Una de las intervenciones de los agentes durante la noche. Migue Fernández

La otra noche de Halloween en Málaga

Disfraces, música, risas, fiesta... pero también robos, reyertas y persecuciones. SUR acompaña a la Policía Local de la ciudad en una de las jornadas más complicadas del año

Juan Cano

Málaga

Lunes, 1 de noviembre 2021

Es un Halloween extraño, distinto, a caballo entre la pandemia y la vuelta a la normalidad. Los disfraces sustituyen a las mascarillas, que parecen cosa ... de otra época. La noche es de color negro, salvo por algún disfraz rojo de las series de moda, y la temática es la muerte. En las calles del Centro no hay botellón –al menos hoy– y los bares están llenos.

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Halloween también tiene su propia banda sonora. La música, el ruido de la fiesta, de las risas, el ¡buh! del susto convertido en saludo, de los vasos de plástico que rechinan en el suelo al romperse, pero también las sirenas, el llanto de una adolescente a la que le han tocado el culo y que se pregunta si será mejor denunciar u olvidarlo y volver a casa, los gritos de un agente pidiendo unas bridas o los golpes secos de los cabezazos que un detenido se da contra la mampara del vehículo policial.

Es un Halloween extraño, distinto, porque los policías locales llevan cascos de motorista en el maletero, aunque vayan en un coche patrulla. Las redes sociales los han puesto sobre aviso de que hay jóvenes dispuestos a lanzarles objetos y a enfrentarse a ellos «igual que en las imágenes que salen en la tele». Por eso el despliegue es contundente: 148 agentes de la Policía Local repartidos por toda Málaga que se suman a los 92 de la Policía Nacional. SUR los acompaña en una de las noches más difíciles del año.

23.30 horas, calle Santa Lucía

Primer detenido: amenazas y resistencia a la autoridad

La radio canta el primer aviso de la noche. Un altercado en la puerta de un bar de copas del Centro. 'Óscar 10', el indicativo en el que patrulla Antonio Quintanilla, el inspector al mando de la noche de Halloween en la Policía Local de Málaga, enfila la calle Santa Lucía con los prioritarios encendidos. Es el hombre orquesta del operativo: maneja a la vez los dos canales internos de comunicaciones en los que se ha dividido la ciudad –«el número de unidades es tan grande que sería una locura coordinarlas en uno», aclara– y un móvil que no para de sonar durante toda la madrugada.

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En unos metros se concentran más de 20 agentes que establecen un perímetro de seguridad mientras tres compañeros reducen a un bigardo de metro noventa. Se resiste, pero lo doblegan. «¡Llama a mi madre!», exclama, dirigiéndose a uno de sus amigos, sabedor de que su suerte ya está echada. Paradójicamente, el primer detenido de la noche –por amenazas a un portero y resistencia a la autoridad– no lleva disfraz.

23.57 horas, control de alcoholemia en el Hospital Noble

Doce positivos por alcohol y cinco por drogas en toda la noche

Dos furgones toman la rotonda de la fuente de las Tres Gracias en el margen del Hospital Noble. Los agentes del Grupo de Investigación de Accidentes y Atestados (GIAA) señalizan con conos un control, el primero de los tres que harán durante la noche, que acaba con 12 positivos por alcohol y cinco por consumo de drogas.

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El subinspector Pedro Bandera –ojo entrenado– filtra a los candidatos. «No he bebido nada, pero puede comprobarlo», dice un chaval en patinete. El concejal de Seguridad, Avelino Barrionuevo, se acerca al punto de control para ultimar con el mando algún fleco de la noche. «De momento, no ha habido botellones», le informa Quintanilla.

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Galería. Imágenes de intervenciones de la Policía Local durante la noche de Halloween. Migue Fernández

00.39 horas, hurtos en el Centro

Identifican a tres sospechosos en la plaza de Uncibay

La sala del 092 reparte avisos a los que asigna códigos del 1 al 4 en función del riesgo para la vida de las personas y el nivel de emergencia. El 2 (delitos contra la propiedad) es el más repetido esta noche. Los hurtos en el Centro se suceden. Las víctimas, chavales jóvenes, a veces menores, con frecuencia extranjeros, casi siempre ebrios.

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Los autores también son jóvenes y, a tenor de la descripción que hacen las víctimas, casi siempre magrebíes, «aunque no sé si podrás ponerlo», apunta un agente a pie de calle. De hecho, la policía cree que forman una banda. «Los detenemos una y otra vez, pero quedan en libertad en horas. Viven en un edificio okupa del Centro; cuando acaba de cometerse un robo, sabemos que han escondido allí el botín, pero no podemos entrar porque constituye morada y necesitas una orden», se lamenta el policía local, hastiado de este juego del gato y el ratón en el que todos pierden.

En la plaza Uncibay paran a tres chavales. Encajan perfectamente con las características detalladas por una de las víctimas: uno lleva una máscara completamente blanca y otro porta una mochila a cuadros. «Sabemos que son ellos, pero no tienen nada encima y no podemos demostrarlo», apostilla otro policía, que explica el modus operandi: «Están organizados. Se pasan de unos a otros el botín, que desaparece segundos después de cometer el robo; por eso es tan difícil pillarlos con algo encima».

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A esa misma hora, la radio informa de dos robos con violencia en Teatinos. Un grupo de ocho o diez jóvenes vestidos completamente de negro ha asaltado con un arma blanca a dos chavales para quitarles el móvil y la cartera. «En Guadalmar han identificado a otro grupo que también iban vestidos de negro, con pasamontañas y pistolas de balines. Es la moda de la noche», cuenta el inspector Quintanilla.

