![«No he vuelto a pisar una atracción desde el accidente en el parque acuático»](https://s2.ppllstatics.com/diariosur/www/multimedia/202105/07/media/cortadas/accidente-parque-kDTH-RSW7RHHIn4puhXquFDYUFfM-1248x770@Diario%20Sur.jpg)
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Isabel tenía entonces 28 años, un hijo de cinco y se ganaba la vida como monitora deportiva y entrenadora personal. Aquel verano vino, como todos los años, a pasar sus vacaciones en España, país que considera su segundo hogar y en el que tanto ... ella como su familia tienen gran arraigo.
Ese día, el 1 de agosto de 2011, había ido a disfrutar con unos amigos de Aqualand, el parque acuático de Torremolinos. Había una atracción nueva, el 'Black hole' (agujero negro en inglés), un tobogán con forma de tubo que describe varios saltos en el descenso, y su hijo quería lanzarse por él. Ella hizo de conejillo de indias. «Primero mamá», le dijo.
Se lanzó en el flotador doble junto a un amigo mucho más pesado que ella y siguiendo, insiste, las indicaciones del monitor que había al inicio del descenso. Él (110 kilos) se colocó delante y ella (60), detrás. «Si se hubieran colocado al revés, seguramente nada de esto habría ocurrido«, explica el letrado Juan Antonio López, de Legal 10 Abogados, que la ha representado en la demanda.
Su compañía de seguros ha financiado la asistencia jurídica en el proceso y ahora, 10 años después, la Audiencia Provincial le ha dado la razón y le reconoce una indemnización de 41.033 euros, que con los intereses legales asciende a una suma de 109.182 euros que la aseguradora del parque acuático ya ha abonado.
Pese al tiempo transcurrido, Isabel recuerda la secuencia del accidente. Cuando bajaban por el tobogán, ella perdió contacto con el flotador y salió despedida contra el techo. «Me golpeé la cabeza en la parte de arriba (del tobogán)«. Salió del tubo y cayó al agua, inconsciente. Su amigo, que había llegado abajo antes que ella, la giró para evitar que se ahogara. »Recuperé el conocimiento por el dolor de la clavícula«.
Dice que la llevaron a la Clínica Santa Elena, en Torremolinos, y que allí coincidió con varias personas más que habían resultado heridas en la misma atracción. «Lo sé porque vino un cirujano de Madrid y tuvo que operar antes a una señora inglesa a la que le había ocurrido lo mismo que a mí». Cuenta también que el personal del Aquapark -este periódico ha tratado de contactar con la empresa para conocer su versión, sin recibir respuesta- abonó la asistencia médica a todos los clientes que no tenían seguro.
Los primeros nueve meses de la recuperación fueron los peores. Durante el primer año apenas salió de casa. El dolor de la clavícula se unía a las jaquecas, que le obligan a vivir con medicación. Hasta tuvo que operarse para hacerse una reducción de pecho porque no aguantaba el tirante del sujetador. También necesitó una intervención estética para corregir la cicatriz del hombro, que había quedado con una protuberancia.
El accidente ha condicionado, dice, su vida social. También la laboral. No pudo volver a trabajar como entrenadora personal. Pero se ha reinventado y ha montado un centro de estética. «Aun así, no puedo trabajar muchas horas por el dolor». Las secuelas psicológicas también están ahí. «No he vuelto a pisar una atracción. En mi cabeza no es posible, me pongo muy nerviosa. No me gusta que mi hijo se suba, pero tampoco puedo prohibírselo. Cuando va con su padre, yo me quedo en casa«.
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