En la imagen, los responsables de la Unidad de Atención a la Familia y la Mujer y del Grupo de Menores. Migue Fernández

El trabajo silencioso de los guardianes de las víctimas de Málaga

Los policías de la Unidad de Atención a la Familia y la Mujer persiguen la violencia de género y doméstica, los delitos que atentan contra menores y las agresiones sexuales

Lunes, 26 de febrero 2024, 00:19

Apenas hay excepciones. Los testimonios que llegan a los agentes de la Unidad de Atención a la Familia y la Mujer (UFAM), dentro de la que se integra el Grupo de Menores (Grume), casi siempre tienen el efecto de una bola de demolición. A veces, ... ni siquiera es necesario que las víctimas empiecen a hablar para saber que arrastran un auténtico calvario. Basta con mirarlas directamente a los ojos.

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Una mujer que ha recibido una brutal paliza –la enésima– de su marido. Un adolescente que lleva años sufriendo abusos de su abuelo. Una madre que es maltratada por su hijo y que ya no sabe a quién o a dónde recurrir. Una joven que, a punto de llegar a casa, ha sido violada en plena calle por un desconocido.

Son solo algunos de los casos que, sin entrar en detalles, resultan desgarradores y que son atendidos desde esta unidad de la Comisaría Provincial de Málaga. La misma cuenta para ello con aproximadamente unos 40 agentes -unos diez de ellos en el Grume- dedicados en cuerpo y alma a velar por las víctimas de la violencia de género y doméstica, de agresiones sexuales o de conductas que atentan gravemente contra menores.

Como reconocen a SUR la inspectora jefa de la UFAM y el responsable del Grume, Isabel y Javier (prefieren que sus apellidos no se den a conocer), investigan delitos que resultan especialmente dolorosos, sobre todo por las heridas emocionales que provocan a quienes los sufren. Y porque a menudo se ceban con los más vulnerables. Algo que, por más años que sumen vistiendo el uniforme azul, a los policías también les pasa factura.

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«Muchas veces es imposible salir de aquí con un nudo en la garganta; somos agentes pero también somos personas y aquí nos encontramos historias de una crueldad increíble», comentan al respecto. De hecho, no es extraño que haya efectivos que pidan el traslado a otros grupos por la dureza de los asuntos a los que tienen que hacer frente, sobre todo quienes aterrizan en el Grume por las edades de las víctimas y su indefensión. «Pero alguien tiene que hacer este trabajo», zanjan casi al unísono los dos.

Para ello, los efectivos también cuentan con estrategias que, en realidad, pasan por los cuidados mutuos. Por ejemplo, cuando investigan a un supuesto pedófilo al que han encontrado un pendrive con multitud de imágenes de contenido sexual en las que aparecen niños. O cuando hay vídeos que captan el maltrato a un bebé de apenas unas semanas de vida. «No dejamos que el visionado recaiga sobre un compañero solo porque son documentos que impactan mucho y que hay que ver una y otra vez para sacar información útil», detalla Javier.

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Ese pellizco en el estómago, sobre todo, aparece una vez que llegan a casa. Aunque la empatía sea un factor clave para hacer saber a las víctimas que no están solas, en su labor también es indispensable mantener la mente fría a la hora de indagar y dilucidar qué ha ocurrido realmente. «Hay que ver cada denuncia bien, hay veces que las cosas están más o menos claras, como cuando se producen abusos en una familia porque el autor además está identificado, y otras en las que la investigación es larga o en las que al final nos encontramos con una realidad distinta», expone Isabel.

Esto tiene mucho que ver con el hecho de que «ahora se denuncia mucho más porque la sociedad está más concienciada», además de que tanto los hospitales como los centros educativos y otros organismos cuentan con protocolos en los que se da la voz de alarma ante posibles signos de violencia sexual, de género o de acoso escolar. Y aunque sean muchos los delitos que afloran, también hay ocasiones en las que no se puede esclarecer que realmente se haya incurrido en una infracción penal.

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«Por ejemplo, cuando hay intereses encontrados entre padres que están separados; a veces nos llegan denuncias diciendo que su hijo ha sido maltratado por su expareja porque aparece con un moratón; o nos llama alguien alertando de un caso de violencia de género porque ha escuchado una discusión, pero realidad no ha mediado la violencia», comenta la responsable de la UFAM.

Cada vez reciben más asuntos de violencia de género y sexual, lo que tiene que ver con ese avance en la sensibilización de la sociedad. Pero hay otras problemáticas que los agentes conocen de buena mano y de la que todavía falta mucha conciencia. «Nos llegan muchas denuncias de maltrato a padres; imagina cómo tienen que verse de desesperados para denunciar a un hijo, al que ni pueden echar de la casa o no quieren hacerlo porque es adolescente, pero que les está haciendo la vida imposible», señala Isabel.

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Los policías llegan hasta donde pueden. Investigan, si hay indicios proceden al arresto y se pone el asunto en manos de la autoridad judicial competente (en caso de adolescentes de 14 a 17 años, de la Fiscalía de Menores). En este sentido, dice Isabel, echan en falta protocolos y recursos como los que disponen las víctimas de violencia machista. «La violencia de género es una lacra, como también lo es la violencia familiar y ahí vemos que las víctimas se encuentran mucho más solas», recalca.

Los efectivos, asimismo, observan las consecuencias de la falta de formación en lo que respecta al acceso a las tecnologías de la información, lo que se traduce en un mayor volumen de delitos que son perpetrados por Internet. «No hay educación ni control por parte de los padres; hay niños que se ponen a mandar fotos tras un tiempo hablando con alguien que se ha ganado su confianza y acaban siendo extorsionados por un señor mayor, que es lo que se llama 'childgrooming'», indica Javier.

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La otra cara de la moneda, agrega Isabel, es la de la responsabilidad cuando las conductas penales son infringidas a través de las redes sociales: «Vemos que hay mucha más vulnerabilidad, pero también se diluye mucho más la responsabilidad de los autores porque se piensan que no va a haber repercusiones; y siguen siendo delitos que se van a perseguir, como el bullying cuando se traslada a redes sociales», manifiesta.

La labor de la UFAM no siempre va acompañada de grandes despliegues de vehículos patrullas ni son anunciadas por el sonido de las sirenas. Lo importante, como subrayan, es velar por las víctimas y que sus agresores sean detenidos. Y aunque a menudo sea doloroso lidiar con el drama, también les recuerda a diario el motivo por el en su día decidieron ser policías.

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