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Cuando nacieron los equipos contra los robos en el campo de la Guardia Civil (ROCA), los terrenos de cultivo de Málaga eran desvalijados a ... diario. Corría el año 2014 y el Ministerio del Interior dio un paso decisivo para poner fin a una lacra que causaba pérdidas millonarias en todo el país. La labor de agentes especializados en las demarcaciones más sensibles redujeron considerablemente la delincuencia, que terminó especializándose para esquivar la presencia de la Guardia Civil.
Pero la llegada del 2020 ha supuesto un duro golpe para las redes organizadas que saquean los campos de Málaga. Así lo indican a SUR los cabos al mando de los ROCA de Guadalhorce y Antequera, Del Río y Palomo respectivamente. «Estamos en mínimos históricos». El nivel de denuncias se ha reducido «prácticamente por completo» durante el 2020. La llegada del 2021 ha dejado algunos casos, «muy pocos», y que se han podido resolver de forma rápida y satisfactoria, explican los agentes especializados.
Para que se haya producido este fenómeno han coincidido dos factores. El primero y más evidente está en las restricciones de movilidad. «Durante el confinamiento a penas tuvimos casos», comentan los cabos, al igual que ocurrió con el resto de delincuencia, que se redujo en porcentajes considerables. La lógica les hacía pensar que con la supresión de las limitaciones de movilidad se volvería al nivel habitual de denuncias e investigaciones, pero no ocurrió así. «Los bajos precios han rebajado mucho la frecuencia de los robos».
En un año en el que las exportaciones agrícolas han batido récords, el volumen de compra local y nacional ha caído, dejando los precios en niveles muy poco competitivos. «Si no se puede vender no interesa robar», indica a este diario el responsable de ayudas de la Asociación de Jóvenes Agricultores de Málaga (Asaja), Santiago Sánchez, quien coincide con el análisis de la Guardia Civil –y aprovecha estas líneas para agradecer su vigilancia del campo–.
Los pocos robos que se están produciendo en los campos del Guadalhorce se han perpetrado por población local, según se recoge en las investigaciones de los agentes del ROCA. El último caso se produjo en Coín, donde hubo nueve detenidos que pertenecían presuntamente a una red que saqueaba plantaciones de aguacates para venderlas en fruterías y puestos de la localidad.
La investigación se inició en enero, cuando los agentes detectaron «un repunte» de denuncias en las plantaciones de aguacates coineñas. Tras varias indagaciones, las pistas condujeron a los miembros del ROCA a una organización local, integrada por nueve personas. La mitad de ellos se encargaban de perpetrar los robos, mientras que el resto eran los responsables de la receptación de los producto y su venta a un precio muy por debajo del de mercado.
Esta actuación se sumó a una similar aunque de menor envergadura en Cártama, donde los guardias civiles también pusieron fin a una serie de robos continuados en varias zonas de cultivos de aguacates.
Los cambios que la pandemia ha dejado en el complejo sector de los robos en el campo también han afectado al horario en el que se mueven los ladrones. «Antes todo se hacía de noche, en plena oscuridad, ahora los pocos robos se perpetran en horario vespertino, a última hora de la tarde, apurando el horario del toque de queda».
Contrainteligencia
La delincuencia en el campo se ha ido especializando conforme la presencia de los ROCA ha ido ganando terreno. Antes de la pandemia, las bandas empleaban medidas de contrainteligencia sobre los agentes:contaban con personal únicamente dedicado a seguir los vehículos policiales y a controlar las zonas de los robos para evitar ser sorprendidos.
«Muchos productos han tenido muy mala salida, y si el mercado no puede comprar, el amigo de lo ajeno no roba», apunta Sánchez. El experto también considera que no solo los bajos precios han influido: el cierre de muchos puntos de venta también ha dificultado a las redes organizadas llevar el producto a la calle.
Pero, con todo, aún se siguen produciendo algunos casos. «El campo tiene las puertas abiertas y es muy tentador», matiza Sánchez. Los aguacates, los productos tropicales y las frutas de temporada siguen siendo los elementos más cotizados de las plantaciones malagueñas. Pero las restricciones de movilidad han derivado en un cambio de las tendencias delictivas y en el perfil del ladrón.
En el caso del ROCA-Guadalhorce, Del Río explica que los robos que se han denunciado han sido perpetrados en su mayoría «por vecinos de los pueblos», ya que los temporeros que roban de forma itinerante se han quedado en casa. Mientras tanto, Palomo indica que en el ROCA-Antequera sigue siendo la población extranjera la que trata de saquear los cultivos. «Nos encontramos con personas de Europa del este que residen en Sevilla, donde están los grandes puntos de receptación, y que vienen a Antequera en temporada».
Desde Asaja recuerdan la importancia de denunciar este tipo de casos, ya que una gran parte de ellos se queda sin reportar: «Muchos asociados piensan que pierden más tiempo que otra cosa si denuncian, pero no es así, es fundamental avisar a las autoridades».
Este descenso de los robos también ha llevado a muchos agricultores a reforzar sus sistemas de vigilancia. «Muchos asociados se han aliado con los ayuntamientos de sus municipios para contratar servicios de guarderías privadas, que son muy efectivas», indica Sánchez. Los guardias civiles coinciden con el buen funcionamiento de los guardas, que son «ojos en el campo» y que se dejan la piel para evitar que se produzcan los robos o, en su defecto, ayudar a las autoridades a dar con los autores.
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