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Se niega a vivir con miedo, pese a perseguir a criminales que, como él mismo señala, son capaces de hacer lo más terrible por dinero. Carlos Tejada nació y creció en el País Vasco en la época más sangrienta del terrorismo de ETA. Desde hace ... un año y medio dirige la Fiscalía Especial Antidroga de Marbella, aunque recaló en la Costa del Sol en 2006.
–Llegó a Marbella en plena etapa de escándalos y corrupción urbanística hace casi 20 años. ¿Cómo recuerda ese aterrizaje?
–Así es. Recuerdo que fue en verano y que, efectivamente, estaba toda la vorágine de la corrupción que dio lugar al 'caso Malaya'. Si no me falla la memoria, se acababa de intervenir el Ayuntamiento de Marbella y los juzgados estaban siempre llenos de periodistas por las detenciones que se producían. En aquel momento llevaba asuntos de todo tipo. Me podía encontrar desde una estafa a un caso, como tantos que había, de corrupción, aunque esos se llevaban en ese momento desde la Fiscalía de Málaga, pero colaborábamos con ellos. Ahora ya ha cambiado la estructura y la Fiscalía de Marbella es independiente, por lo que llevamos todo lo que tiene que ver con Marbella, Estepona y Ronda, que es muchísimo.
–Desde abril del año pasado dirige la Fiscalía Especial Antidroga de Marbella. Con todo lo que sucede y guarda relación con el crimen organizado debe ser un reto. ¿Cómo lo lleva?
–Me ha cambiado la vida. No solo por la carga de trabajo, sino por la información a la que tienes acceso en el curso de las investigaciones... Son increíbles, casi de película. Es cierto que, aunque me gusta mucho este trabajo, el cargo también es muy solitario. Soy quien toma las últimas decisiones y lógicamente, por la responsabilidad que asumí, es lo que me corresponde y no puedo transmitir ninguna duda. Como se suele decir, en las victorias hay mucha gente, y cuando las cosas no salen bien uno se queda muy solo..
–¿Cómo de preocupante diría que es actualmente la presencia de estas bandas en la Costa del Sol?
–La zona reúne unas condiciones que hacen que sea idónea para estos criminales. Hay que tener en cuenta que amasan una fortuna inmensa y aquí pueden derrochar sin que nadie se haga preguntas. Es el sitio perfecto, con infinidad de urbanizaciones de lujo y personas de todo el mundo. No van a llamar la atención por ir a los restaurantes más exclusivos, ir con los mejores deportivos o llevar relojes de lujo. A eso hay que sumar la proximidad con Marruecos para la descarga de alijos y la enorme línea de costa que está prácticamente junto a la autovía. También contamos con un aeropuerto internacional y con los puertos de Málaga y Algeciras. Aquí tenemos instalada a buena parte de las organizaciones de traficantes que mueven la droga por el país.
–¿Y en lo que respecta a la seguridad? En lo que va de año ya se han registrado al menos tres tiroteos en plena calle y de día...
–Es cierto que venimos de los años 2018 y 2019, que fueron especialmente salvajes. Hubo ajustes de cuentas muy seguidos y, algunos, con resultados de muerte. Si se atiende a las estadísticas, por frías que sean, se puede decir que las cifras han mejorado, pero el problema no ha desaparecido, ni mucho menos. Lo hemos visto este año con tiroteos cerca de restaurantes o centros comerciales. Y en las últimas operaciones, en las que se han intervenido armas con silenciador e incluso subfusiles de guerra. Si cuentan con ellas es porque las piensan utilizar. Hay que tener en cuenta que esta gente va a defender su territorio con uñas y dientes y no van a tener miramientos en matar a alguien o darle un aviso a balazos en mitad de la calle, aunque esté muy transitada. Tampoco les va a frenar que un inocente muera o salga herido, el dejar a víctimas colaterales. Y eso es lo que hay que evitar a toda costa.
–Y con este panorama, ¿cómo han cambiado las estrategias en la lucha contra el tráfico de drogas?
–Bueno, hay varias líneas. Lo primero que hay que destacar son los equipos policiales que se han creado en los últimos años únicamente para acabar con estas bandas criminales, que son los que están día y noche en la calle y tienen un grado de especialización que es clave. Y también ha habido un cambio de mentalidad. Ya no se trata de perseguir solo los alijos, que también, pero lo realmente importante es ir tras el dinero que tienen estas organizaciones. Es lo que de verdad les va a doler y lo que puede impedir que continúen con su actividad. Si se ataca a la fortuna se quedan sin infraestructura, sin las mejores tecnologías para eludir la acción policial, sin medios para costear sus sistemas de comunicación encriptados o para pagar a sus miembros. Sin ese dinero tampoco pueden acceder a los mejores abogados para que lleven sus defensas y les puedan librar de ir a prisión o ayudar para que sean condenados a penas más bajas.
–En el encuentro de fiscales antidroga que se celebró en Málaga este año también se ponía el foco en la colaboración entre distintos países. ¿Está dando resultados?
