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Habían estado cenando con normalidad. Temprano, como acostumbran los británicos. Gloria cocinó una paletilla de cordero al horno. «Me ha salido buenísima. Mira, que te lo diga Geoffrey», le dijo a uno de sus hermanos antes de pasarle el teléfono a su marido. «Hello (hola, ... en inglés)», escuchó Marcial de su cuñado. Lo notó frío, pero en aquel momento no le dio importancia.
Eran las 21.30 de aquel maldito 9 de marzo de 2019. Recuerda bien la hora porque tuvo que interrumpir la llamada. «Te tengo que dejar porque tengo que salir a comprar el pan y me cierran la tienda», cortó Marcial, que vive en Canarias y que hablaba varias veces a la semana con Gloria. Todavía hoy es capaz de reproducir la conversación que mantuvo aquella noche con su hermana sin saber que sería la última.
Gloria Tornay Naranjo (58 años), de Montejaque, fue la víctima mortal número 11 de la violencia machista en 2019. Hoy, 25-N, es el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres. Así describe la Fiscalía de Málaga su asesinato a manos de su marido.
El crimen se cometió entre las 22.30 y las 23.45. Apenas un par de horas después de aquella llamada. Según el representante del Ministerio Público, Geoffrey (56 años) acabó con la vida de Gloria de forma «súbita y totalmente imprevista».
Geoffrey supuestamente comenzó a golpear a Gloria en la cara, «tapándole la boca para asfixiarla para, a continuación, intentar estrangularla«, dice literalmente en su escrito de conclusiones provisionales.
Al no conseguir su propósito, continúa, el británico habría asestado 11 puñaladas a su mujer utilizando un cuchillo de cocina de 14,5 centímetros de longitud. Una de las cuchilladas fue por la espalda. Esa fue la que le alcanzó el corazón.
El fiscal no menciona en su escrito que hubiese una discusión previa -como declaró el acusado-, lo que sugiere que Gloria no tuvo posibilidad de reacción ni prácticamente de defensa, de ahí que ponga el acento en el carácter imprevisible del ataque. Tras el mismo, «y para asegurarse el resultado de su acción», echó al hijo pequeño de la pareja (que entonces tenía 16 años) del domicilio.
También tiró fuera su teléfono móvil, el de Gloria y el fijo de la casa. Después cortó la luz general y se encerró en el inmueble. Su objetivo era, según el fiscal, «imposibilitar el aviso a los servicios de emergencias sanitarias» e impedir a cualquiera «la entrada a la vivienda para socorrer a la víctima».
El representante del Ministerio Público recoge en su escrito acusatorio que el procesado padece un trastorno de ideación delirante que le produce «distorsiones cognitivas en la apreciación de la realidad» y, por tanto, «una moderada alteración de sus capacidades cognitivas y volitivas».
La Fiscalía considera que los hechos constituyen un delito de asesinato, por el que pide 14 años de prisión al aplicarle la circunstancia agravante de parentesco, pero también la atenuante de anomalía o alteración psíquica, según el escrito de conclusiones provisionales, al que se ha adherido también la acusación particular, ejercida por los hermanos de Gloria.
La víctima era natural de Montejaque, donde tanto ella como su familia son muy queridos. Gloria tenía cinco hermanos y dos hijos, uno de ellos menor de edad, al que su padre expulsó de la casa aquella noche y el mayor, de 29, que estaba en Australia en esos momentos. Ahora ambos viven en Estepona con una de sus tías.
Gloria dejó a Geoffrey tres años antes del crimen, pero acabó volviendo con él porque le pidió perdón. Su marido se había convertido en un hombre huraño y se pasaba la vida delante del ordenador. Cuando la mató, ella planeaba separarse de nuevo de él. Se lo contó a un par de familiares. Pero quería hacerlo de mutuo acuerdo para proteger a sus hijos. No le dio tiempo.
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