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Lleva más de dos décadas vinculada al Colegio de la Abogacía de Málaga, al que, como ella dice, entró «muy jovencita». Flor Carrasco se ha convertido en la representante de más de 6.000 letrados malagueños gracias al respaldo de sus compañeros. Y también en ... la primera decana en Málaga y en toda Andalucía, aunque confía en que le sigan «muchas más». Especializada en asuntos penales y civiles, asume esta responsabilidad con honor y con el firme compromiso de trabajar «por la dignidad de la profesión».
–¿Cuándo empezó a interesarse por la Abogacía?
–Mi interés por el Derecho viene desde hace mucho tiempo, desde que era bien joven. Siempre he sido una persona que ha creído en las causas justas, aunque fueran causas perdidas. Y la mejor manera que tenía de plasmar eso profesionalmente era estudiando Derecho y dedicándome a la abogacía.
–¿Dónde estudió la carrera?
–Pues como casi todos los de mi generación que estudiamos en Málaga, empezamos en El Palo. Entonces, todavía no existía la actual Facultad de Derecho. Dos cursos después ya nos pasaron para allá. La verdad es que tuve muchísima suerte de estudiar en Málaga y en el mismo centro en el que soy profesora asociada –en el área de Derecho Civil– desde hace años. Aunque si le pregunto a los compañeros que estuvieron en Granada, que es una ciudad tan hermosa y en la que se lo pasaron tan bien, pues también me dan algo de envidia. Pero yo fui una malagueña que estudió en Málaga.
–¿Cómo fueron sus inicios en la profesión?
–Fui la primera persona de mi familia que iba a la universidad. Entonces, yo no tenía ningún contacto en la abogacía ni en ninguna parte, y no pude hacer pasantía porque no conocía a nadie. Hice la escuela de prácticas jurídicas y allí conocí a compañeros con los que sigo trabajando y siendo íntima amiga, simplemente porque me senté a su lado... por casualidad. Sigo con ese mismo círculo de amigos y de compañeros y, claro, se ha ampliado muchísimo más. Fueron unos inicios difíciles, pero tuve un gran respaldo familiar que me ayudó a montar un pequeño despacho con algunas compañeras que habían hecho conmigo la carrera. A partir de ahí, y con un gran esfuerzo, pues fui buscándome un poco la vida. Y 29 años después, pues nada, aquí estamos conversando.
–¿Recuerda su primer caso?
–Pues recuerdo mis dos primeros casos. Uno fue de una señora a la que denunciaron porque parecía que había robado un pintalabios en un centro comercial. Y el segundo caso era de un señor taxista que parecía que había agredido a alguien con un instrumento muy contundente. Ya han pasado muchos años y todo ha prescrito, pero con esos asuntos me estrené. Son cosas que no se me olvidan porque me sentaba por primera vez en un tribunal, con mi toga, con muchas dudas e incertidumbres... hasta de dónde me tenía que sentar. En realidad, casi nunca te olvidas de los casos que has llevado. Casi todos forman parte de mí, tanto los que he ganado como los que he perdido; sobre todo, estos últimos. Los que más dentro se me han quedado son los de violencia de género por todo el drama que hay detrás, que nunca se olvida. Este es un trabajo en el que puedes crecer mucho profesionalmente, pero también personalmente.
–Trabaja en un despacho propio, ¿en qué está especializada?
–Yo llevo los asuntos que son penales y civiles, pero somos tres mujeres que compartimos un despacho. Esta es una fórmula muy habitual porque nos permite compartir gastos y colaborar entre nosotras en determinados casos. Somos un bufete pequeño en tamaño, pero grande en amor y en el interés que le ponemos a las cosas. La verdad es que mis compañeras se han convertido en mi sostén porque esta profesión te deja muy buenos ratos, pero otros no lo son tanto. Y cuando llegan esos malos momentos, ellas están ahí, comiendo conmigo con nuestros 'tuppers' en el despacho.
–Y también está en el turno de oficio...
