María había compartido un taxi de vuelta a casa con una amiga que vive en la misma zona. Antes de bajarse del vehículo, como si de una premonición se tratara, el chófer le dijo: «Estos dos tienen muy mala pinta, ten cuidado». Acababan de cruzarse con los dos jóvenes que supuestamente intentarían violarla unos minutos después.
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«Estaba a un minuto de mi piso, así que decidí bajarme en Vialia para que el taxista llevara a mi amiga hasta su puerta», relata la joven, que tiene 28 años. Ella no se quedó tranquila y me dijo: 'Vete rápido y no me cuelgues el teléfono hasta que llegues a casa'. No sé cómo ocurrió, pero iba hablando con ella y, de repente, los tenía delante de mí«.
Esa noche, la del sábado al domingo 28 de enero, habían tenido una reunión de trabajo que acabó muy tarde -eran las cinco de la madrugada-, aunque ella asegura que no probó ni una gota de alcohol. «Estaba totalmente consciente y fuerte. Eso me ayudó a hacerles frente y forcejear», continúa la víctima.
María recuerda que los agresores ocultaban su rostro con un pasamontañas o una braga de tipo militar. «Uno de ellos, muy chulo, me cogió del brazo y empezó a decir: 'Ven aquí, ven'». Según su relato, intentó tirar de ella hacia un portal de la calle Cuarteles.
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Al principio, pensó que se trataba de un robo. «Le dije: 'Toma el bolso y vete'. Pero ya me asusté mucho cuando el otro comenzó a quitarse el cinturón. Ahí forcejeé más e intenté irme hacia la calzada. Me daba igual tirarme a la carretera, necesitaba que alguien me ayudara. Y prefería que me atropellaran a que me violasen. Una agresión sexual es como matarte en vida, es muy traumático», afirma.
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En ese momento apareció una furgoneta negra de grandes dimensiones y María pensó que aquello parecía un rapto «como los que ocurren en las películas». Mientras ella intentaba librarse de los dos tipos con pasamontañas, el vehículo accionó el claxon y se detuvo junto a ellos: «Ahí pensé: 'O me ayuda o es el que me secuestra'. Pero no tenía otra opción, literalmente. Si corría, con los tacones, seguro que me pillaban».
María se recuerda mirando de reojo hacia la furgoneta, intentando adivinar si podía confiar. «Vi que tenía la puerta abierta y que sólo estaba ocupada por el conductor. Me la jugué y corrí hacia ella». Una vez dentro, escuchó que el chófer estaba avisando a la policía; «y ya cerré la puerta y llamé mi amiga», añade.
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El conductor era Adrián Maldonado (26 años), un profesional del sector del VTC que estaba a punto de terminar su turno de trabajo y que se percató, a lo lejos, de que aquella chica estaba en apuros. Al principio creyó que era una pelea de pareja, pero al aproximarse vio a los dos agresores y observó cómo uno de ellos se quitaba el cinturón.
«Cuando llegó Adrián, lo que más me impactó es que no les cambió la cara. No le tenían miedo a nada. Yo me voy de un restaurante sin dejar propina y agacho la cabeza. Ellos no parecían sentir vergüenza ni temor. Era como si no tuvieran nada que perder. Eso fue lo que más me llamó la atención», comenta la joven.
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Adrián cerró los seguros de la furgoneta y comenzó a buscarlos, ya que los perdió de vista en un primer momento. Instantes después los localizaron y fueron dando su posición a la sala del 092 de la Policía Local, que acudió rápidamente y los detuvo junto a la boca del Cercanías junto a la calle Alemania. «Se enfrentaron a los agentes como si nada y dijeron que ellos no habían sido», cuenta.
María tiene una lista interminable de agradecimientos. «La Policía Local actuó espectacular. Tardaron un minuto en llegar, los arrestaron y me tranquilizaron mucho. Les doy las gracias a todos los agentes que participaron esa noche».
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Pero el más especial es para Adrián, el conductor del VTC, que se ofreció incluso a llevarla al hospital para que la examinaran. «Se comportó conmigo como un auténtico héroe. Ojalá haya más gente así. No sé cómo darle las gracias. Si yo conociera al alcalde, le pediría que le diese un premio», asegura María, que ya ha repartido la tarjeta de Adrián entre todos sus amigos para que lo llamen cuando quieran volver a casa.
También tiene palabras de agradecimiento para el taxista que la llevó después a su domicilio, al salir del examen médico, y que no se marchó de su puerta hasta ver que entraba sana y salva en el portal.
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María termina con una reflexión que, de algún modo, es lo que la empuja a mantener esta entrevista. «Hay que denunciar siempre. Quiero hacer hincapié en ello. Quizá, si yo me zafó de los agresores y escapo de allí, me hubiese quedado tan en shock que no se me hubiera ocurrido ir detrás de ellos, llamar a la policía y denunciar. Pero hay que hacerlo, porque mañana le puede ocurrir a otra chica y puedes impedirlo».
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