las «mejores de España» pero una industria «paralizada»

El Liceo de Málaga o el Círculo Mercantil trataban de retener el brillo de décadas pasadas, que se escurría entre los dedos por la crisis económica y agraria de fin del XIX. Así recogía la principal guía de la ciudad esa época de profundos contrastes

Domingo, 19 de marzo 2023, 00:20

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Mucho se ha hablado del esplendor de la Málaga de mitad del siglo XIX, con un tejido industrial fabuloso que colocaba a la ciudad entre las mejores del país y un crecimiento en todos los órdenes -desde el urbanístico al cultural- que convirtió a la capital en un foco importador de talento que, a la vez, retroalimentaba ese tejido económico ya asentado. Este escenario, sin embargo, iría matizando el fulgor en las siguientes décadas, hasta llegar a un cambio de siglo marcado por una crisis que paralizó todos esos avances y sumió a la industria malagueña en un profundo letargo del que ya no se recuperaría. O al menos, no toda.

De esos años quedan numerosos testimonios escritos y documentales, entre ellos las llamadas 'Guías de Málaga y su provincia', que se vendían en las librerías a modo de inventario detallado de la ciudad en función del año de referencia. De entre todas las correspondientes a ese final del XIX y principios del XX, la del año 1899 es una de las que mejor recoge esa ciudad de profundos contrastes: de una parte, Málaga aún exprimía las rentas y el brillo de los años anteriores en materia social, urbanística y cultural; y, de otra, ya adivinaba que la crisis económica (sobre todo agraria, con la plaga de filoxera) terminaría por dar el golpe de gracia a esa industria que tanto esfuerzo había costado levantar.

En efecto, la guía que firmó Enrique Pérez López en 1899 ponía el foco en las de cal y en las de arena, insistiendo en que «la Málaga de hace 20 años no existe» -en alusión al desarrollo urbano- y a la vez en el hecho de que la industria «está paralizada, por desgracia, de unos años a esta parte a causa de la crisis que la provincia viene atravesando».

Una vez recorridas las nuevas calles de la ciudad, los proyectos en marcha, el nacimiento de barrios emblemáticos y el puñado de monumentos visitables -en este link se puede recuperar ese primer artículo-, el autor de la guía se detiene en las sociedades de recreo que presidían la vida cultural, política y social en Málaga y que eran punto de encuentro de artistas, comerciantes, industriales, políticos y otros gremios de referencia.

«Una historia gloriosa»

La más importante de todas fue el Liceo de Málaga, a quien el autor define como la «sociedad de recreo con más larga y gloriosa historia» y a la que el célebre escritor y periodista Sinesio Delgado llegó a definir como «el mejor centro de España». En efecto, el Liceo Artístico, Científico y Literario de Málaga brilló durante décadas en la sede del actual Conservatorio María Cristina, en la plaza que hoy se conoce por plaza de San Francisco pero que antiguamente estaba recogida en el callejero como 'plaza del Liceo'. La denominación de San Francisco le vino dada por ser ese edificio, en su origen, un convento franciscano.

Ya como sociedad de recreo, el Liceo abrió sus puertas el 19 de septiembre de 1856 y durante décadas fue la referencia culta de la capital. Así al menos lo seguía siendo en 1899, año de edición de la guía, que se refiere a un «bonito teatro» que tuvo en los primeros años y que «hoy se ha convertido en una elegante tribuna estucada, que ocupa el testero principal del salón, uno de los mejores de España». El techo, «bellísimo, se debe a los pinceles de Martínez de la Vega y Denis Belgrano (…). Además, la sala que da entrada a este salón luce cuatro soberbios espejos -aún hoy pueden disfrutarse- con lindísimas combinaciones de flores pintadas al óleo y se comunica con el tocador de señoras que, en las noches de recepción, es un verdadero boudoir de distinguidas damas».

El recorrido por el Liceo hace parada en el llamado salón 'El Senado', con una excepcional colección de pintura malagueña del XIX (desde Moreno Carbonero a Ocón, desde Simonet a Muñoz Degrain) y menciona, entre sus principales aciertos, el de la apertura de una sucursal en la «avenida Marqués de Larios -inaugurada apenas ocho años antes-, lo cual ha dado gran animación a dicho centro». Su biblioteca contaba con más de 2.500 volúmenes de todas las disciplinas y en su gabinete de lectura se podía leer la prensa nacional y extranjera. Además, los responsables de la institución desplegaban una intensa labor de promoción de artistas de todos los países y ofrecía becas a los autores locales para que pudieran seguir su formación fuera de Málaga.