–Ya van 23 años desde que entré a formar parte del turno de oficio y estoy muy orgullosa de ello. Creo que es fundamental que compañeros de todas las edades y de todas las dedicaciones estemos ahí. Obviamente, no lo hacemos por una cuestión económica. No está ni reconocido ni pagado, pero es absolutamente necesario que estemos ahí prestando nuestros servicios y por eso traíamos tantas reivindicaciones en relación al turno de oficio. Ahora que estoy en el decanato vamos a dejar muy clara cuál es la posición de los abogados y las abogadas malagueñas.
–¿Qué se puede hacer desde el colegio por el turno de oficio?
–Es que ya no solamente hablamos de las retribuciones, aunque también vamos a seguir presionando para que se adecúen y sean justas. También hablamos de burocracia. Actualmente tenemos una asunción de tareas administrativas que hacen que le dediquemos gran parte de nuestro tiempo, y este tendría que ser para los asuntos, para la atención de nuestros clientes y para la defensa de sus intereses. De verdad, son muchas horas las que se nos va en eso. Yo, por ejemplo, todavía no he facturado este trimestre porque no me da tiempo de ponerme con la plataforma. Eso tiene que cambiar y el colegio es el que tiene que asumir esas tareas administrativas, que es una de las iniciativas que llevamos en el programa y que queremos poner en marcha.
–¿En qué momento decidió presentarse a las elecciones para ser decana?
–Me lo planteé cuando Salvador González anunció que no se iba a presentar a razón de la gran responsabilidad que ya tiene como presidente de la Abogacía Española. Yo llevo 25 años trabajando en el colegio porque entré muy jovencita. Hubo un decano, Nielson Sánchez Stewart, mi querido decano, que se fijó en mí cuando no tenía ni 30 años. Me dio la oportunidad de entrar en una comisión de la institución después de que tuviésemos una conversación. A partir de ahí he pasado por muchas comisiones y por muchos puestos en el colegio. Y ya, pues en este último, que es el de decana. Tengo la máxima responsabilidad del colegio, pero también el mayor honor.
–Es la primera mujer decana de Málaga y de Andalucía. ¿Eso le añade cierta presión?
–Un poco, sí. Y no debería ser así. Todos los decanos cuando asumen su cometido sienten cierta presión, eso es indudable. Es una pequeña presión que se junta al honor y a la responsabilidad porque quiero hacerlo bien. Seguramente todos los decanos han tenido estos mismos sentimientos y quizás no tenga que ver con ser una mujer. Lo que sí deseo es ser la primera de muchas más decanas en Andalucía. Las mujeres somos la mitad de este cielo jurídico y es bueno que se normalice que estemos en todos los puestos, también en los de máxima responsabilidad. Siento mucho orgullo, bien entendido, de que se haya confiado en mi propuesta y en mis compañeros. Vamos a poner el alma y el corazón, con todas nuestras fuerzas, para no defraudar a los compañeros.
–¿Cómo configuró el equipo?
–Hay compañeros que venían de la junta electoral anterior y ya había trabajado con ellos. Con otros tantos pues, después de hablar, también vi que podían aportar muchísimo. Yo llevo mucho tiempo en el colegio, no es que haya aterrizado de repente. Básicamente, llevo toda mi vida profesional ahí y quienes forman parte de mi equipo es porque he visto que pueden ayudar a que se cubran determinadas necesidades y huecos, como los compañeros que se dedican a extrajudicial y que también necesitan sentirse representados. Incluso tenemos que mirar por los no ejercientes, para que vean un respaldo en el colegio, o por la representación de las delegaciones para que se sientan cerca. La lejanía solo puede ser geográfica, Yo se lo decía a mis compañeros: no podemos defraudar, tenemos que intentar darlo todo de nosotros. Y ellos tienen también ese compromiso. Entonces, por decirlo de alguna manera, fue una selección muy natural después de ir hablando con muchos compañeros. Tenemos una candidatura absolutamente variopinta y transversal, con personas de diferentes edades y de dedicaciones y que sé que ponen el corazón en las tareas.
–¿Cómo quiere que sea su decanato?