–Esa es otra cosa que estamos haciendo en los últimos tiempos: la creación de equipos de investigación policial entre países, lo que permite a los agentes de distintas naciones que están tras una misma banda operar con todas las de la ley en los territorios que están bajo esos acuerdos. Ya hemos participado en una operación que salió muy bien entre España y Portugal y que se realizó como si fuera una causa única. Con este sistema, un letrado de la defensa no puede decir luego en el juicio que esas pruebas, aunque sean obtenidas en otros países, no son válidas, porque está todo supervisado y legalizado. En Marbella, aunque la gente no se de cuenta, hay policías de otros territorios que están aquí con esos equipos de trabajo conjunto. Hay que tener en cuenta que la droga que se mueve desde aquí también llega a otros países y que esas autoridades también investigan de dónde viene. Todo esto ayuda a sumar fuerzas.
–Hemos hablado de la violencia con la que actúan. ¿Cree que, como se refleja en el cine, los miembros de estas bandas comparten un perfil sociópata?
–Yo siempre lo digo en una frase: estas personas, por dinero, son capaces de hacer cualquier cosa. Y me refiero incluso hasta a las más terribles. Pueden encargar o cometer ellos mismos el crimen sin pestañear y sin sentir luego ni el más mínimo remordimiento. Yo no soy psicólogo, pero, desde luego, para mí esto demuestra que perseguimos a auténticos psicópatas, que anteponen el dinero, la lucha por sus territorios y, en definitiva, por el poder, a cualquier tipo de valor humano. No tienen límite alguno para conseguir sus fines. En este cargo compruebo muchas veces que hay cierta semejanzas con muchas películas muy buenas. A mí me encanta el cine negro y hay muchas producciones en las que se retratan muy bien la mentalidad que tienen estas organizaciones.
–Y sabiendo el tipo de personas a las que persigue, ¿alguna vez ha sentido cierto temor o le ha llegado algún tipo de amenaza?
–Yo me crié en el País Vasco en una época dura del terrorismo de ETA. Quienes crecimos en ese ambiente, que era muy duro, aprendimos probablemente a hacernos de otra pasta y a no tener miedo. Otra cosa es ser precavido, que lo soy porque sé el tipo de personas que hay dentro del crimen organizado y la mentalidad tan violenta que tienen. Pero nunca he tenido la percepción de que alguien quiera hacerme daño por motivos de mi trabajo o he recibido amenazas, al menos hasta ahora y espero que eso continúe así. Lógicamente me cuido de ello y no tanto por mí, sino por la gente a la que quiero y que tengo a mi alrededor, pero no voy a vivir con miedo. Además, tengo la tranquilidad de que si se diera esa situación lo pondría en conocimiento de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, que tienen a gente preparadísima para dar con los autores y para garantizar mi seguridad.
–¿Algún día ganarán la lucha contra el crimen organizado?
–Eso sería fantástico, pero también una utopía. Por muchos medios que destinemos, mientras haya gente que consuma esas sustancias que ofrecen y por la que los criminales corren tantos riesgos, porque las ganancias que obtienen son inmensas, este problema no va a desaparecer. Lo que sí podemos es tratar de hacerles la vida lo más incómoda posible. El tema del dinero, como decía, es un buen punto de ataque. Y seguir con las investigaciones, mejorando como lo estamos haciendo, para desmantelar sus estructuras. Que les llegue ese mensaje y que, al final, se marchen. Se irán a otro sitio, pero mientras haya consumidores, el tráfico va a existir, pese a todos los estragos que causa tanto a nivel de seguridad como en las personas que compran esas drogas y que, en muchos casos, acaban teniendo problemas de drogadicción terribles. ¿Por qué hay tanto crimen organizado también en Marbella? Además de por las circunstancia que antes decía, porque hay mucho ocio nocturno y consumo.
–¿Qué drogas nuevas han ganado terreno en la Costa del Sol?
–Hay un problema que se ha detectado en los últimos tiempos, que es la extensión de las drogas de diseño en zonas de ocio y diversión nocturnas. Me refiero a sustancias del tipo MDMA, éxtasis u otras sustancias que son de laboratorio, puras y duras, y han crecido de manera exponencial. Se ha hablado mucho últimamente de la cocaína rosa, por ejemplo, que está muy asociada al mundo de la noche. Luego hay otro tipo de cocaína rosa, que es la propia cocaína pero con un colorante de este color. Hay otro tema que nos preocupa mucho: que los alijos de heroína están aumentando en esta zona, cuando hacía ya mucho tiempo que parecía que había quedado relegada porque había sido una droga muy maldita en España. Si hay más alijos es porque hay más demanda y además se está viendo en la calle. Ahora no se administra tanto por vía intravenosa, que es lo que dio lugar a tantos problemas médicos, sino que se consume esnifada o fumada. No podemos decir tampoco que haya una plaga, pero sí es muy preocupante porque vemos que ha vuelto. Y aparte, por la situación de Marbella, su enorme línea de costa y sus buenas conexiones, sigue siendo uno de los principales puntos de entradas del hachís que luego se distribuye tanto por España como por el resto de países. Lo mismo sucede con la marihuana, que se ha producido un aumento significativo de sus plantaciones, tanto exteriores como de interior; y con la entrada de cocaína a través de los puertos de Málaga y Algeciras y los aeropuertos, tanto el de la provincia como el de Gibraltar.
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