Fachada del Círculo Mercantil, con las sillas en la puerta, en plena calle Larios Archivo Municipal

Más allá de esa institución, el otro gran foco cultural, social y político de la época fue el Círculo Mercantil, creado en el año 1862 y con varias sedes -estuvo en calle Carnecerías y Atarazanas- antes de su traslado definitivo a la nueva y fabulosa calle Larios. En la arteria principal de la ciudad desde 1889, dos años antes de que se inaugurara la calle del marqués, ocupó en entresuelo del número 9 y en enero de 1891 fijó su sede definitiva en la planta baja del número 5. Desde el corazón de la calle Larios, la institución no tardó en convertirse en el centro «más concurrido» de la ciudad y, tal y como recoge la guía, «hoy es uno de los espacios más confortables y bien decorados, como lo demuestra el precioso salón japonés y el severo del Renacimiento». Continúa el texto recordando que «el gran salón, descubierto en verano y cubierto en invierno, es magnífico (…). Tiene además una sala de lectura, salón de billar, gabinete de 'toilette' con peluquería y otras dependencias, todas decoradas con el mejor gusto».

Su biblioteca, en este caso, contaba con 1.500 ejemplares y los promotores de la institución impulsaron la creación, en 1886, de la Cámara de Comercio en Málaga.

Desde ese escenario inigualable de la calle Larios, al Círculo Mercantil iba todo aquel que quería ver y ser visto y sus cuatro paredes guardan episodios gloriosos de las tertulias y debates sobre la actualidad de la época. En medio de todo ese brillo, también tuvo sombras: en concreto, uno de los episodios más terribles de la crónica negra de la ciudad en el arranque del siglo XX, como la reyerta a muerte entre dos concejales del Ayuntamiento de Málaga que terminó con la muerte de uno de ellos. En concreto, de Miguel Sánchez-Pastor León, hijo del que fuera alcalde de Málaga, Miguel Sánchez-Pastor Drago, regidor de la ciudad en varias ocasiones entre los años 1883 y 1891.

Más allá del Liceo de Málaga y el Círculo Mercantil, la guía que firmó Enrique Pérez López se detiene brevemente en otras sociedades de recreo como el 'Círculo Malagueño', «ubicado en el Muelle», y en algunos de los principales centros de enseñanza de la capital. Es el caso de la Escuela de Bellas Artes (hoy sede del Ateneo), fundada en 1831 y que «ocupa el edificio de San Telmo, antigua casa de la Compañía de Jesús». Como curiosidad, a ese centro acudían «a las clases nocturnas 1.000 alumnos y 275 señoritas a las clases diurnas: la mayoría de los alumnos son obreros». De sus aulas salieron los mejores pintores de la época, caso de los ya mencionados Moreno Carbonero, Ocón, Denis Belgrano, Martínez de la Vega, Simonet o Reina Manescau. Además, la escuela contaba con dos sucsursales, «una en el Molinillo y otra en la calle Santa Sofía, ambos muy concurridos».

Fachada del Colegio San Estanislao, de los Jesuitas, en El Palo, a principios del siglo XX Sur

Otros centros de enseñanza de la época fueron el Seminario Conciliar, la Escuela Superior de Comercio, el Instituto Provincial o el Colegio de los Jesuitas, «fundado en 1880 y con 250 alumnos, todos internos, en el magnífico edificio en el camino de El Palo». También se recuerda el esplendor de la Escuela Normal de Maestros y Maestras «y varios colegios incorporados al instituto, así como un gran número de academias particulares y 40 escuelas gratuitas costeadas por el Ayuntamiento que demuestran el alto grado de progreso y cultura -presume la guía- que tiene Málaga».

Pero también hay espacio para las sombras en este amplísimo texto de Enrique Pérez López. Este capítulo, el último del volumen, lo reserva el autor para la industria de Málaga, que quizás en otro momento hubiera pasado a las primeras páginas de la guía de no ser por la profunda crisis que ya atravesaba el sector. «La industria está paralizada de unos años a esta parte», se lamenta poco antes de entrar de lleno en algunas de las más factorías importantes de la época. Aun así, el autor constata que, en general y al menos hasta ese momento, «las fábricas han mejorado su material, pudiendo competir las de hilados, tejidos y estampados con las mejores de Inglaterra».

A la cabeza de todas ellas estaba, sin duda, la Industria Malagueña, fundada en 1846 «por los señores don Manuel Agustín Heredia y don Martín Larios y hoy propiedad de la opulenta casa Hijos de M. Larios». Se da la circunstancia, en este sentido, de que Heredia falleció el mismo año en que se firmó la constitución de la fábrica con su socio y que no pudo ver cumplido ese sueño empresarial. Sobre sus adelantos, la guía recoge que «cinco grandes máquinas de vapor dan movimiento a sus extensos talleres, que producen 25.000 piezas de tela cada semana, ocupándose en la fabricación 5.000 obreros de ambos sexos».

