Se han convertido en el valor más cotizado dentro de los muros de las prisiones. Los minimóviles, unos dispositivos de pequeño tamaño pero con todas las funciones de cualquier terminal, llevan tiempo popularizándose en los penales por la facilidad con la que se pueden introducir en las celdas. Visitas conyugales, de familiares y salidas de permiso son la vía de entrada más habitual de estos aparatos, que cada vez se fabrican de forma más sofisticada para burlar la vigilancia de los funcionarios. El último grito en esta tecnología se ha encontrado en el Centro Penitenciario Málaga I, ubicado en Alhaurín de la Torre: un teléfono con cámara de fotos diseñado como si fuese una lata de refresco de la marca Coca-Cola.
Publicidad
Según fuentes consultadas, este dispositivo fue requisado hace una semana en uno de los módulos de Alhaurín. Un funcionario realizó un cacheo tras haber observado una conducta sospechosa por parte de un interno, y dio con el aparato. La parte trasera es redonda, como una lata, y tiene el logo de la popular marca de refrescos desgastado por el uso. Una pequeña cámara asoma por ese lado, lo que indica que el teléfono está habilitado para realizar videollamadas.
En la parte frontal, el aparato cuenta con los habituales botones para escribir mensajes de texto y una pequeña pantalla a color, operativa al cien por cien. Junto al dispositivo, el funcionario encontró un cable de carga con puerto USB.
Los minimóviles, según explican fuentes cercanas al caso, se utilizan dentro de los penales como monedas de cambio: se alquilan, venden y compran por un alto valor, ya sea económico o para hacer trueques por otros objetos. La forma de detectar su uso es, generalmente, mediante los controles rutinarios y la observación, aunque se han dado otros casos más llamativos, como uno reciente en el que un hombre acosaba a su exmujer desde el interior de la prisión. Había sido condenado por violencia de género, pero el recluso no dudó en utilizar uno de estos dispositivos para ponerse en contacto con ella.
Otra vía de entrada de estos terminales se encuentra en las salidas de los presos a los juzgados o a un centro hospitalario. En alguna ocasión, familiares o personas del entorno del recluso aprovechan esa ventana de oportunidad para esconder un minimóvil en una papelera, en un cuarto de baño o bajo un asiento.
Publicidad
Desde la Asociación Profesional de Funcionarios de Prisiones (APFP), explican a SUR que en los centros penitenciarios dependientes de la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias se requisaron más de 2.000 teléfonos de este tipo, siendo Alhaurín de la Torre uno de los centros con mayor número de incautaciones.
Los problemas que pueden general esos dispositivos dentro de un centro penitenciario son «diversos», indican desde la asociación: «Amenazas, coacciones a personas en libertad, quebrantamiento de órdenes de alejamiento o tráfico de drogas». Los funcionarios de prisiones consideran que la tenencia de ese objeto «vulnera la seguridad de las personas que viven en libertad y viven respetando la legalidad vigente».
Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.