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'La batalla naval de Málaga (1704)', de Paulus Deker. ARCHIVO MUNICIPAL DE MÁLAGA
La batalla naval de Málaga que hizo historia

La batalla naval de Málaga que hizo historia

El siglo XVIII se iniciaba en nuestro país con un conflicto sucesorio que terminó en una guerra. La muerte del último de los Austrias en noviembre de 1700 sin herederos directos preparó un escenario en el que varios pretendientes reclamaban su derecho a la corona hispana

Francisco Cabrera Pablos

Lunes, 6 de diciembre 2021, 17:41

El siglo XVIII se iniciaba en nuestro país con un conflicto sucesorio que terminó en una guerra. La muerte del último de los Austrias en noviembre de 1700 sin herederos directos preparó un escenario en el que varios pretendientes reclamaban su derecho a la corona hispana. El testamento de Carlos II entregando el trono a Felipe de Anjou no hizo más que precipitar los acontecimientos.

Así, el archiduque Carlos de Austria, con el apoyo de su Casa, de Inglaterra y Holanda, al que se uniría Portugal, reclamó unos derechos que consideraba lesionados. Frente a él, Felipe V recibía el de su abuelo Luis XIV de Francia. A partir de entonces los hechos se precipitaron en una guerra larga y costosa en vidas y haciendas.

La muerte del emperador José I en el mes de abril de 1711 y la llamada de su hermano Carlos a sucederle en el trono dieron un giro inesperado a los acontecimientos: si las potencias no veían con agrado la alianza francoespañola, la posible unión de las dos casas austriacas resultaba igualmente rechazable para los británicos. Pronto se iniciaban las conversaciones de paz en la ciudad holandesa de Utrechet, firmándose los tratados en 1713.

Andalusiae Castellum Gibraltar … y Málaga. Seutter. Augsburgo (c. 1730). BIBLIOTHEQUE ROYAL ALBERT I. BRUXELLES

A lo largo del conflicto sucesorio, el estrecho de Gibraltar siguió siendo geoestratégicamente esencial y como tal, las potencias europeas tuvieron un extraordinario interés por controlar alguna de las plazas que se asomaban a su marina. Así, desde la primavera de 1704, la armada del almirante Sir George Rooke navegaba por el Mediterráneo sin que pudiera precisarse dónde pensaba desembarcar.

Las autoridades malagueñas mostraban su preocupación en un informe enviado a Felipe V ante los escasos medios con los que contaban y la continua aparición de velas británicas en estas aguas: «En la necesidad en que se halló en el día diez y ocho del mes de julio que se puso a la frente la armada enemiga y convocado las milicias auxiliares para su defensa, y haberse mantenido doce días con las armas en la mano, hasta que se retiró la armada a las costas de la Berbería.»

El repliegue de los barcos ingleses respondía a razones estratégicas, ya que trataban de averiguar dónde las defensas resultaban más vulnerables. Por ello y tras un intento fallido sobre Ceuta, el almirante Rooke dirigió sus barcos a Gibraltar al tener noticias de la escasa resistencia que podía ofrecer.

Ataque a Gibraltar en agosto de 1704. ARCHIVO GENERAL DE SIMANCAS

En su bahía echaban el ancla a primeros de agosto de 1704 iniciando el bombardeo. El desenlace es bien conocido: su gobernador, Diego de Salinas, tuvo que rendirse a pesar de los extraordinarios esfuerzos realizados para mantener el pabellón de Felipe V.

Una vez confirmados en Málaga estos hechos y dada la proximidad entre las dos ciudades, las autoridades se prepararon para afrontar un ataque que consideraban inminente. La creación de una Junta de Guerra presidida por el conde de Peñarrubia, la recaudación de fondos y la urgente petición de tropas y armas fueron sus primeras medidas. La convocatoria de las milicias urbanas, la distribución de los puestos de guardia, apertura de trincheras y avituallamiento se decidieron de inmediato.

