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Salvador Salas

«Sabemos que nos estamos jugando la vida»

Bomberos del Infoca relatan cómo viven el incendio «más complejo» de sus vidas, con jornadas de catorce horas y momentos «de peligro»

Martes, 14 de septiembre 2021, 01:14

Ildefonso trabaja como bombero forestal desde 1988, pero nunca había participado en un incendio «tan complejo». Primero, porque el terreno está repleto de casas diseminadas: «En medio del monte te encuentras viviendas y eso complica mucho las tareas de extinción». A eso se suma el viento, la orografía «y lo sucia que está la sierra, no sé si porque estuvo dedicada al pastoreo». José Carlos, su compañero de retén, casi tan veterano como él (empezó en 1992), asiente: «Lo primero es salvaguardar las vidas y luego ya viene la protección de los montes». Ambos vienen de Jaén y se quedan en el hostal de Benarrabá junto al resto de sus compañeros. Allí descansan tras jornadas de trabajo que suelen prolongarse durante catorce horas: «Nos dan las instrucciones y nos ponemos a actuar siguiendo las órdenes del director de extinción».

La muerte de un colega el jueves minó el ánimo del grupo justo en el inicio de las labores de control del fuego. Aquello «lo cambió todo, porque quieras o no ya se queda en el subconsciente». Pero el fuego no concede treguas. «Las desgracias suceden, por mucho que la seguridad siempre sea una prioridad para el Infoca», reconocen: «A nosotros mismos nos pasó ayer (por el domingo). Tuvimos que abortar una actuación. Atacamos una zona que estaba tranquila y de repente, en un minuto, escuchamos un sonido raro y aquello reventó». En cuestión de segundos pasaron a estar en peligro: «Era una ladera con pendiente, suponemos que el fuego calentó toda la zona y de golpe se echó a arder». Es lo que llaman incendios de retorno: parece que el monte se ha quemado, pero todavía puede arder si la dirección del viento cambia.

«Un incendio forestal es como un toro bravo, nunca sabes por dónde puede salir», ilustran: «Y la adrenalina siempre está ahí, aunque tenemos un plan B en caso de que las cosas vayan mal». El apoyo de observadores, que forman parte del equipo, facilita la identificación de posibles riesgos que, incluso más que ellos, sufren sus familias: «Pero se acostumbran. La preocupación siempre está, pero saben que somos profesionales. No es lo mismo meter a un chaval que no ha apagado en su vida un incendio que a alguien que como nosotros lleva treinta años en esto».

Ildefonso. Salvador Salas

Cada retén cuenta con siete bomberos: «Somos una familia. Echamos muchas horas juntos y ya nos conocemos unos a otros, pero incluso cuando trabajamos con grupos diferentes nos sentimos protegidos. Nuestros compañeros darán la vida por nosotros y, en caso de peligro, estarán ahí siempre, como nosotros para ellos. Lo tenemos claro». Esa familiaridad con el peligro también golpea la propia conciencia: «Sabemos que nos estamos jugando la vida, incluso en los incendios más pequeños». El accidente de helicóptero que se produjo ayer, aunque todos sus ocupantes salieron ilesos, constata ese nivel de riesgo.

«Sé que muchos no lo entienden, pero disfruto cuando salgo a trabajar, no porque quiera apagar fuegos, sino porque me gusta mi trabajo, aunque claro que preferiríamos que no se produjeran incendios», explica José Carlos. Su compañero vuelve a asentir. Acaban de desayunar. Aún quedan unas horas antes de acceder de nuevo a una sierra que no olvidarán «y que haremos todo lo posible por recuperar».

José Carlos. Salvador Salas
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