Un testigo del tiroteo en la discoteca de Marbella: «La gente creía que era un atentado, pero yo vi lo que pasó»

Es un apasionado de la música electrónica. Por eso, desde que se enteró de que DJ Black Coffee venía a pinchar a Marbella, marcó la fecha en rojo en su agenda. «Es una estrella, ha debido de ser muy difícil traerlo», cuenta, decepcionado, uno de los clientes que la pasada madrugada presenció el tiroteo en el Opium Beach Club. No quiere que se le identifique porque teme a las represalias. «Allí había mucha gente mala, aquello era una bomba de relojería».

Pasaban unos minutos de la una de la madrugada y él permanecía viendo atentamente cada movimiento de uno de sus DJ favoritos. «Tuvo un accidente -refiriéndose a Black Coffee- y sólo usa su brazo derecho. Se giró hacia atrás a coger unos pen drives y entonces vi a un tío [un cliente] quitarse la camiseta». Ahí empezó todo.

Cuando escuchó el sonido de las balas, buscó al amigo con el que había ido a la actuación y le dijo: «Agárrate a mi cinturón y no te sueltes, que tenemos que salir de aquí». Entonces, corrió hacia la playa. «Corrí tan rápido que cuando llegué, me encontré con el tío ensangrentado [supuestamente, el que acababa de efectuar los disparos]».

Para entonces, lo que había a su alrededor era una auténtica «estampida» humana. «Todo el mundo corría hacia la playa. La gente pensaba que era un atentado. Yo tenía claro que no, yo había visto lo que había pasado». Insinúa que pudo tratarse de un rifirrafe por una chica a la que vio bailando en una mesa diferente a la del grupo con el que había llegado.

Recuerda escuchar a la gente gritar, algunos tirados por el suelo, asustados. Al final, la avalancha desembocó en un lateral del club, en la zona de los aparcamientos. «Me tiré de cabeza con mi amigo y me escondí entre una furgoneta y un coche», asegura. Ahí espero a que se calmara todo.

Tanto él como su amigo siguen en estado de shock, igual que sus familias. Y más después de enterarse de que hay cinco personas heridas, dos de ellas en la UCI. «Le podía haber tocado a cualquiera, allí había muchísima gente», señala.

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