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Las mujeres que ejercen la prostitución de forma obligada lo hacen para saldar deudas con las redes de trata. Archivo.Salvador Salas
La persecución de la trata de seres humanos en Málaga, una lucha internacional

La persecución de la trata de seres humanos en Málaga, una lucha internacional

Las redes proxenetas emplean diferentes métodos para obligar a las mujeres a ejercer la prostitución

Domingo, 15 de marzo 2020, 00:55

Están ahí, a la vista de todos. En polígonos industriales, clubes clandestinos, pisos ilegales y barrios de la ciudad. Ofrecen su cuerpo a cambio de dinero, pero los beneficios acaban en manos de terceros, generalmente de quienes las trajeron a Málaga para ejercer la prostitución mediante diferentes artimañas cada vez más sofisticadas. Las fuerzas del orden en Málaga mantienen una lucha internacional contra las redes de trata de seres humanos, una lacra que no cesa y que, lejos de desaparecer, consigue abrirse un hueco en la sociedad y aumenta sus beneficios.

Los datos de la trata de seres humanos en España dibujan un escenario creciente. El último informe al respecto del Centro de Inteligencia contra el Terrorismo y el Crimen Organizado (dependiente del Ministerio del Interior), con cifras comparadas desde 2014 a 2018, denota un aumento de casi el doble de casos registrados y de arrestados por este delito. Andalucía es la región con mayor número de mujeres detectadas bajo un régimen de explotación sexual después de haber sido introducidas en la región por las redes de trata. En 2014 se identificaron 29 casos, frente a los 41 de 2018.

Desde la Comisaría Provincial de la Policía Nacional de Málaga, una treintena de agentes trabaja día a día para combatir esta situación. Son los miembros de la Unidad Central de Redes de Inmigración Ilegal y Falsedades Documentales (UCRIF). El inspector jefe del grupo tercero, que actualmente hace funciones de jefe accidental de la brigada, Darío Sánchez, y el inspector del grupo primero, David Pérez, describen sus funciones como una tarea «internacional». Ambos se encargan de las investigaciones de trata de seres humanos asentada en la ciudad, dada la «problemática» que hay en Málaga, un territorio en la que se da una gran presencia de estas redes por su carácter cosmopolita, abierto y turístico.

Por anacrónico que suene, la trata de seres humanos «se mantiene viva» en pleno siglo XXI. Sánchez explica que el origen de la problemática tiene que ser que buscado «en los países de origen». «Allí surgen las necesidades de las víctimas, ya sean económicas o por desarraigo social o familiar, que son un caldo de cultivo para buscar un futuro mejor que les prometen los captores», apunta. Cuando llegan, «no les esperan ni labores de cocina o domésticas, como les han prometido, aquí les indican que la salida es la prostitución», añade Pérez. Para comprender este fenómeno, matiza Sánchez, hay que ponerse «en la piel de la víctima», que proviene de un país extranjero generalmente con un gran salto cultural, como pueden ser las nigerianas, «que no conocen el idioma ni las costumbres europeas». Esta situación hace que se aboquen a su círculo más cercano, que es el de la explotadora o el explotador, por lo que esa esfera se hace cada vez más perniciosa y difícil de abandonar.

Pero el principal motivo que ancla a las mujeres a esta prostitución forzosa es el concepto de deuda. Esta puede ser económica, sentimental o religiosa, en función del método que los proxenetas hayan empleado para generar el vínculo. En los países latinoamericanos, las mujeres están obligadas a devolver el dinero que ha costado su traslado a Málaga, un importe «que siempre va subiendo».

Este método es similar en los países del este, aunque recientemente se ha detectado otro formato, no solo basado en lo económico, también en lo emocional. Es el conocido como sistema 'lover boy' (amante en inglés). Los proxenetas consiguen vincularse de forma amorosa con sus víctimas y les hacen creer que no pueden vivir sin ellos, hasta tal punto que, llegado al momento, consiguen que ejerzan la prostitución, viendo cómo peligra su integridad física y la de sus seres queridos en el país de origen. En este caso, las explotadoras no suelen residir en España y ejercen su control desde el país de origen. Hace unas semanas, la Policía Nacional, la Guardia Civil, Europol y Eurojust cerraron la operación Sklava-jaca, en la que detuvieron a 16 personas y liberaron a 13 mujeres explotadas mediante este método.

Sánchez y Pérez destacan otro de los métodos, arraigado en las creencias religiosas de Nigeria. Allí las proxenetas crean un vínculo espiritual con las víctimas que facilitan su viaje hasta el lugar del mundo en el que trabajarán. Mediante costumbres ancestrales les hacen creer que, si incumplen sus obligaciones, podrán padecer grandes males. Además, si regresan sin haber saldado su deuda, pueden ser señaladas por la sociedad, algo inconcebible según sus costumbres.

La lucha de los agentes se ve cada vez más dificultada por los nuevos hábitos de los proxenetas, que evitan dejar rastros de su actividad. De hecho, si antes controlaban desde la calle a las prostitutas forzosas, o las confinaban en un club abierto, los investigadores explican que la nueva tendencia es el uso de las casas clandestinas. En estos lugares no se pueden ejercer inspecciones ni hacer sondeos porque no están abiertos al público, y hacen falta una serie de denuncias muy concretas para que un juez autorice a los policías para entrar en busca de las víctimas.

En 2016 se creó la figura del interlocutor social provincial contra la trata de seres humanos. En Málaga, esta figura la representa el inspector de la UCRIF David Pérez, y su función es presidir una mesa en la que participan todas las ONG de la provincia que tratan de luchar contra esta lacra.

Una de estas entidades es Cruz Roja. Ana Rivas es abogada de esta organización y trabaja en un equipo multidisciplinar compuesto por letrados, psicólogos y trabajadores sociales, y que se centra en la detección de posibles víctimas, en su asesoramiento y atención primaria.

Una de las grandes funciones que desempeña Cruz Roja es la de la búsqueda de mujeres que ejercen la prostitución de manera forzosa. «Hacemos salidas nocturnas a lugares en los que sabemos que pueden estar trabajando», comenta Rivas. En estas expediciones, los profesionales recaban documentación e indicios que posteriormente se ponen en manos de la Policía Nacional, que lleva a cabo posteriormente las correspondientes labores de investigación.

«Conocemos muchos indicadores de que una mujer puede estar ejerciendo la prostitución de forma involuntaria», cuenta la abogada. Si llevan dos teléfonos, si no disponen de su pasaporte o la falta de dinero en efectivo son algunos de ellos. En la parte psicológica, las víctimas suelen presentar cuadros clínicos de bulimia, anulación de la personalidad o drogadicción.

Uno de los grandes retos tanto para la policía como para las ONG está en que las mujeres no suelen querer denunciar o declarar, por el miedo que tienen a las redes que las explotan. La deuda contraída se pone por encima de sus voluntades, y muchas veces no cuentan su versión de los hechos hasta que pasan varios años.

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