josé maría martín
Miércoles, 15 de septiembre 2021, 01:10
Lo que hasta hace una semana fueron kilómetros de monte verde, a la espalda de la urbanización Las Abejeras, en Estepona, hoy es un paisaje desolador. Sus vecinos, los primeros en ser desalojados de sus casas, en la madrugada del miércoles, aún recuerdan con estupor ... como literalmente la policía les sacó de la cama «aporreando las puertas». Casi cuatro noches después, la evolución favorable del incendio les permitió volver a sus hogares, en los que encontraron animales desorientados, en algunos casos; comida deteriorada en otros y un elemento común, una buena capa de ceniza en sus terrazas e incluso en el interior de sus viviendas que se afanan en limpiar con todo el arsenal disponible, escobas y mangueras en mano.
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Paloma fue una de las vecinas afectadas. Junto a su marido y su hijo, se encuentran sacando bolsas de basura con comida que tenían en el frigorífico y que se les ha estropeado. «Nos encontramos muchísima ceniza, que entró incluso por debajo de la puerta. Son apartamentos dúplex y llegó a la planta de abajo. Toda la terraza llena y la comunidad en sí. Lo peor es que nos hemos encontrado un paisaje desolador, es lo que más nos duele», confiesa. Muchos de los habitantes de esta urbanización eligieron precisamente el lugar por encontrarse rodeado de naturaleza, por eso a muchos de ellos les costó alojarse en un sitio desde el que perdieran vista lo que estaba pasando.
«Yo he pasado todas estas noches allí, en el control policial, en un bordillo sentada y viendo mi casa. Si se quemaba o se caía quería verlo en primera persona. Anoche empecé a limpiar, me acosté sobre las 5.30 de la madrugada y por la mañana, a las 7, estábamos de nuevo en pie», confiesa Paloma.
La historia de Yoel, vecina de origen belga de esta zona, es bastante curiosa. Hace unos días cerró los flecos del contrato de alquiler para vivir en uno de estos apartamentos. Un contrato que daba comienzo hoy. A su llegada a Estepona, se ha visto envuelta en una película de terror y ahora tiene un piso que deberá estrenar y adecentar, tras lo ocurrido. «Decidí alquilar un apartamento porque me encantó el lugar, con tanta naturaleza alrededor. Firmé el contrato y me tocaba empezar a vivir justo hoy, ahora me va a tocar limpiar. La gran pena es que hemos perdido todo el paisaje de ahí atrás».
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En su mismo pasillo, Ana se aferra con su escoba para eliminar los últimos rastros de ceniza con los que el devastador incendio ha tiznado las zonas comunes. Ella fue una de las que se marchó dejando animales dentro. «Solo pude sacar algunos, otros los tuve que dejar encerrados, con varios cuencos de comida. Por suerte me he encontrado mi casa bien, sin mucha ceniza. Hemos tenido suerte. El resto de mis animales también estaban bien», relata.
Rafael decidió pasar las noches que han permanecido desalojados con familiares de su ciudad de origen, Sevilla. Desde allí fue siguiendo por los medios de comunicación todo lo relativo al incendio. «La casa en sí no tiene ningún desperfecto. Me sabe muy mal por el entorno. Nos vinimos a una zona alejada, en medio del monte, para disfrutar de la naturaleza y ahora nos han arruinado el plan», lamenta este vecino.
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Por su parte, un grupo de vecinos, coordinado por varias asociaciones protectoras de animales, comenzaron a organizarse desde la tarde de ayer para hacer acopio de alimento y agua para los animales salvajes que hayan sobrevivido al incendio y que se encuentren desperdigados por la parte baja de la montaña. Es una muestra más de la ola de solidaridad que se ha puesto en marcha en el municipio y en las localidades vecinas, prácticamente desde el primer día, para tratar de asistir a los que más lo necesitan, incluidos unos animales cuyo hábitat natural se ha visto totalmente afectado.
Tras una quedada espontánea organizada a través de las redes sociales y mensajes de Whatsapp, más de una veintena de voluntarios se dieron cita en uno de los supermercados de la ciudad para empezar a cargar en sus furgonetas varias alpacas de heno, pienso y una cantidad considerable de garrafas de agua que llenarían cubos que estos voluntarios dejarían más tardes en diferentes puntos estratégicos.
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«Quiero dejar claro que no vamos a subir a pisar lo quemado ni a adentrarnos en zonas peligrosas», destacaba Ada, de Mirada Libre Estepona, una de las asociaciones que asumió la coordinación del dispositivo. «Vamos a organizarnos para llevar la comida y el agua por las zonas limítrofes del incendio, porque tenemos que hacer algo para ayudarles», añadía. Rocío acudió a la llamada con material veterinario para animales heridos. Toda ayuda será vital en los próximos días.
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