Víctor Heredia
Sábado, 27 de julio 2024, 12:58
¿Cómo se ha resuelto históricamente la distribución de alimentos? Hace siglos se vendían en tiendas y en mercados callejeros, salvo algunos que estaban sujetos ... a una reglamentación más estricta y, al menos legalmente, solo se podían vender en lugares determinados, como las antiguas Carnecerías (así, no carnicerías) ubicadas en el número 11 de la actual calle Especerías. Esta denominación recuerda, precisamente, la especialización de esta vía en la venta de especias y de productos de droguería, como el solimán, que igualmente da nombre a un callejón sin salida de esta zona.
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El primer mercado permanente malagueño conocido se ubicó entre el puente de Santo Domingo y la entrada de la calle Carretería, a lo largo del pasillo de Santa Isabel. Un plano del año 1808 que se conserva en el Archivo Municipal habla del «terreno donde diariamente se hace la feria de comestibles en el sitio de Puerta Nueva», indicando los puntos dedicados a la venta de berzas, frutas, pan, pescado, asaduras, mantecas, cebada, carbón y otras cosas. Puerta Nueva ha sido siempre el principal acceso desde los pueblos de la provincia a la capital y, en consecuencia, puerta de entrada de muchos productos del campo.
El mercado 'provisional' se fue consolidando cuando el Ayuntamiento instaló a mediados del siglo XIX una serie de casillas de madera (que antes habían estado en Puerta del Mar) adosadas al paredón del río que arrendaba para la venta de carnes, frutas y verduras. El Mercado de Santa Isabel, como también fue conocido, se extendía mediante numerosos puestos callejeros hacia la calle Carretería e incluso al propio cauce del río Guadalmedina. Fue desmantelado poco después de la riada de 1907 para construir una de las rampas de acceso al puente de la Aurora.
Durante la primera mitad del siglo XIX se estableció un modelo de distribución comercial de alimentos perecederos basado en la creación de unos equipamientos municipales específicos, los mercados de abastos, que no consiguieron eliminar las formas ancestrales de venta en puestos y tiendas en lugares de paso.
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En el entorno de la Alhóndiga (en la actual plaza de Félix Sáenz) y de Puerta del Mar existió otro extenso mercado callejero. Viajeros como Henry David Inglis y, sobre todo, George Dennis nos dejaron descripciones de su ambiente. Este último, que lo vio en 1836, escribió (en traducción de Blanca Krauel): «Lo primero que nos llama la atención son los numerosos toldos angulados de lona, sostenidos con palos y distendidos con cuerdas (…); debajo, a la sombra, se sientan respetables señoras, rodeadas por una muralla de cestos abarrotados de frutas tentadoras».
Desde 1842, el Ayuntamiento aspiraba a construir un gran edificio para mercado en las viejas Atarazanas y, mientras ese proyecto se concretó, se habilitó un espacio que se llamó Isleta de Chenel, entre las calles Atarazanas, Puerta del Mar, Panaderos y Pastora. Pascual Madoz dice que fue construido en 1846 y que era un cuadrilongo con una galería baja con 27 arcos que rodeaban toda la manzana.
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Para la venta de pescado se hicieron unas casillas fijas en la playa de Pescadería, que se correspondía con el actual Muelle de Heredia. En 1854 se construyó «un magnífico tinglado de hierro, de bonita forma y sumamente espacioso y cómodo». Según una guía de 1866 era «el único mercado que satisface completamente el objeto para el que fue destinado».
Otro punto de concentración de puestos de frutas, verduras, legumbres, carnes, etc. era el entorno de la Puerta de Buenaventura, al final de la calle Carretería. En la plazuela de San Pedro de Alcántara se colocaban, por ejemplo, los panaderos de Alhaurín. En este lugar se construyó un pequeño mercado metálico en 1915, diseñado por el arquitecto Manuel Rivera Vera, que fue desmantelado hacia 1940.
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El viejo proyecto de crear una gran plaza de abastos sobre el solar de las Atarazanas no se concretó hasta la década de 1870, después de la demolición del histórico edificio. El arquitecto Joaquín de Rucoba ideó un mercado de estructura metálica inspirado en el modelo parisino de Les Halles en el que integró la monumental portada medieval. Fue inaugurado en 1879 y su puesta en servicio trajo consigo la remodelación urbanística de sus alrededores para facilitar el acceso al nuevo mercado.
En 1925 quedó terminado el exótico Mercado de Salamanca, en el barrio del Molinillo, con un atractivo diseño neoárabe del arquitecto Daniel Rubio. En las décadas siguientes el número de mercados aumentó considerablemente: Mármoles (luego sustituido por Bailén), Ciudad Jardín, Churriana, Pedregalejo, Carmen, El Palo, García Grana, La Palma, Merced, Portada Alta, Dos Hermanas y Huelin. En la actualidad existen quince mercados municipales en la ciudad.
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El principal atractivo del Mercado Central o de Atarazanas, denominado en su origen de Alfonso XII, es la monumental portada de piedra del siglo XIV, con un gran arco de herradura y los escudos de la dinastía nazarí, salvada gracias a la intervención de la Academia de Bellas Artes de San Telmo. Otro es su estructura metálica, realizada en la fundición sevillana de Pérez Hermanos. Un tercer punto de interés del edificio es la enorme vidriera de 108 paños de cristal pintado que representa algunos de los monumentos de la ciudad al fondo de la nave central. Es obra del estudio del artista Ángel Atienza, quien se dedicó a la creación de vitrales y murales de cerámica después de ganar cuatro copas de Europa como futbolista del Real Madrid. Se hizo en 1973, una vez que el Ayuntamiento abandonó el descabellado proyecto de desmantelar el mercado para levantar una torre de aparcamientos. El edificio fue declarado bien de interés cultural en 1979 y recuperó su primitivo esplendor con la rehabilitación terminada en 2010.
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