–Yo quiero que sea un decanato que enarbole una bandera: la de la dignidad de la abogacía,. Esa es la palabra que más estamos repitiendo y exigiendo. Y no solo de cara a los demás, también me la repito a mí misma. Es la base mínima en la que nos tenemos que mover porque también tenemos que defender nuestros derechos. Queremos trabajar para que los letrados tengan una jubilación digna; para que tengamos la dignidad garantizada en la manera y en las condiciones en las que estamos en el turno de oficio; en el respeto que tenemos que tener y recibir del resto de operadores jurídicos… Ya no solo en nuestro colegio, en la abogacía en general. Cada abogado tiene que tener eso garantizado. Yo seré la decana, pero también soy la profesional individual que va con su carpeta y expediente a la Ciudad de la Justicia, y como el resto de los compañeros, tenemos que recibir un trato digno.
–¿Dignidad también es pedir que los juicios se señalen en plazos adecuados?
–Absolutamente, no nos pueden poner los juicios a varios años vista, como está ocurriendo, que ya van por el año 2028 o 2029. ¿Cómo le explicas eso a los clientes que acuden a tu despacho? Al final, todo se resume en movernos en unos parámetros que cumplan con la dignidad.
–Ha mencionado antes el tema de las jubilaciones, ¿cómo van a llevar en esa lucha?
–La abogacía es una fuerza transformadora. Cuando la gente viene a nuestros despachos, si todo ha salido bien, transforman su vida a mejor. ¿Cómo no va a ser una fuerza transformadora también para los que formamos parte de la propia profesión? La abogacía ha demostrado su fuerza, ha salido a la calle y ha pedido lo que entiende, y yo también entiendo, que es absolutamente justo: la reivindicación de una pasarela al RETA en las mejores condiciones. Nos hace falta, sobre todo, mucha información para que cada uno estudie qué es lo que le conviene más. Desde el colegio vamos a promover la contratación de profesionales imparciales para que nos aconsejen, uno a uno, y estemos bien informados de lo que supone cada cosa. Hasta yo misma necesito ese asesoramiento. Ahora estamos teniendo mucha fuerza en la calle con las concentraciones por unas condiciones mejores. Tenemos que lucharlo, al igual que tenemos que luchar para que se reconozca la relación laboral especial que tenemos los letrados del turno de oficio. Nosotros prestamos un servicio a la Administración. Si yo estoy prestando un servicio desde hace 23 años, no de manera continuada pero sí de forma discontinua, esto se nos tiene que reconocer y esta va a ser una de las tareas más urgentes y más reclamadas desde que tomemos posesión. Por supuesto, es algo en lo que vamos a trabajar en unión con otros colegios y con el Consejo Andaluz, pero en esa línea.
–¿Cuáles son las prioridades en cuanto asuma oficialmente el puesto de decana?
–Queremos ponernos con el tema de la mutualidad y también trabajar en las sedes, que todavía faltan en algunas delegaciones. Estas son dos de las medidas urgentes. También ponernos a trabajar con la Fiscalía, con la que tenemos una excelente relación, pero para abordar el tema de las necesidades fiscales en partidos judiciales, porque es una figura de suma importancia. Son muchas las cosas que tenemos que hacer.
–Antes hemos hablado de la saturación en los juzgados, ¿puede hacer algo el colegio para que se agilicen los plazos?
–Ese colapso también nos afecta a nosotros. Supone una merma de nuestros ingresos y nos merma a nosotros. De verdad, yo tengo asuntos en los que ya no sé ni qué decirle al cliente. No es posible que una demanda en dos años ni siquiera se haya proveído, que no digo ni que haya salido el juicio, sino que es que ni se ha proveído. Eso tiene que cambiar. Durante muchos años, con otros compañeros, hemos llevado la Comisión de Relaciones con la Administración de Justicia (CRAJ). Hay que reivindicar todo esto y hacerlo también de manera constructiva, pero las cosas que no funcionan hay que decirlas. ¿Es una cuestión de medios? Por supuesto. También tenemos sedes judiciales en algunos sitios que son indignas… Marbella, por ejemplo, con todo lo pujante que es la ciudad, que se conoce en todo el mundo, y tiene una sede judicial que no son dignas ni para las personas que trabajan allí, ni para los justiciables, ni para los profesionales que vamos. Luego, hay juzgados que vemos que trabajan muy bien y otros que no tanto, pues tendremos que preguntar qué pasa en estos últimos y ponerlo de manifiesto de una forma constructiva. No es cuestión de atacar gratuitamente, sino de colaborar para que esas deficiencias se solucionen.
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