Detalle de la Industria Malagueña, en los años 30 Archivo CTI UMA

También tuvo su lugar en la historia la fábrica la Aurora, también textil y en este caso propiedad del marqués de Guadiaro, Carlos Larios, cuñado y a la vez sobrino de Martín Larios (Martín se casó con su sobrina Margarita, hermana de Carlos, de ahí el parentesco doble). Un poco más modesta que la anterior -de hecho la llamaban la 'fábrica chica' a la hora de compararla con la Industria Malagueña-, La Aurora tejía semanalmente 9.000 piezas y daba trabajo a 2.000 obreros.

Si el textil fue importante, el capítulo siderúrgico no fue menos, y en este caso la guía se detiene en la Constancia, fundada en 1833 por el propio Manuel Agustín Heredia como complemento a La Concepción, también suya y con sede en Marbella. La «hermosa ferrería -recoge la guía- es de grata y respetable memoria para los malagueños (…)». Y añade: «Constrúyense en esta fábrica edificios metálicos, grúas de vapor, máquinas para la industria y agricultura, motores y calderas de vapor, prensas hidráulicas, bombas centrífugas, planchas de hierro y cuanto pueda elaborarse en las más reputadas fundiciones».

Las otras fábricas del sector siderúrgico que también tuvieron su peso en Málaga fueron, según recoge la guía, «las que pertenecen a los señores Tomás Trigueros, Joaquín Almellones, Rupert M. Heaton y Antonio Herrero».

Fábrica de las tejas Santa Inés, en Teatinos Archivo CTI UMA

Mención especial da el texto, además, a la fábrica de cerámica y alfarería 'Santa Inés' -de ahí el nombre de la zona conocida como la Colonia de Santa Inés-, «propiedad del señor Francisco Viana Cárdenas y situada a dos kilómetros de la ciudad, camino de Teatinos». La factoría producía 20.000 ladrillos cada día, aparte de la fabricación de zócalos, jarrones, tejas y «preciosos mosaicos».

El mapa industrial de la Málaga de la época se completaba con la destilería «de los señores Jiménez y Lamothe, modelo entre las de su clase». Allí, añade la guía, «se elaboran los exquisitos cognacs españoles de tan acreditada marca y también es digna de ser visitada». O las «grandes bodegas de don José Ramos Power, que han sido visitadas por reyes y príncipes y cuantos extranjeros de renombre han venido a Málaga».

El capítulo más dulce del sector fabril se escribía, por su parte, gracias a 'La Riojana', «fábrica de chocolates, bizcochos y galletas, de los señores Hijos de Antonio J. Gómez»; y el de las artes gráficas, con la fábrica de «estampas, cromos y productos litográficos que fundó el señor Fausto Muñoz Madueño y que hoy es propiedad de sus herederos».

La Industria Malagueña, La Aurora, la fábrica de tejas Santa Inés, la siderurgia y las destilerías dieron a Málaga un sello único en el XIX

El recorrido por el tejido industrial de la Málaga de la época se completa con las fábricas de caña de azúcar «de los señores Larios, Heredia, Huelin, Castel y otras…». Sin embargo, según recoge la guía, «las causas que señalamos al ocuparnos de la crisis agrícola han contribuido a la paralización completa de algunas de ellas y a que otras se dediquen casi exclusivamente al refino de las mieles que traen de América (…). Alguna, como la de los señores Heredia Hermanos, se dedican ya por completo a la remolacha». Por último, el paseo por la Málaga de las grandes chimeneas hace parada en la fábrica refinadora de petróleo, también propiedad de Carlos Larios y ubicada en lo que hoy conocemos como calle Pacífico, «que es otra de las que honran a la industria de esta ciudad, tanto por la perfección de sus productos cuanto por lo bien montado de sus talleres».

Las referencias al resto de fábricas de gas, chocolate, gaseosas, sombreros, extracto de palo-dulce (palodú), estuches, cemento, zapatos, medias, fósforo, pastas, flores, cerámica, botones, salazón de pescados o barriles, entre otras muchas, terminan por dibujar el completo mapa de la Málaga de 1899, un final de siglo que, visto lo visto, daba carpetazo al esplendor de las épocas pasadas y abría un nuevo capítulo que obligó a la ciudad a reinventarse de nuevo. El del convulso siglo XX. Pero ésa ya es otra historia.

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