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Un cúmulo de fatalidades tiñó de negro Zalla (Vizcaya) aquella noche. El pasado martes 23 de agosto Mari Carmen, de 67 años y nacida en Gaucín, había salido a pasear con su hija María, de 29, como acostumbraban a hacer casi a diario. Normalmente se ... recogían un poco antes, pero su madre se encontró a una amiga en la calle y se quedaron un rato charlando. Ya estaban de regreso, a apenas unos 250 metros de su casa, cuando se desató el desastre.
Un joven de 25 años que circulaba ebrio y sin carnet perdió el control del vehículo y embistió una farola, con tan mala suerte que esta cayó sobre las dos mujeres. Luego se dio a la fuga. «Fue todo muy rápido, no lo vimos venir; de repente nos cayó la farola y caímos las dos al suelo», recuerda la joven. Ella se levantó y entró en pánico al comprobar que su madre estaba inconsciente y tenía una herida sangrante en la cabeza.
«Estaba tan nerviosa que no podía llamar al servicio de Emergencias porque me temblaban mucho las manos y fui a pedirle ayuda al conductor, pero entonces me di cuenta de que empezaba a dar marcha atrás para escapar», relata María a SUR a través de una llamada telefónica. Su voz no esconde odio, más bien dolor e incomprensión.
Y aún así, no pierde la entereza en ningún momento de la conversación. Cuando la joven vio que el conductor se marchaba, lo único que pensó es que necesitaba ayuda urgentemente porque no había nadie por el lugar y, al caer la farola, la carretera había quedado completamente a oscuras. «Tenía miedo de que pasara otro coche y nos atropellase al no vernos», indica María.
Por fortuna, otro vehículo que transitaba por el carril contrario al que ellas se encontraban se detuvo. «Le pedí por favor que llamase a Emergencias y luego me puse a llorar», narra. A partir de ahí, sus recuerdos se empiezan a difuminar. Al cabo de un rato acudieron al lugar los bomberos y los agentes de la Ertzaintza con una ambulancia.
Los sanitarios intentaron reanimar a Mari Carmen, pero no pudieron hacer nada por su vida. María, después de contar a su padre, Florencio, y a su hermano, Daniel, lo que había sucedido, tuvo que ser trasladada al hospital con un ataque de ansiedad.
Luto y unión
Después del fatal siniestro, el cuerpo de la malagueña fue trasladado al Servicio de Patología Forense de Vizcaya y, finalmente, sus familiares se despidieron de ella el pasado viernes 26 de agosto, cuando tuvo lugar el crematorio. «Su muerte es muy dura de procesar porque no ha sido por una enfermedad ni podíamos esperarlo, estamos todos muy afectados», afirma su hija.
Son días de luto y de mucha unión entre María, su hermano y su padre, quienes están recibiendo muchas muestras de cariño porque Mari Carmen era una mujer muy querida. «Ella era muy buena persona, muy atenta con todo el mundo y se volcaba en ayudar; mucha gente nos ha dicho que la va a echar de menos porque era muy alegre y muy bromista... siempre tenía una sonrisa en la cara», señala María.
La malagueña nació en la localidad del Valle del Genil hace 67 años, aunque sus padres decidieron mudarse al norte de España cuando apenas tenía 16 meses porque sufría un problema de esófago y no podían costear su operación en Málaga. «Mis abuelos vinieron al País Vasco porque aquí podía ser tratada por la Seguridad Social y, afortunadamente, se operó y todo salió bien», explica su hija.
Aún así, aquella intervención le dejó algunas secuelas. Entre ellas, problemas y dolores de rodillas, aunque eso nunca le impidió hacer vida normal porque, como recuerda su familiar, Mari Carmen era una persona muy activa y llena de energía. Una mujer que, a los treinta años, lo dejó todo para dedicarse de lleno a cuidar de su familia.
Sin consuelo
María tenía la citación judicial para declarar en el Juzgado de Paz de Leioa este sábado, después de días completamente refugiada en los suyos. «Sé que el hombre que mató a mi madre está detenido y se le acusa de varios delitos, pero ni eso nos sirve de consuelo... nos la han arrebatado», lamenta la mujer. El sospechoso está investigado por un delito contra la seguridad vial y de un supuesto homicidio imprudente al carecer de carné de conducir y hacerlo bajo los efectos del alcohol.
La hija de Mari Carmen asegura que no quiere saber nada del conductor y que recuerda con «mucho dolor» el momento en que vio que se daba a la fuga, dejándola sola en el peor momento de su vida después de provocar el siniestro: «Lo único que espero es que tenga el castigo que corresponde para que se lo piense otra vez antes de coger el coche en esas condiciones».
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