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Su familia siempre confió en su inocencia. Incluso después de que un tribunal lo declarase culpable por abusar de siete niñas cuando regentaba una tienda de golosinas en la provincia de Málaga. La condena se hizo firme en el año 2008. Por aquel entonces, para ... sus hijas, la palabra de su padre todavía tenía más peso que la de un juez.
Ellas fueron el refugio del hombre, que ahora tiene 75 años, cuando finalizó su periodo entre rejas y recuperó la libertad. Estaban convencidas de que todo había sido un malentendido, una injusticia que procuraron hacerle olvidar con su compañía y volcándose con él.
Una vez que abandonó el centro penitenciario, el procesado se mudó a una casa de campo en la que recibía frecuentemente las visitas de sus hijas y de sus nietas menores. Fueron las niñas quienes, años después, acabarían desenmascarando a su abuelo ante su familia tras ser víctimas de varios episodios de abusos.
Así se recoge en la sentencia dictada por la Sección Novena de la Audiencia Provincial de Málaga, a la que SUR ha tenido acceso. De acuerdo con lo expuesto en el documento judicial, las pequeñas comenzaron a sufrir tocamientos por parte de su familiar en 2012, cuando ambas tenían ocho y doce años, respectivamente.
En el caso de la cría de menor edad, estos abusos tenían lugar en la piscina. El encausado, aprovechándose de la inocencia de la niña, solía inventarse juegos en el agua con el objetivo de manosearla en sus partes íntimas, atacando de esta manera su libertad sexual sin que, en un principio, la víctima fuera consciente de ello.
Durante años
Esta situación continuó en el tiempo hasta el año 2014, cuando la perjudicada tenía diez años. Un día, sin dar más detalles, manifestó a su madre que no quería volver a visitar a su abuelo. Lo único que contó en casa es que no le gustaba la forma en la que él jugaba con ella.
Su progenitora, a pesar del silencio de la pequeña, cortó de raíz toda relación con su padre ante la sospecha de que hubiera podido actuar con su hija como se había negado a creer anteriormente que hizo con otras niñas.
Del mismo modo, entre 2012 y 2015, el procesado también abusó de su otra nieta –y prima de la anterior víctima– hasta la edad de 15 años. Con la excusa de que la menor hacía deporte se ofrecía de forma insistente a hacerle masajes para, mediante engaño, tocarla en diversas partes del cuerpo y satisfacer así su ánimo libidinoso.
La chica se decidió a denunciar lo sucedido en 2020, después de enterarse a través de terceras personas de que su abuelo también había agredido sexualmente a otras niñas varios años atrás, siendo este el motivo por el que ingresó en prisión.
Solo entonces contó lo sucedido a su familia. Esto hizo que la nieta pequeña, quien nunca había hablado sobre las razones por las que no quería volver a jugar con su abuelo, también rompiera su silencio al tener conocimiento de que el acusado había actuado con su prima de manera similar que con ella.
En cuanto los familiares escucharon el relato de las perjudicadas, la verdad se abrió ante ellos y se confirmó lo que tanto costaba creer. Las nietas todavía eran menores de edad, por lo que fueron sus madres quienes interpusieron una denuncia contra el abuelo de las víctimas.
Estos hechos han quedado acreditados para la Audiencia Provincial, que ha declarado culpable al pederasta reincidente imponiéndole una pena de once años y cinco meses de cárcel como autor criminalmente responsable de dos delitos continuados de abuso sexual y contra la indemnidad sexual sobre menores de trece años.
Agravante de reincidencia
En el fallo, los magistrados han aplicado la concurrencia agravante de reincidencia, ya que el hombre ya había sido condenado en firme por el Juzgado de lo Penal número 7 de Málaga como autor de siete delitos de abusos sexuales a menores. Con sus nietas, como se señala en la resolución, el abuelo actuó con prevalimiento de su ascendencia familiar para llevar a cabo tales actos.
Además de ingresar en prisión, tiene una prohibición de aproximarse a menos de 500 metros y comunicarse con las perjudicadas a través de cualquier medio durante un periodo de nueve años. Los magistrados también le han impuesto nueve años de libertad vigilada.
Los abusos provocaron en la nieta de menor edad ataques de pánico y temores nocturnos que precisaron de tratamiento psicológico. De ahí que los jueces hayan decidido que tendrá que indemnizar a la perjudicada en la cantidad de 6.000 euros por los perjuicios y daños morales ocasionados.
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