El día 19, apenas dos semanas después de la pérdida del Peñón, la Junta de Guerra malagueña se dirigía de nuevo al Rey demandando vehementemente una ayuda tan necesaria: «Faltan palabras y sobran sentimientos para decir a V.M. el desconsuelo tan grande en que se halla por el asedio y pérdida de la plaza de Gibraltar, avistándose en estos parajes todos los días algunos navíos y ser esta una de las plazas amenazadas y más inmediata a padecer cualquiera hostilidad, como han declarado diferentes desertores y personas de graduación que han venido de dicha plaza.»

'Málaga, fameux por de mer eveché ...', de Jaques Chéreau. BIBLIOTHEQUE ROYAL ALBERT I. BRUXELLES.

Desde luego, las defensas eran escasas. Junto a la Alcazaba y Gibralfaro estaba el castillo de San Lorenzo protegiendo la entrada al puerto. El sistema amurallado aparecía tan deteriorado que presumiblemente sería rebasado por un ejército medianamente capaz.

En el escenario que terminamos de exponer, los ciudadanos que aún no habían huido se preparaban para un desembarco británico que suponían inminente. Los documentos oficiales y los tesoros de los conventos se enviaban a pueblos del interior y los barcos mercantes aquí fondeados se hacían rápidamente a la vela buscando aguas más tranquilas.

'Batalla naval de 1704', de Ruiz-Juan.

La batalla

La pérdida de Gibraltar causó en nuestra ciudad una verdadera conmoción. Afortunadamente, el 10 de agosto, llegaba un correo urgente con la noticia de que una escuadra francesa navegaba a toda vela hacia estas aguas. Sin embargo, tres días después los primeros buques angloholandeses aparecían sobre Marbella sin que ningún barco francés estuviese a la vista.

Al fin, el día 15, algunos navíos de la escuadra aliada procedente de Tolón y mandada por el conde de Tolosa se divisaban sobre Vélez Málaga: asunto este investigado de forma solvente por los historiadores Francisco Montoro y Miguel Ranea.

'Battle of Malaga', de Isaac Sailmaker (1704). NATIONAL MARITIME MUSEUM. LONDRES.

El grueso de las dos flotas llegaba en las jornadas siguientes a la bahía malagueña, mientras el pueblo que aún no había huido permanecía entre atemorizado y expectante.

Un interesante testimonio recogido por un marino francés que participó en la batalla, conservado en la Bibliothèque Historique (Marine Nationale. Paris), recogía en su informe aquellas difíciles horas:

Por la noticia que el Sr. Almirante tuvo de que los enemigos habían entrado en los mares con 63 naves y que habían tomado Gibraltar y no quedaba más que marchar a él para guardar el resto de la costa de España, aunque él no tenía más que 50 navíos.

Su armada llegó el 22 de agosto a Vélez Málaga para hacer una aguada, faltando algunas naves: las fragatas que nosotros teníamos a la descubierta nos hicieron la señal de que se acercaba la armada enemiga.

El domingo 24 la armada francesa abandonó la costa de Vélez donde se hallaba fondeada navegando a toda vela hacia el oeste al tener conocimiento de que se acercaba la angloholandesa desde el sureste. Pretendía de esa forma cortarle al enemigo un posible rumbo hacia Gibraltar, una maniobra sin duda arriesgada porque Tolosa perdía con ella la ventaja del barlovento.

THE NEWBERRY LIBRARY DE CHICAGO. FRENCH MARINE.
THE NEWBERRY LIBRARY DE CHICAGO. FRENCH MARINE.
THE NEWBERRY LIBRARY DE CHICAGO. FRENCH MARINE.

Unos dibujos muy esquemáticos conservados en Chicago y localizados por el historiador Manuel Olmedo reflejan de la mano de un marino francés que participó en el combate la situación de las dos armadas. Frente a la ciudad de Málaga, en plena bahía, las dos fuerzas estaban a la vista adoptando posiciones. Una vez formadas en línea ambas flotas, a las diez de la mañana se inició el fuego de artillería que se mantuvo muy intenso durante todo el día, no cesando hasta que la falta de luz hizo imposible la lucha.

Mapa publicado en Augsburgo entre 1716 y 1720. J. Stridbeck. INSTITUTO GEOGRÁFICO NACIONAL. MADRID.

