Vecinos llevan los restos mortales de Antonia al cementerio de Pizarra, en la foto de portada de SUR del jueves 26 de noviembre de 1987. SUR / Archivo
El crimen de Cerralba: un secuestro y una madre de 25 años asesinada por la espalda
Historia Negra de Málaga ·
Se cumplen de 33 años del día en el que un vecino de Pizarra se atrincheró en su casa durante 18 horas tras matar a su mujer, violar a su cuñada y disparar a su suegro
La historia se atraganta en las gargantas de los vecinos de Pizarra. Han pasado 33 años pero los disparos aún resuenan en la memoria del pueblo y su pedanía más conocida, Cerralba. En una de sus casas, el lunes 23 de noviembre de 1987, se encerró Francisco García Antúnez, a sus 27 años de edad. Mató a su mujer, Antonia Pacheco García, de 25, disparándole con un rifle por la espalda cuando intentaba escapar del domicilio. En su interior permanecían el hijo de la víctima, de 5 años, y la cuñada del asesino, hermana de Antonia, de 14 años.
Con el asesinato de su mujer comenzó un frenético enfrentamiento con la policía en la que Francisco se atrincheró en la casa. Acumuló bombonas de gas en la entrada, abrió fuego contra la policía municipal y todo aquel que se acercase a su casa. En un alto el fuego violó a su cuñada hasta que un equipo especial de la Guardia Civil, la Unidad Especial de Intervención, puso fin al episodio.
Las primeras palabras sobre el suceso las firmó en El País el periodista malagueño José Antonio Frías, quien años después sería director de esta casa. «Francisco García Antúnez, de 27 años, vecino del poblado de colonización de Cerralba, perteneciente a la localidad de Pizarra (Málaga), mató a su mujer, Antonia Pacheco García, de 25 años, tras retener a ésta y a su cuñada, Ana María, de 14, en el domicilio familiar», arrancaba la crónica.
El hijo de la pareja fue rescatado por un policía municipal en las primeras horas del episodio, según recogió Frías. Uno de ellos era Pepe Berlanga, que ha accedido a recordar aquel día en esta reconstrucción. Tenía 27 años y pertenecía a la Policía Local de Pizarra desde 1982. «Era un día normal hasta que llamó un familiar de las hermanas diciendo que llamaba y no contestaba nadie». Él y su compañero del cuerpo, Antonio Bootello, se aproximaron a la vivienda: «Vimos sangre desde el exterior», recuerda. Se aproximaron por la calle peatonal metiendo el vehículo policial dando marcha atrás, y ahí sonaron los primeros disparos.
«Conseguimos hablar con él y al final hicimos que accediera a darnos al niño», recuerda el policía ya jubilado tras toda una vida de servicio en diferentes lugares del país –incluido el Ejército–. «Entré en la casa y me puso el rifle en el estómago, pero conseguí coger al chiquillo, irme cerrando la puerta y salir de allí». Acto seguido llamaron a la Guardia Civil, que se hizo cargo, aunque ellos estuvieron allí las 18 horas de periplo. «Cuando todo terminó nos dimos cuenta de lo que había pasado; he visto muchas cosas en mi trabajo a lo largo de mi vida, pero ese día siempre está ahí».
Bootello también ha accedido a recordar aquel día para esta reconstrucción de SUR. «Cómo olvidarlo», afirma. Él vivía en Cerralba (su compañero también) y conocían al indivíduo, pero nunca se imaginaba que hiciera algo así. Recuerda que cuando se dirigieron a él comenzó a insultarlos antes de abrir fuego, aunque se queda con la sensación de haber podido sacar al menor de edad de aquella situación. «Estaba llorando, lloraba sin parar», explica.
Durante el asalto de la Benemérita, tanto un agente como el propio asesino resultaron heridos de bala. Antes de la intervención, Francisco había disparado desde su casa contra varios vecinos que seguían los acontecimientos desde la calle, hiriendo a uno en una mano y al otro en un testículo tras la retirada de Berlanga y Bootello.
«Cansado de la vida»
Francisco García presidía la cooperativa Cecopi (Centro Comercial de Pizarra). Durante su atrincheramiento en la vivienda habló con un equipo de EFE-Televisión, y explicó que estaba «cansado de la vida». Afirmó que quería hacer daño a su suegra, que nadie le ayudaba y que desde que su padre se suicidó cuando él tenía ocho años su vida había estado marcada por la desidia y la sensación de que nadie le ayudaba. La víctima mortal trabajaba en una empresa textil de Pizarra.
Tres años después, en mayo de 1990, la Sala Segunda de la Audiencia Provincial de Málaga condenó a Francisco a un total de 27 años de prisión, por los delitos de asesinato, atentado, violación, tenencia ilícita de armas y lesiones. En la vista pública del juicio afirmó que agredió sexualmente a su cuñada para «dejarla embarazada» y «hacer daño» a su suegra, «por las humillaciones y ofensas que continuamente recibía» de ella.
La Audiencia le absolvió del delito de parricidio al considerar que en el momento en el que disparó los seis proyectiles contra su mujer se encontraba en un estado de enajenación mental. No obstante, tras acabar con la vida de Antonia recuperó su estado normal, por lo que el secuestro, la violación y los disparos contra los vecinos y los agentes del orden no tuvieron eximente alguna. García Antúnez además fue condenado a pagar 10 millones de pesetas de indemnización a su propio hijo, de siete años, y a su cuñada, con medio millón de pesetas.
Pepe Berlanga tenía 27 años y era policía municipal de Pizarra desde 1982. Estábamos el compañero y yo en el pueblo y entró la llamada del suegro. «Mi yerno no me abre la puerta y escucho cosas raras». Cuando nos acercamos por el portón vimos sangre al final, mal asunto. Empezamos a llamar al chaval, lo conocíamos. «Nos metimos con el coche por la calle peatonal y pegó dos tiros, intentamos hablar y conseguimos convencerlo de que entregase al niño». Al principio se negaba y me pedía que no me acercase. «Me puso el rifle en el pecho hasta que cogí al niño, cerré la puerta y me quité de enmedio con el niño a cuestas». La Guardia Civil intervino y se hizo cargo del tema. Estuvimos allí hasta el día siguiente. yo vivía dos casas más arriba. Como conocía las casas ayudé en el asalto.
El episodio quedó grabado en la memoria colectiva de Pizarra. El actual alcalde de la localidad, Félix Lozano, tenía 10 años cuando ocurrió, pero conoce el suceso a la perfección. «Es muy duro, algo así marca mucho», resume en declaraciones a SUR, dando cuenta de que en Pizarra y en Cerralba, la muerte de Antonia García nunca será olvidada.
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