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Juanjo Mostazo a lo largo de su vida desde su Cádiz natal ha recalado en Sevilla, Barcelona, Berlín, París y ahora en Málaga y ha hecho muchas cosas, pero se define de tres maneras: antes que nada, dice, es ingeniero, como tal se formó y ... es lo que le gusta; luego, añade, es emprendedor, cofundador y director tecnológico de Bidmotion o de Homa, esta última una compañía especializada en gaming; y en los últimos años ha sumado una tercera identidad, la de inversor, tanto a título personal, como 'business angel', como a través de fondos de capital riesgo muy relevantes en España, como K Fund. «Mi carrera ha ido evolucionando, pero sobre todo soy un culo inquieto profesional», así lo ha explicado este viernes en una nueva edición de Sun&Tech Málaga Meet Now, un ciclo de debate especializado en tecnología, innovación y emprendimiento que organiza SUR con el apoyo de la Diputación Provincial de Málaga y CaixaBank DayOne, así como con la colaboración de Esic Business & Marketing School, que ha sido el escenario que ha acogido el acto, dirigido por la periodista Nuria Triguero.
El auditorio, por tanto, estaba formado en su mayoría por jóvenes estudiantes de ESIC. Y a ellos apeló Mostazo en numerosas ocasiones. Sobre todo, con una idea fuerza: lo beneficioso que es empezar la carrera profesional en una startup. Si bien cuando terminó su carrera de ingeniería informática en Sevilla quería entrar a trabajar en una empresa grande, potente, aterrizó por casualidad en una startup, y ahora es justo lo que recomienda. Lo primero, porque le ayudó a caer en la cuenta de que de esta manera también podía «tocar» a los fundadores, a los innovadores, a los padres de «la idea», y de que «no hace falta ser Bill Gates ni estar en San Francisco» para emprender: «Si gente con un perfil similar al mío puede emprender, yo también». Por eso, lanzó al público: «Quiero que mañana alguien de vosotros diga: 'si ése de Cádiz (por él mismo) puede, yo que soy de Alahurín de la Torre, también puedo'». Pero también avisó de que antes de tirarse a la piscina del emprendimiento, es mejor haber trabajado en una empresa incipiente: «Trabajar en una startup es una mili profesional: estás en guerra todos los días, esto te curte; eres una navaja suiza, porque haces y vales para todo». Sobre todo aconseja esto para los «culos inquietos», para quienes «no están cómodos estando cómodos».
Si trabajar en una startup constituye un plus de experiencia, el siguiente paso, el del emprendimiento, es un plus en el currículum, asegura. A la hora de crear una nueva empresa, dice, «hay dos opciones: o ganar o ganar». Y no es que haya lanzado un mensaje complaciente a su auditorio, al revés, es muy realista: «Lo normal es que no vaya bien. Construir un Facebook no es lo normal». Pero acto seguido asegura: «Si fracaso, gano igualmente, por el aprendizaje y por tener ese sello de haber emprendido, que se valora mucho en las empresas porque demuestra iniciativa, proactividad e inquietud».
Y si ésa es una lección que ha aprendido, la otra es la importancia de juntarse con gente con la que se esté muy alineado y con perspectivas vitales y perfiles complementarios. «Emprender es muy largo, muy duro, hay muchos momentos de oscuridad y es necesaria gente para apoyarte y complementarte», afirma. «No lo hagas solo; busca gente que te complemente», añade. Y cuenta que él en Berlín emprendió con un francés y un hindú: él era la pata técnica y sus dos socios, el de negocio y otro más de operaciones. Pusieron en marcha una plataforma para crear campañas para aplicaciones móviles -su producto identificaba cuándo y qué producto ofrece a quién-. Consiguieron muy buenos clientes, como Uber o Candy Crash, y lo monetizaron muy pronto. Pero su ambición era mayor que el mercado potencial que podrían alcanzar.
Entonces entraron en el mundillo del gaming y pusieron en marcha Homa: «El mercado son todas las personas que tienen un móvil». Se han especializado en los juegos hipercasuales, juegos sencillos pero que enganchan mucho, y a los que enlazan publicidad de forma personalizada -a cada usuario, la publicidad que está dispuesto a admitir, porque cada uno tiene un umbral diferente de tolerancia a los banners-. Analizan muchos productos y lanzan aquellos que creen que tienen más potencial en busca de un bombazo que les haga saltar de ser una empresa grande -son ya 250 trabajadores- a ser un gigante. Antes utilizaban los juegos de terceros, pero ahora los producen ellos mismos con la puesta en marcha o la compra de sus propios estudios. Al principio fueron a pulmón, con los recursos obtenidos de su empresa anterior, pero luego hicieron varias rondas de financiación que han captado en el mercado cerca de 130 millones de euros para crecer. Y ya están rozando la rentabilidad con los 130 millones de euros de facturación que esperan tener este año desde los 80 millones del año pasado. En estos cuatro años de actividad han lanzado 50 juegos al mercado (y procesan 200 al mes, lo que implica el trabajo de selección que realizan) que tienen 1.500 millones de descargas acumuladas.
Mostazo, de 37 años, sigue siendo socio de Homa, pero dejó su dirección tecnológica. Ese es otro aprendizaje que comparte: no hay que agarrarse al puesto; hay que divertirse, hay que sentir que se está haciendo algo que gusta. Él ya no se lo estaba pasando tan bien.
Y ahora está desarrollando más su papel de inversor, de business angel. Mete dinero en empresas en fase muy temprana, pero que tienen algo de tracción, que facturan algo, aunque no sea mucho. Ya ha invertido en más de 130 empresas. Dice que quiere llegar a las 200 en un periodo total de ocho años. Aunque considera que al ritmo actual lo conseguirá en siete ejercicios. Escoge compañías en las que cree que puede aportar: empresas tecnológicas pero no muy complicadas y cuyo mercado sea muy grande. Para elegir una empresa se fija sobre todo en el equipo humano, que sea espabilado, ambicioso y complementario. Y no le da importancia a los planes de futuro, pero sí a las métricas de los ultimos seis meses: quiere ver el dinero que ha ganado la empresa y cómo se ha gastado. «El futuro es impredecible. Todo lo que sea más de tres meses es ciencia ficción», asegura.
Si invierte en tantas empresas, explica, es porque a partir de las 150 participadas se maximiza la probabilidad de hallar un unicornio, una estrella corporativa. Aunque concede que también su manera de invertir tiene un punto arriesgado.
Tras diez meses en Málaga, Juanjo Mostazo tiene su diagnóstico sobre la dimensión tecnológica de la ciudad: «Me ha sorprendido para bien. Me la esperaba más verde de lo que está. Me recuerda mucho a la Barcelona que viví en 2008 o 2010». En este sentido, explica que ya ha observado que existe una primera generación de proyectos tecnológicos en la ciudad que da el relevo a una segunda generación. En Barcelona, ilustra, ya hay cuatro generaciones. Y en Berlín ya están en la sexta. Cree, asimismo, que Málaga superará a Valencia como ecosistema tech, por lo que pronto se convertirá en la tercera ciudad de España en esta métrica.
Pero también lanza alguna crítica. Y señala, básicamente, dos. En primer lugar, el nivel de inglés en perfiles profesionales de cualquier tipo, también el «corporate». «Eso pone muchos palos en la rueda: hay mucho dinero, hay inversores, pero el idioma limita», asegura. La segunda cuestión limitante es la que él ve como «desconexión con Marbella», lo que dice que le «molesta»: «Ahí hay muchas startups, pero es otro universo paralelo, hay una desconexión total», valora.
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