
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A las cuatro de la madrugada del 13 de agosto, el Starlite, el festival que ilumina cada verano la cantera de Nagüeles, sufrió un apagón. Pero nadie se dio cuenta, porque de inmediato se encendió un generador de emergencia y la luz volvió al recinto.
De lo que nadie tampoco se percató, ni siquiera el vigilante, fue de que las cámaras de seguridad habían quedado desactivadas con el apagón y que no volvieron a conectarse con el generador. Starlite tenía luz, pero se había quedado a ciegas.
En una caseta de obra, bastante alejada del escenario donde esa noche había cantado Nathy Peluso, la organización de Starlite guardaba una caja fuerte, otra caja de caudales con la recaudación de la noche y una cajita con las propinas.
La caja fuerte no estaba anclada a una pared porque, para empezar, pesaba más de 200 kilos y parecía difícil sacarla de allí sin ser visto. Pero no para alguien de dentro que conociera las rutas y la vigilancia.
A la mañana siguiente, los organizadores del festival se dieron cuenta de que la caja fuerte había desaparecido y avisaron a la policía. Los vigilantes revisaron las cámaras y, sólo entonces, se percataron de que llevaban apagadas desde las cuatro de la mañana.
Los policías del Grupo III (Robos) de la UDEV de la comisaría marbellí, con el inspector Alfaro al mando, no tardaron en encontrarla. La caja fuerte fue hallada, vacía, al fondo de un barranco, a unos 200 metros de la caseta de la que fue sustraída.
Los ladrones habían acarreado la caja fuerte en una carretilla de obra hasta un lugar apartado donde -según las pesquisas- la abrieron utilizando un pico. En total, se apoderaron de un botín de más de 70.000 euros.
Los investigadores siempre tuvieron claro que aquel apagón de la luz había sido deliberado y que el golpe se había cocinado desde dentro. Para empezar, pidieron el listado de empleados del festival y comprobaron si alguno tenía antecedentes.
Así fue cómo descubrieron que tres de ellos, con reseñas policiales por delitos contra la propiedad, trabajaban juntos en el área de mantenimiento y electricidad. Y, además, habían estado en el mismo turno esa noche, según fuentes de la investigación.
La policía la denominó 'operación Star' por razones obvias, aunque el apodo estaba abocado a la polisemia. Cuando intervinieron los teléfonos de los sospechosos, en el Grupo III empezaron a referirse a ellos como la banda de los estrellitas por el alarde que hacían de sus golpes. «Estamos reventando Marbella», les escucharon decir.
Los pinchazos telefónicos permitieron a la policía edificar una investigación sólida y conocer la estructura, el modus operandi y también el modus vivendi del grupo. Siete jóvenes, cinco chicos y dos chicas, todos españoles, de 25 a 30 años y con un reparto de roles muy definido.
Los investigadores sitúan en la cúspide de la banda a tres de ellos, que eran supuestamente los autores materiales de los robos, en los que, al parecer, empezaba a participar un cuarto individuo.
El quinto de los detenidos era el propietario de una finca en Guaro que servía de guardería a la organización. Allí almacenaban los efectos sustraídos en los asaltos, que ahora se están cruzando con las denuncias registradas en la provincia, lo que podría ayudar a esclarecer otros hechos delictivos.
Las otras dos chicas vivían en un piso en primera línea de playa, frente al puerto deportivo de Marbella. Una de ellas es pareja de uno de los cabecillas. Desde ese inmueble, según la policía, la banda se dedicaría al menudeo de cocaína, hachís y éxtasis.
Los investigadores creen que el grupo, que llevaba un tren de vida muy alto y era asiduo de la noche marbellí, lo que le obligaba a intensificar la frecuencia de sus golpes, presuntamente pretendía introducirse aún más en el mundo del narcotráfico.
No en vano, mientras los investigaban por el robo en Starlite, radiaron en sus teléfonos un viaje realizado por dos de ellos a Ceuta para, supuestamente, canalizar el envío de pequeñas partidas de hachís.
Según fuentes del caso, pretendían contactar con un par de mujeres para que, al parecer, ejercieran de mulas -personas que utilizan su cuerpo para transportar la droga-, aunque al final acabaron en un juzgado por una de ellas los denunció por agresión sexual. No obstante, quedaron en libertad.
Los agentes descubrieron, a tenor de sus conversaciones, que actuaban por encargo y repartían el botín con el informante. De hecho, los policías escucharon cómo una novia despechada les señalaba un objetivo: la casa de su ex, que tenía relojes y joyas.
'Los estrellitas' lo estudiaron, pero los cabecillas descartaron el palo porque la vivienda estaba rodeada de cámaras de seguridad y no veían claro el golpe.
A los investigadores les sorprendió la especial predilección de la banda por los despachos de abogados. Se les atribuyen siete robos en céntricos bufetes de Marbella cometidos en apenas semana y media.
Al rascar un poco más en la superficie, descubrieron por qué. Los detenidos eran o habían sido clientes de casi todos los despachos allanados. «Llegaban a pagar a sus abogados con el dinero que les robaban», afirma uno de los investigadores.
No en vano, la policía grabó una conversación que daba fe de esta práctica. Uno de los sospechosos manifestó por teléfono: «Necesito 2.000 euros, que tengo que pagarle al abogado». Esa noche entraron en un bufete de Marbella.
La banda de los estrellitas habría cometido, según la policía, 12 robos en Marbella, Estepona, Mijas, Coín y Guaro. Aparte del golpe en Starlite, la mayoría son despachos de abogados, aunque también una ferretería, 10 trasteros y un par de viviendas.
La fase de explotación de la operación pilló a uno de los sospechosos en Alemania. Volvió a la provincia por un requerimiento judicial, que se convirtió en la coartada para su detención, y se alojó en un hotel de Marbella. A él se le atribuye otro robo más. En la habitación de al lado.
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