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Albert Boyden se ganó la vida como conductor de un camión de recogida de basura en Reino Unido. Cuando se jubiló, le quedó una exigua pensión (poco más de 1.000 euros) que le daba para ir tirando. Lo suficiente para afrontar la recta final ... de su vida en Saydo Park, una colonia británica en Mollina donde residen unas 1.500 personas. La pequeña Inglaterra, la llaman.
Pero el epílogo no fue el que esperaba. Tras más de una década en Saydo, Albert y su mujer se separaron y él se mudó a la localidad sevillana de Estepa, a apenas 30 kilómetros, y se instaló en una casa que le encontró un amigo en el número 28 de la calle Puente. Hace una semana, unos ladrones entraron en su vivienda y lo agredieron para robarle. Albert (81 años) sobrevivió al asalto, incluso le dieron el alta en el hospital, pero murió tres días después.
Serían las siete de la tarde del domingo 2 de julio cuando se produjo el asalto. La historia, la que ha trascendido y que el boca a boca se ha encargado de extender, es la siguiente: tres hombres llamaron a la puerta de Albert y él, que era un hombre confiado, les abrió. «Siempre solía darles algo de dinero a los toxicómanos que iban a su casa a pedir. Ha muerto por solidario», cuenta un vecino de Estepa que, con los años, hizo amistad con él.
Se conoce que los ladrones entraron y le agredieron para robar lo que hubiese en la vivienda («Albert era un hombre humilde, no llevaba más de 50 euros en la cartera», recalca su amigo»). Y aquí es donde las versiones desentonan. En el pueblo se dice que le dieron una paliza (esa fue la primera versión que llegó a los medios). Por el contrario, fuentes próximas a la investigación apuntan a que en realidad Albert sufrió una caída al ser empujado por los asaltantes, que lo dejaron allí tirado.
El vecino de la casa contigua escuchó los quejidos de Albert y avisó a los servicios de emergencias. El británico fue trasladado al Hospital de la Merced de Osuna, donde fue asistido de las heridas que presentaba. Tras esa primera asistencia sanitaria, le dieron el alta y regresó a casa. Sin embargo, volvió a encontrarse mal y lo ingresaron de nuevo. No salió adelante.
Que supieran sus amigos, Albert no tenía graves problemas de salud, ni tampoco los aparentaba. «Se tomaba un par de litros de cerveza diarios y apenas comía», comenta su amigo, «pero aparentemente no tenía problemas de salud; de hecho, para llegar hasta su casa, debía subir diariamente la calle más empinada del pueblo».
Todo apunta a que la muerte de Albert estaría directamente relacionada con la agresión que sufrió en el asalto a su casa, de la que se ocupa la Guardia Civil. Pero las pistas son escasas porque al británico ni siquiera le dio tiempo a denunciar. Dijo que lo haría al salir del hospital, pero no pudo hacerlo porque se sintió indispuesto y tuvo que regresar a urgencias. El reto para los agentes es, ahora, identificar a los responsables del robo y posiblemente de su fallecimiento.
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