Tiene sangre azul, y no porque descienda de la realeza. Nació el 19 de marzo de 1956 en la campiña extremeña, concretamente en Valverde de Mérida, pero sus padres se mudaron cuando él apenas era un bebé al pueblo de al lado, Calamonte. Ahí ... tiene su refugio, el norte de su brújula, y ese lugar al que volver siempre para reencontrarse consigo mismo y con sus orígenes.
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Creció viendo los madrugones de su padre, que era panadero y que peleó duro para que sus hijos tuvieran una vida mejor, aunque fuese lejos de allí. Aquilino tenía otro espejo en el que mirarse: su hermano José, dos años mayor que él, que acababa de aprobar las oposiciones a inspector. Él siguió el mismo camino. En enero de 1979, cuando aún no había cumplido 23 años, se enfundó por primera vez un uniforme al que anteayer, al cumplir los 65, dijo adiós. Su sangre es del azul de la Policía Nacional.
El comisario Aquilino Díaz del Río, hasta ahora jefe de la Brigada de Seguridad Ciudadana, se jubila tras 43 años de servicio activo, la mayor parte de ellos ligados a Málaga, donde tiene su hogar y su familia. Con él se va una persona muy querida en la Comisaría Provincial, como le demostraron el miércoles sus compañeros, que le dieron una sorpresa en una formación realizada expresamente para él que representaba a todas las brigadas.
La oposición lo envió a Tarrasa, su primer destino, al que se fue con una maleta y ganas de currar. En la ciudad barcelonesa entró en la primera escuela en el oficio de policía, la inspección de guardia, donde aprendes a atender denuncias y a escribir diligencias.
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Empezó la década de los ochenta en un grupo de Policía Judicial donde investigaban atracos, robos... «Hicimos asuntos buenos. Empezamos a investigar el tráfico de hachís y sus conexiones con la Costa del Sol, y pillamos un alijo de 40 kilos de cocaína, que era una cantidad muy considerable en tierra firme«, relata el comisario.
En 1981, con apenas 24 años, se casó con su mitad, Paqui, a la que conoció siendo niños en la plaza del pueblo y que le acompaña ahora, en esta etapa que comienza. «Nunca me reprochó nada. Cuando me daban algún destino complicado, o sucedía algo, yo siempre le preguntaba: 'Si tú me lo pides, me voy'. Pero nunca me lo pidió. Ella sabe que mi vida es esto. No sé ni cocinar. Si lo pienso... no sé hacer otra cosa que ser policía«, cuenta Aquilino.
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En 1989 vino destinado a Málaga, a un grupo de crimen organizado que estaba llamado a sustituir al que resolvió el secuestro de la pequeña Melodie Nakachian, que dos años antes había tenido a toda España en vilo. «Cogimos un pelotazo de más de 100 kilos de heroína, una de las mayores cantidades intervenidas de esa sustancia«, recuerda.
Poco después vino su primera jefatura de grupo, dirigiendo un equipo de agentes para frenar los robos en vehículos y los hurtos, donde hacían una media de 25 detenidos mensuales. En 1996 llegó a la Udyco (Grupo II de Estupas) y, con ella, el rock and roll. «Salías de tu casa por la mañana y no sabías dónde ibas a terminar el día. Unas veces acabábamos en Alicante, otras en Algeciras... Cuando andábamos en un seguimiento, nos pasábamos los bocadillos de coche a coche con las ventanillasbajadas, sin parar. Eran otros tiempos«.
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El destino le deparaba un duro golpe. En 1999, su hermano José murió en un accidente en Alcalá de Guadaíra, donde trabajaba como inspector jefe. Un coche lo arrolló cuando estaba haciendo una vigilancia en bicicleta. «Estábamos muy unidos. Por él soy policía», repite Aquilino.
Aquel mazazo no cambió, ni por un momento, su visión del Cuerpo. En 2002 ascendió a inspector jefe, pero siguió dos años más al frente del Grupo II de Estupefacientes. Curiosamente, la única vez que el trabajo le ha quitado el sueño fue en 2005, ya como jefe de Seguridad Ciudadana, con la 'operación Nilo', que se saldó con 300 detenidos por la estafa de la lotería nigeriana. «No sabía dónde meterlos. Si ocurría algo, yo era el responsable de las personas que estaban en los calabozos«, recuerda.
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Entre 2006 y 2009 volvió a la Udyco, pero esta vez como jefe de sección de Estupefacientes, donde cuajaron una importante operación en la que se intervinieron 500 kilos de cocaína en Paraguay, pero sobre todo se cortó una nueva ruta para introducir esta droga en Europa. Tras pasar por la UCOP (unidad de coordinación) y la comisaría del distrito Oeste (2012-2015), entre otros destinos, aprobó las oposiciones a comisario en 2017.
Fue coordinador de distritos durante un tiempo y ha culminado su última etapa como responsable de la Brigada de Seguridad Ciudadana, donde asegura haber disfrutado muchísimo de su profesión. Quiere resaltar la coordinación que ha tenido con la Policía Local de Málaga, con la que afirma haber trabajado en muy buena sintonía.
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En estos últimos días, los últimos de una vida profesional dedicada al servicio público que le ha valido una cruz al mérito policial con distintivo rojo (pensionada, de las más difíciles de conseguir), dos blancas y 195 felicitaciones públicas, ha tenido la oportunidad de recoger el cariño y la gratitud de los suyos. Hace una semana, en el partido del Unicaja en el Martín Carpena, le hicieron entrega de un balón firmado por todos los jugadores.
El jueves, tras la sorpresa de la formación en su honor, acudió a una reunión con todos los responsables de las jefaturas locales en la provincia, que resultó ser un almuerzo organizado por el comisario provincial, Javier Peña Echeverría, y su segundo, Roberto Rodríguez, con el que quisieron expresarle su afecto y al que acudió hasta el jefe superior de Andalucía Oriental en funciones, Julio Ros. «El jefe -Peña Echeverría- me entregó un bastón de mando de la policía, fue un detalle precioso. Ni en mis mejores sueños podía imaginarme una despedida así«.
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¿Y ahora qué? «Pues tengo que reinventarme», confiesa el comisario Aquilino. «Me gusta caminar, el senderismo, leer, estar con mis amigos... Igual estudio inglés o algo de historia, que me gusta mucho. También quiero viajar, que me encanta. Y creo que mi mujer me ha apuntado a un curso de cocina...«.
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