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Julián García (36 años) no se considera un empresario de la noche. «Yo como de otra cosa», matiza. Decidió abrir una discoteca porque, cuando se instaló en Coín, hace un par de años, vio que no había una en todo el Valle del Guadalhorce. Las ... lentejas salen de su puesto de trabajo en una compañía en el sector de la construcción. KanaYa, como bautizó al negocio, era una aventura.
Apenas un año después de inaugurar la discoteca, con licencia para abrir hasta las siete de la mañana (la única para una comarca con más de 100.000 habitantes, según el empresario), ha decidido echar el cierre. No ha sido, dice Julián García, por falta de clientes o por problemas económicos, sino por una pelea con una decena de heridos.
Ocurrió el 18 de diciembre. Había sido una de las mejores noches para el establecimiento, que estuvo lleno y con muy buen ambiente hasta que, sobre las seis de la mañana, entró un grupo de personas «buscando bronca», según testigos. Hasta que al final la encontraron. Se enfrentaron con unos chavales y la pelea mudó a batalla campal. Se lanzaron taburetes y copas, además de romper puertas y ventanas del local.
Al parecer, la pelea dejó una decena de heridos -los implicados de ambos grupos-, que se marcharon por sus propios medios antes de que llegara la primera patrulla de la Guardia Civil. Cuando los agentes entraron, lo que quedaba era un local destrozado y el personal en estado de shock tras tres o cuatro minutos -lo que duró la refriega- de violencia. Fuentes de la Benemérita confirmaron que la investigación está abierta hasta identificar a todos los que participaron en la reyerta.
Al ver cómo quedó el local, Julián García, que actúa como gerente del negocio, tomó una decisión drástica y optó por echar el cierre del establecimiento: «No puedo garantizar la seguridad de mis empleados ni de mis clientes habituales. No quiero ponerles en peligro, así que es lo mejor que puedo hacer».
Dice que ha recibido más de 200 llamadas de apoyo y que las redes sociales se han llenado de mensajes en el mismo sentido. Pero el apoyo que le sobra entre la clientela le ha faltado, subraya, de las autoridades. «Hubiese bastado con poner una patrulla a eso de las seis de la mañana, la hora de las brujas, como la llamo yo, para evitar que esto hubiese pasado. Ahora los chavales tendrán que coger el coche para salir de fiesta, porque cierra la única discoteca que había en el Guadalhorce».
El gerente de KanaYa explica que no basta con reforzar la seguridad privada. «Ponga el personal que ponga, da igual. Se pelean en la puerta. Si tengo cinco porteros, puede resolverlo un día, pero al siguiente vienen 35 de la otra parte, y nadie quiere trabajar así», se lamenta García, que ha echado en falta más vigilancia policial para disuadir.
Un año después de iniciar la aventura (abrió en octubre de 2021), el empresario afirma que ha llegado a su fin. Sólo queda que la compañía aseguradora cuantifique los daños en el mobiliario. «No puedo permitirme el lujo de irme a casa y estar toda la noche preocupado», apostilla. Incluso ha hecho una pequeña fiesta de despedida con el personal que tenía contratado -en los días fuertes, una decena de trabajadores, entre camareras y seguridad- y ha vaciado el local. La decisión, dice, es firme.
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