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Ese día no trabajaban, pero tuvieron que ir a un juicio, así que decidieron echar el día de playa al salir de los juzgados. Era 18 de agosto, la temperatura del agua de El Saladillo –Estepona–, invitaba al baño, y Luis y Alejandro disfrutaban del sol con sus mujeres e hijos. Dicen que el que es policía lo es 24 horas al día, con uniforme o con bañador, por eso a los dos se les torció el gesto cuando vieron a dos pequeñas embarcaciones enfilar la costa. No lo sabían, pero acababan de comenzar los 20 minutos más largos del verano.
Si en el mundo del hampa existe algo parecido a la suerte, queda claro que los narcos que ese día querían llenar las guarderías de hachís con producto recién sacado del mar no la encontraron. De forma instintiva, los dos agentes se pusieron en pie. En el agua estaban los pequeños: «Estábamos en la arena y vimos las motos de agua a gran velocidad, cerca de los niños», explican a SUR. Los pilotos de las embarcaciones comenzaron a descargar paquetes entre el jaleo de la playa, en coordinación con un pequeño grupo que se incorporó al alijo desde la calle. Estaban portando kilos y kilos de hachís ante los bañistas.
Dieron un primer viaje, pero el segundo fue truncado por estos agentes fuera de servicio, que se lanzaron al placaje. Su gesto impidió que tres fardos de 30 kilos de hachís llegasen a las calles.
Luis y Alejandro se activaron como un resorte, se identificaron y se lanzaron sobre los dos primeros hombres que pasaron junto a ellos, repitiendo una y otra vez que eran policías nacionales. «Ofrecieron resistencia, pero conseguimos reducirlos». El resto de los integrantes del alijo se dispersó, menos uno de ellos que, a pocos metros, increpó y amenazó a los policías.
La escena que quedó dibujada en la arena era casi irreal. Dos bañistas mantenían reducidos (con la pericia que dan los años en Seguridad Ciudadana) a otros dos, contra la arena de una playa que se quedó desierta. Sólo permanecieron allí los familiares de ambos agentes, que vieron en primer plano la actuación. «Mi mujer se encargó de distraer a los niños para que no vieran nada», relata Alejandro. Avisaron a emergencias: «Necesitábamos urgentemente que vinieran los compañeros».
Mantener reducida a una persona sin la ayuda de los grilletes es una labor titánica, y cada minuto se les hizo eterno y agónico. Tuvieron que emplearse a fondo para asegurarse que los sujetos no tenían armas, ya que lo único que los protegía de una posible agresión era un bañador mojado –en vez del chaleco antibala, las botas, defensas y otras herramientas con las que obran en su día a día–.
Finalmente una patrulla de la Guardia Civil llegó a la playa y completó las detenciones, tras lo que se abrieron diligencias. Los dos arrestados ingresaron en prisión provisional por orden del juez.
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Sara I. Belled y Leticia Aróstegui
Doménico Chiappe | Madrid
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