01.15 horas

Persecución de un ciclomotor

La radio anuncia una fuga de un motorista con un ciclomotor blanco y un casco del mismo color. Trata de escapar de las patrullas hacia el puerto, en sentido Oeste. El indicativo 'Óscar 10' en el que viaja el inspector lo conduce Alejandro, un policía veterano que dirige el patrulla con intuición hacia la dirección más probable de la huida.

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Parece imposible darle caza, pero sólo tardan unos minutos en interceptarlo. Lo atrapa junto al parque de Huelin otra unidad policial que sale casi a detenido por noche. Al volante del patrulla está José, otro experimentado piloto que echó los dientes con el inspector (ya jubilado) Paco Martos, el 'zorro plateado', una institución en el turno de noche de la Policía Local.

«Cogí la moto de mi madre sin pedirle permiso, por eso huía», se excusa el joven mientras José le lee los derechos por un presunto delito contra la seguridad vial por conducir de forma temeraria y circular a contravía. Resulta que tampoco tiene carné.

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01.36 horas, dispositivo antibotellón

Las máquinas de Limasa 'desalojan' la plaza de la Merced

La Merced está abarrotada de jóvenes -muchos de ellos menores- esperando una oportunidad, pero la Policía Local mantiene un retén con el subinspector Carlos Urdiales al frente desde las seis de la tarde. La fórmula ha funcionado. Apenas hay botellas en el suelo cuando entran los vehículos ligeros de Limasa a limpiar la plaza.

-«Agente, ¿vamos a poder volver a entrar cuando terminen?», pregunta con ingenuidad un adolescente.

-«Mejor vete a tu casa ya», responde el inspector.

Quintanilla explica que aprovechan la limpieza de Limasa para 'desalojar' la plaza de forma pacífica. «No es lo mismo quitar un botellón que evitarlo», añade.

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Uno de los agentes encargados de ese cometido completa la explicación: «Si ya están sentados y bebiendo, la intervención es más complicada porque puedes provocar un problema de orden público para desalojarlos. Así es mucho más fácil».

3.30 horas, de nuevo en la calle Santa Lucía

Peleas y una actuación por posibles abusos a una menor

El cierre de los bares provoca un éxodo masivo hacia las discotecas. En la calle hay ambiente y muchas copas de más. La radio reclama reiteradamente al 061 que envíe una ambulancia porque hay una chica muy ebria en el suelo y su acompañante también está bebida. En la puerta de la sala Wengé se suceden los conatos de pelea. El Grupo Operativo de Apoyo (GOA) mantiene un retén en la zona. Más de la mitad de la unidad -entre ellos su jefe, el subinspector Rafael Carrasco- está en la calle esta noche.

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Aviso de reyerta. Un joven magrebí se encara con otro algo mayor que él y que lo acusa de haberle robado el móvil. «Ya lo hemos tenido que echar varias veces», comenta Lola Bermúdez, uno de los referentes del GOA mientras su compañero saca al chaval de la zona de forma expeditiva y lo aleja hacia la plaza de los Mártires. «Toda la noche igual...», protesta el policía al regresar mientras saluda a un tipo con sudadera con el que se cruza. «Es un compañero del GIP (Grupo de Investigación y Protección), ellos van de paisano».

En esas, todos los agentes echan a correr. Hay una emergencia. Una chica asegura haber sufrido tocamientos en mitad de la calle. «Estaba hablando con mi amiga para saber cómo se iba a volver a casa y alguien pasó por detrás y me tocó el culo», relata. Los policías interceptan al autor, que apenas se tiene en pie y que va buscando botellas abandonadas en el suelo para rematarlas, lo que en Málaga se conoce como un 'culillero'.

Las amigas la disuaden -«no le va a pasar nada, mañana estará otra vez en la calle y tú vas a tener que ir a un juzgado»- y al final la adolescente (16 años) desiste de denunciarlo. El hombre ni siquiera se marcha: se mezcla entre la gente que hace cola para entrar en la Wengé, coge una botella de vodka del suelo y la destila allí mismo.

4.00 horas, esquina de Tejón y Rodríguez

Pelea entre un grupo de jóvenes

El ritmo ya es frenético. La radio anuncia una pelea con lesiones aparentemente graves en la esquina de la calle Tejón y Rodríguez. La actuación es conjunta entre Policía Local y Nacional. Los agentes del GOA reducen en el suelo a un detenido (muy corpulento) que no para de forcejear. La víctima es otro chico que tiene una brecha en el pómulo. Ambos son magrebíes.

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«¡Robo con violencia, robo con violencia! Mira cómo me ha dejado. ¡Me ha robado!», grita el herido, tratando de llamar la atención de los policías, que le piden que mantenga la calma. Una ambulancia acude a atenderlo y él se niega a subirse en ella para ser asistido hasta que no venga su hermano, al que ya ha avisado. Los sanitarios se arman de paciencia. «Igual nos necesitan en otra parte, pero tenemos que esperar», se queja uno de ellos.

El detenido ofrece fuerte resistencia. Ante su agresividad, que va a más, los agentes piden por radio un coche con mampara para poder trasladarlo a los calabozos. Lo engrilletan y le colocan bridas para inmovilizarlo, pero eso no impide que se autolesione. Clon, clon, clon. Los cabezazos contra la mampara se escuchan aún más en el silencio de la madrugada. Así suena, también, la noche de Halloween en el Centro.

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