Las seis de la mañana. Entra una llamada a la Sala del 092 de una joven que requiere la presencia policial en su vivienda porque, según manifiesta, dos hombres y una mujer están intentando forzar la puerta de su casa para acceder a la misma a la fuerza. Así arrancó una intervención policial en la que tanto la alertante como su compañero de piso acabaron detenidos después de que presuntamente confesaran en medio de un cuelgue al mezclar varias drogas que se dedicaban a la venta de sustancias.
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Sucedió en la madrugada del pasado 29 de noviembre. Una dotación de la Policía Local se encontraba realizando las labores de patrulla cuando recibió el aviso de la Sala Operativa para que se personara en el citado domicilio porque, al parecer, varias personas estaban tocando y trasteando la entrada. Al llegar, los agentes no encontraron a nadie.
Los efectivos se dieron cuenta de que, supuestamente, tanto la joven como el chico con el que se encontraba en el piso parecían estar bajo los efectos de algún tipo de sustancias. Al parecer, presentaban las pupilas dilatadas, el rostro muy pálido y la lengua totalmente blanca.
Según dijeron los jóvenes a los policías, pensaban que las personas que supuestamente intentaron entrar al domicilio forzando la entrada podrían encontrarse dentro del mismo, por lo que les pidieron que revisaran el piso, tras lo que los funcionarios entraron y comprobaron que eran los únicos que estaban en el inmueble.
En el interior, según apreciaron los agentes, había un fuerte olor a marihuana. También vieron que había sobre una mesa una balanza de precisión y dos cuchillos de grandes dimensiones con restos de lo que parecía ser hachís. Los efectivos, en un intento de averiguar qué había ocurrido, intentaron entrevistar a los requirentes, quienes no respondían con coherencia y continuaban en estado de gran ansiedad y nerviosismo.
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En un momento dado, los funcionarios les preguntaron si habían consumido algún tipo de alucinógeno o estupefaciente, a lo que estos presuntamente acabaron admitiendo que sí. Al parecer, ambos contaron que habían mezclado varias sustancias y que tenían mucho miedo de las consecuencias, por lo que pidieron asistencia sanitaria.
Así, en un momento dado, el chico dijo a los policías que iba a buscar las drogas que tenía en la casa para que pudieran informar a los médicos de lo que habían consumido. Fue entonces cuando, presuntamente, acabó confesando que los dos eran consumidores y que se dedicaban a la venta de sustancias a pequeña escala para sufragar sus gastos.
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Tras revisar la cocina y un dormitorio, el joven habría entregado a los policías varios envoltorios que al parecer contenían 4,7 gramos de speed y 5,2 gramos de ketamina, además de un trozo de hachís que arrojó un peso de unos 20 gramos.
En vista a todos los indicios, los agentes les informaron de que estaban detenidos como posibles autores de un delito contra la salud pública, siendo a continuación trasladados a un centro de salud y posteriormente a un hospital para que se les realizaran pruebas clínicas complementarias.
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Una vez que obtuvieron los resultados, en los que se habrían detectado el consumo de varias sustancias, los arrestados habrían vuelto a informar a los policías de forma espontánea de que todavía tenían más drogas en la vivienda. Concretamente, 200 gramos de marihuana, una tableta de hachís de 100 gramos, varios gramos de cocaína y bolsitas para su distribución.
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