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Como cada viernes, Juan Roa (53 años) estuvo tomando algo con sus amigos de toda la vida. Pasadas las nueve de la noche, se despidió de ellos para volver a casa, donde le esperaba su mujer para cenar. Pero no llegó a la cita. De nuevo, la carretera trunca una vida y deja en suspenso la rutina de una familia con todos los planes por hacer.
Juan Roa era el motorista que el pasado viernes 7 de octubre murió en una colisión con un turismo en el kilómetro 1 de la carretera A-368, que es la que va de Mijas Pueblo al Higuerón. El conductor del automóvil se marchó del lugar, aunque volvió al cabo de un rato y se entregó a la Guardia Civil. Al parecer, dio positivo en drogas.
Mientras el subsector de Tráfico investiga el caso, familiares y amigos se despedían de él este fin de semana en Mijas, localidad donde era muy conocido y querido. Roa trabajaba para el Ayuntamiento en el departamento de notificaciones -se encargaba principalmente de las relacionadas con asuntos sociales- y estaba muy vinculado al CD Mijas.
«Juan se implicaba con todo el mundo y tenía un carácter muy abierto. Es una pena muy grande, era un hombre que se hacía querer», comenta el alcalde de Mijas, Josele González, que acudió a dar el pésame a familiares y amigos.
Roa empezó trabajando como albañil en el área de servicios operativos del Ayuntamiento de Mijas, pero tuvo que dejarlo por una lesión en la espalda y pasó al área de notificaciones, donde estaba actualmente.
Era el mayor de cuatro hermanos, todos ellos vinculados al fútbol mijeño. Uno de ellos, Antonio Roa, llegó a ser profesional y a militar varias temporadas en Segunda División. Jugó en el Club Deportivo Málaga, donde destacó en la temporada 91-92 (era centrocampista) y fue uno de los futbolistas revelación de la Liga.
Juan, que también despuntó de joven por habilidoso, no hizo carrera en el fútbol, pero siguió siendo muy aficionado al deporte y actualmente practicaba pádel. La cacería era otra de sus pasiones.
Los sanitarios no pudieron hacer nada por salvarlo y murió allí, junto a su moto, en la que llevaba una bolsa con la cena que había comprado en un restaurante para disfrutarla con su mujer. Juan Roa deja viuda, un hijo y una familia destrozada por su pérdida.
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