Las actas capitulares de la Catedral recogieron el inicio del bombardeo el domingo 24 de agosto: «estando consumiendo en dicha misa, después de dadas las diez, se oyó grande estruendo de artillería frente de esta ciudad, en el golfo, que horrorizaba porque hacía temblar los edificios de esta ciudad, y se cayeron algunos vidros de las vidrieras de esta Santa iglesia».

El número de muertos y heridos fue aumentando con el paso de las horas y algunos barcos hubieron de replegarse a retaguardia con los aparejos muy dañados. La escasez de municiones en los británicos, que habían utilizado una parte de sus reservas en el bombardeo de Gibraltar, obligó a retirarse a varias de sus naves. A la llegada de la noche, las dos escuadras se habían alejado lo suficiente como para no esperar un inmediato enfrentamiento.

Al siguiente día, los navíos aliados desembarcaban muertos y heridos en Málaga y en Vélez procediendo a reparar los daños causados en la refriega, daños que en algunos barcos era considerable.

Las naves británicas -algunas muy desarboladas- emprendían una desordenada marcha hacia Gibraltar, en donde por espacio de algunas jornadas acometieron las reparaciones más apremiantes, que le permitieran volver a sus bases en Inglaterra.

Litografía sobre la batalla naval en 1704.

Ese mismo 25 de agosto, en un cabildo extraordinario, el Ayuntamiento analizaba los acontecimientos disponiendo la atención a las víctimas y el entierro en las iglesias de los oficiales y marineros que habían fallecido.

Resulta curioso que ese mismo día llegaba una carta del Rey avisando del ataque «que estaba produciéndose a Gibraltar» y reconviniendo a la defensa, información que obviamente ya había sido conocida por los malagueños tres semanas atrás a las pocas horas de producirse. De inmediato se cursó un propio a S.M. explicando lo acontecido. Entre tanto, la ciudad agasajaba al conde de Tolosa y demás jefes como vencedores, participando todo el pueblo con el entusiasmo que es de suponer.

Intervinieron en la lucha por los aliados unos cincuenta barcos de diferentes tipos, veinticuatro galeras entre francesas y españolas y algunos navíos menores como fragatas, brulotes, galeras y flautas. El número total de cañones sumaba 3520 piezas y las tripulaciones alcanzaron los 23 955 hombres. En la vanguardia francesa el teniente general de Villete, en el centro el conde de Tolosa, ocupando la retaguardia el teniente general Langueron. El resto de naves auxiliares actuaban de apoyo al grueso de la escuadra. Respecto a las bajas, entre muertos y heridos hubo una treintena de fallecidos y más de ciento cincuenta heridos de jefes y oficiales, sin contar marinería.

En el bando contrario encontramos algo similar: las fuentes aportan informaciones diferentes según su procedencia. En una carta que un comandante británico dirigió a sus superiores apenas terminado el combate afirmaba que la armada angloholandesa constaba de 53 buques de línea, 6 fragatas y otros barcos auxiliares. Su potencia de fuego alcanzaba los 3614 cañones y contaban con 24 277 hombres.

Los británicos tuvieron alrededor de 3000 bajas. Los holandeses por su parte sufrieron la voladura después de la refriega de su buque insignia, el Graaf van Albermarle, el cual estaba bajo el mando del almirante Callenburgh, salvándose solo ocho hombres. La vanguardia de la flota iba mandada por el almirante Shovel, el centro por George Rooke y la retaguardia por Callenburgh.

Durante los meses siguientes aparecen documentos relativos a la batalla que terminamos de describir: recuperación de heridos, refuerzo de las defensas y algún que otro entierro de oficiales de alta graduación. Queda la incógnita de cómo el conde de Tolosa no siguió a los británicos que presentaban, sin duda, una indudable escasez de municiones. Al contrario, retiró sus barcos hacia la base de Tolón, no volviendo a participar en un enfrentamiento de semejante envergadura en toda la guerra de Sucesión.

Un enfrentamiento naval en esta bahía que por el número de naves, cañones y hombres ha hecho historia. Y una pérdida, la de Gibraltar, que durante siglos constituyó una primordial preocupación de la Corona en su afán por recuperarla.

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