JOAQUINA DUEÑAS
Miércoles, 8 de junio 2022, 21:17
Al enfilar la carretera de Benahavís el ambiente comienza a hacerse cada vez más asfixiante. Las columnas de humo van ganando intensidad mientras se escucha el continuo tronar de las hélices de los helicópteros en su lucha contra el fuego. A las puertas de la ... urbanización Montemayor, que ha sido desalojada, comienzan a agolparse vehículos que van a recoger a familiares y enseres. El propietario de la villa adyacente agita los brazos nervioso, echando a todo el que intenta parar cerca de su puerta. «¡Aquí no se puede aparcar!», exclama en inglés. «Es la salida de mi casa y quizás me tenga que ir», le dice a todo el que se acerca mientras observa de cerca los movimientos que los efectivos de la Guardia Civil y de Protección Civil realizan en la urbanización vecina.
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Se trata de un recinto privado con villas de alto standing. Desde su interior desfilan Teslas, BMWs, Ferraris, Mercedes, Porches… Todos siguiendo las instrucciones de desalojo del dispositivo de seguridad. Una de las vecinas sale abrumada en su vehículo, acompañada por su madre. Es extranjera, como la mayoría de los residentes del entorno. «Hace un año que vivimos aquí», relata. «Estamos un poco asustados». «A las siete menos veinte nos dieron el aviso urgente de que teníamos que salir». Todavía no sabe lo que va a hacer. «Tengo que organizar los tres coches con familiares que estamos saliendo de mi casa», detalla.
Nadie puede parar en la zona. Un poco más abajo aparcan para ponerse de acuerdo y seguir su camino. En la misma zona está estacionado Juan Carlos, de la empresa Miralbo Urbano. «Nosotros estamos trabajando en la casa B10. Salí a comprar algo de bebida y para comer y cuando he vuelto ya no me han dejado entrar», comenta, preocupado por sus compañeros. «Allí hay unas diez personas trabajando. Tendrán que bajar caminando hasta aquí para poder irnos».
Los arcenes de la carretera se van llenando de curiosos que observan desde la distancia. Son vecinos de otras urbanizaciones cercanas que observan hacia dónde va el viento y valoran si hay alguna posibilidad de que sus viviendas también sean desalojadas. «Nosotros vivimos a unos tres kilómetros de aquí, en la urbanización Paraíso», cuenta Esther, que ha aparcado en una explanada desde la que se observa la evolución del fuego. «Hasta ahora no nos han dicho nada pero yo quería construirme una casa por aquí y ya me lo estoy pensando, porque cada año es igual», se lamenta.
A la altura del centro de hípica Marbella Club una pareja con su furgoneta mira hacia las columnas de humo con preocupación. Son Ana y Dani. Ellos no han sido desalojados: «Tenemos familiares en los campos de detrás con animales», explican. «No nos dejan pasar para ayudarles. Lo entendemos, pero no sabemos nada de nuestros familiares porque no tienen cobertura», se lamentan.
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