En la urbanización pasaba por un vecino educado y correcto que salía cada mañana a trabajar y que llevaba una vida normal. Un joven treintañero que convivía con sus padres y que se ganaba el pan en una empresa de mantenimiento. Aparentemente. Porque en la intimidad de su cuarto se dedicaba presuntamente a traficar con pistolas, revólveres y hasta con armas de guerra. En su cuarto, la policía localizó un auténtico arsenal.
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La investigación, a cargo del Grupo de Respuesta Especial contra el Crimen Organizado (Greco)-Costa del Sol, con ayuda de Europol, comenzó a raíz de unas informaciones que apuntaban a la venta de armas a través de Internet y que situaban al traficante en la provincia de Málaga. Los agentes tiraron del hilo y llegaron hasta un joven malagueño residente en Teatinos que se había convertido en un auténtico especialista. De hecho, ya había sido investigado previamente.
Los policías descubrieron que el sospechoso supuestamente adquiría armas detonadoras o inutilizadas, las manipulaba y las habilitaba para disparar. También podía reproducir réplicas falsificadas de modelos reales preparados para abrir fuego. Incluso, y este fue uno de los aspectos que más les sorprendió, era capaz de fabricar su propia munición. En su habitación tenía pesos de precisión para calcular la carga exacta de pólvora y producir los cartuchos que usaban sus armas.
Durante las vigilancias, los investigadores pudieron comprobar que J., como se le conocía en el mundillo, probaba sus diseños en galerías de tiro clandestinas, donde tenía siempre la precaución de recoger los cartuchos que utilizaba. A los agentes también les llamó la atención las medidas de seguridad que tomaba y cómo era capaz de mantener esa doble vida: por la mañana, empleado de mantenimiento, y por la tarde, (presunto) traficante de armas.
Las pesquisas policiales revelaron que J. se había granjeado una buena cartera de proveedores y de clientes. Según fuentes próximas a la investigación, tenía contactos con delincuentes locales y extranjeros, incluso con miembros del crimen organizado. Sus precios eran, aseguran los agentes, los del mercado negro. Podía vender una pistola por 3.000 o 3.500 euros, dependiendo de si estaba «manchada» -utilizada previamente en algún crimen- o limpia. A las que modificaba para que dispararan fuego real les borraba el número de serie para dificultar su rastreo.
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Los policías del Greco decidieron reventar la operación ante la posibilidad de que alguna de sus armas acabara protagonizando algún suceso (los agentes están indagando en incidentes pasados o en incautaciones realizadas para ver si proceden de este individuo). Tras un discreto seguimiento, lo arrestaron en el 'parking' de un supermercado de Teatinos cuando, supuestamente, se disponía a realizar una transacción. Al detenerlo, le intervinieron una funda de portátil que llevaba encima. Dentro escondía tres armas cortas con munición y un subfusil.
En el registro de su habitación, los investigadores encontraron unas 80 armas, la mitad de ellas reales, y 9.250 euros en efectivo. Las pesquisas se centran ahora en comprobar si han sido utilizada en delitos. También hallaron uniformes reales del Ejército y la UIP de la Policía (antiguos antidisturbios), así como efectos de la Guardia Civil, que al parecer no utilizaba, así como armas de guerra históricas, y más de 1.000 cartuchos.
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