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El recuerdo de la Guardia Civil apostada en el corazón de la calle Lagunillas sigue marcando la ajetreada vida diaria del barrio. El Grupo de Acción Rápida (GAR) detuvo allí a dos jóvenes –uno de ellos ha ingresado en prisión preventiva– por su presunta radicalización yihadista, un acontecimiento que ha pillado por sorpresa a quienes viven allí, acostumbrados a una convivencia absoluta. «Es inquietante que en el barrio pueda vivir un terrorista», reconoce a SUR Elena, antes de entrar a la carnicería.
Lagunillas vive entre contrastes. Lo que muchos vecinos perciben como «abandono» de las administraciones es concebido por otros como reclamo turístico. Los graffitis que colorean los muros de edificios abandonados –como el que empleó el detenido para ocultarse y almacenar propaganda– ven pasar a diario decenas de turistas en bici y malagueños que buscan un trocito de autenticidad urbana y cosmopolita.
Entre esos contrastes hacen sus vidas miles de personas de distinta etnia y credo, pero con las mismas preocupaciones: el día a día. «Aquí siempre ha habido una gran convivencia», explica a SUR sobre cristianos y musulmanes Rafael Pérez Pallarés, párroco del Buen Pastor, templo que ofrece sacramentos a El Ejido, Lagunillas y Cruz Verde.
«Existen núcleos de diferentes religiones pero que se conjugan con el entorno, aquí no hay guetos», insiste Pallarés. Tal vez por eso ninguno de sus feligreses se ha escandalizado en exceso ante la presencia de un presunto yihadista entre sus calles: «Lo han llevado con normalidad, la gente sabe que vivimos en una sociedad convulsa y que esto puede pasar aquí o en cualquier barrio de Europa».
El sacerdote, al igual que vecinos y comerciantes, está acostumbrado a una total «naturalidad» en cuanto a la coexistencia de credos que se da en Lagunillas. «El Islam es una religión de paz, aquí interactuamos con muchos de ellos en la parroquia como algo normal y corriente».
En la calle Lagunillas la percepción de inquietud es compartida, pero no distrae a nadie. «Dio mucho susto ver a la Guardia Civil con las metralletas, y cuando nos enteramos de que no era por droga... nos dio el susto, pero bueno, ya ha pasado», concluye Elena mientras espera a ser atendida en la carnicería.
En el local de al lado se encuentra la droguería Antonio, regentada por Francisco Moreno, hijo del fundador del negocio y veterano conocedor de Lagunillas. «Aunque el barrio tenga una fama no muy merecida, es un sitio tranquilo, nadie se esperaba lo que ocurrió». El tendero explica que los dos detenidos podían ser vistos «siempre por el mismo sitio», pero sin llamar la atención.
A pocos metros en dirección hacia el Teatro Cervantes se encuentra el Tinglao de Lagunillas. Mauricio Saa sirve vino y vermú y reconoce a SUR que el día de la operación sintió «un poco de miedo». «Podía haber pasado cualquier cosa», resume. «Esto es un sitio tranquilo, seguro, todavía puede crecer y ser mucho más», dice sobre su barrio, y reconoce que las preocupaciones de los vecinos se centran principalmente en el estado de la calle. «Podrían arreglarlas un poco, pero eso es cosa de los gobernantes».
Al pie de la avenida trabaja Lorena Martínez en su tienda de productos naturales, Verde Quimera. «Yo destacaría la comunidad sincera que los vecinos de Lagunillas han ido creando, es un barrio maravilloso». Sobre el suceso en cuestión dice no sentir miedo: «Me pareció una noticia un poco rara, no creo que tenga nada que ver con Lagunillas ni con la población de aquí».
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Javier Bienzobas (Gráficos) y Bruno Parcero
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