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Hay intervenciones que marcan a los policías de por vida. Bien lo saben los agentes locales Juan Carlos Salinas y Marta Gómez, quienes no se olvidan del rostro de la pequeña de ocho años que les franqueó la puerta de la casa en la que su madre estaba siendo estrangulada por su expareja. Sucedió hace casi un año, pero los efectivos municipales todavía recuerdan la expresión de pánico de la niña, quien, pese a su corta edad, acertó a llamar a la Policía para alertar del maltrato que estaba sufriendo su progenitora. «Estaba llorando y muerta de miedo, pero rápidamente nos indicó con señas la estancia en la que estaban ocurriendo los hechos», rememoran.
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Tanto Salinas como Gómez fueron condecorados este viernes en el día del patrón de la Policía Local de Málaga, San Rafael Arcángel, junto al subinspector Francisco Castillo, la oficial Noelia Salinas y el agente Luis Astorga, porque aquella actuación en equipo fue crucial para poner a salvo a la víctima y detener a su agresor, a quien ni siquiera la presencia de los efectivos disuadió de continuar con el ataque.
Sucedió el pasado 3 de octubre en una vivienda de Málaga capital. «Todo empezó con el aviso de unos vecinos, que se personaron en dependencias policiales –la sede del Grupo de Investigación y Protección (GIP)– alertando de que habían visto por la ventana cómo un hombre maltrataba a su expareja», relatan. La cría, que presenció la brutal paliza a su progenitora, también acertó a llamar a la Policía pidiendo ayuda.
Como recuerda Salinas, la vivienda quedaba a apenas unos cien metros, pudiendo localizarla gracias a la colaboración ciudadana. «Empezamos a aporrear la puerta pero nadie nos abría… estábamos a punto de decidir echarla abajo cuando nos abrió una niña muy pequeña», señalan. La cría, de ocho años, a pesar de que estaba aterrorizada, de inmediato les señaló la estancia en la que se estaba teniendo lugar la agresión.
Al llegar a la misma, un pequeño salón, los efectivos vieron a la víctima en el suelo y al sospechoso agarrándola fuertemente del cuello y sentado sobre ella, con una rodilla sobre su pecho para impedir que escapara. «Entre los cinco conseguimos separarlo, pero nos costó porque el hombre se negaba a soltarla y opuso una fortísima resistencia», señala Gómez, quien lleva 17 años asistiendo a víctimas de violencia de género. «Hay servicios que te marcan para toda tu carrera, y este es uno de ellos», indican los agentes. Precisamente, porque casos como este, en los que la prioridad es proteger y salvar a las víctimas, son los que le recuerdan el motivo por el que en su día decidieron ser policías.
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No ha sido la única intervención reconocida en el día grande de la Policía Local salvar la vida de una víctima de violencia de género. Es el caso de los funcionarios Adrián Cifrián y José Alejandro Gil, cuya actuación fue decisiva para que sobreviviera una mujer tras resultar gravemente apuñalada por su expareja en su domicilio, en Gamarra. «La encontramos en el suelo sangrando e inconsciente, y a su hija, de 18 años, forcejeando con el padre para intentar quitarle el cuchillo», recuerda Cifrián.
Como cuenta, de inmediato retiraron el arma al hombre. Tras arrestarlo, se afanaron en taponar las heridas de la perjudicada hasta la llegada de la ambulancia. «Cuando la vimos pensamos que ya estaba muerta porque tenía cortes muy graves en el cuello y la cabeza», expone. La joven, recuerda, también tenía los brazos llenos de heridas. «Son momentos muy estresantes, pero únicamente piensas en salvarlas de esa situación de peligro… menos mal que todo salió bien», agrega con alivio el agente, que se ha ganado el reconocimiento junto a su compañero tras 19 años de servicio en la Policía Local.
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En la celebración del día del patrón, desarrollada en el Palacio de Ferias y Congresos de Málaga en presencia del alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, entre otras autoridades, además de reconocer a los funcionarios por actuaciones destacadas y sus años de servicio, también se quiso hacer un homenaje a la historia viva del Cuerpo, de 182 años, a través de testimonios que hablan de su pasado, su presente y su futuro. De ahí que el inspector jubilado Baltasar González, de 86 años, tomase la palabra para recordar cómo era ser agente en el año 65, cuando vistió por primera vez el uniforme. «Entonces, tanto los medios humanos como los materiales eran muy escasos, y solo descansaba un día, pero cuando regresaba a casa con mi familia me sentía muy orgulloso del trabajo realizado», aseguraba.
En contraposición, también intervino el funcionario más joven, Rafael Sánchez, de 23 años, a quien su padre le inculcó el amor y el orgullo hacia el Cuerpo. «Recuerdo que mi hermano y yo esperábamos a que volviera de casa para que nos contase sus intervenciones del día», reconocía. Hoy, ambos son policías. Entre el público, su progenitor escuchaba a su hijo –y tocayo– con emoción contenida. «La Policía Local nos ha regalado algo que es único, como poder patrullar juntos», explica el agente veterano a este periódico. «Estoy muy contento de que tanto él como su hermano, Alejandro, hayan conseguido el propósito que tenían desde niños», asegura.
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