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«Oye, nene ¿voy a por ti?», le preguntó su mujer por teléfono a las diez y media de la noche. Sergio respondió confiado. «No, no. Yo controlo. No te preocupes. Ahora nos vemos». Había hecho ese trayecto mil veces. Solo tenía que recorrer seis kilómetros, la distancia que separaba el bar –donde acababa de tomar varias copas con unos amigos– de su casa. Era una tarde como otra cualquiera, de un viernes normal, un 18 de diciembre de 2009.
Cinco minutos después de esa llamada, Sergio –que tenía entonces 32 años– perdía el control de su Suzuki GSR600, salía despedido e impactaba de lleno contra la farola número 91 de la Avenida Juan Carlos I en Vélez-Málaga. No recuerda qué pasó, ni el motivo por el que perdió el control. Si fue un mareo o la falta de reflejos. Quizá ambos factores potenciados por el consumo de alcohol. Pero Sergio tiene claro que, si ese día no hubiera bebido antes de conducir, su destino no hubiera estado ligado desde entonces y de por vida a una silla de ruedas.
«Como nunca me había pasado nada, ni un susto ni un aviso, te vas confiando. Hasta ese día que sí pasó y ahí te cambia la vida. También cambió la de mi mujer María y mis hijas Carmen y Paula, que tenían seis y dos años. Cuando tienes un accidente así, tú lo provocas, pero lo sufre toda tu familia», afirma.
Sergio Hijano es desde 2013 delegado provincial en Málaga de la Asociación para la Prevención de Accidentes de Tráfico (Aesleme) y, junto a CIFAL Málaga, participan de forma pionera a nivel nacional en la campaña 'The Wrong Side of the Road' –('El lado contrario de la carretera'), una iniciativa mundial puesta en marcha por Naciones Unidas para concienciar sobre los riesgos del alcohol al volante. En Málaga se desarrollará hasta el 30 de mayo.
«Se trata de concienciar e informar a los conductores y usuarios mediante los testimonios reales de personas que han sufrido un siniestro vial, contando en primera persona su experiencia», explica Sergio. Leyendo un código QR en los carteles instalados en un centenar de autobuses urbanos y, tras un cursillo de cinco minutos, el usuario interactúa con tres personas que explican sus casos y conocen los riesgos de beber y conducir. Al finalizar una pequeña encuesta se accede a un diploma con el que se colabora en la donación de un euro para Aesleme y su labor en prevención de siniestros.
«Las cifras son alarmantes, para llevarse las manos a la cabeza. En 2019 hubo 1.755 fallecidos en carretera. Cinco personas al día. Por favor, seamos conscientes cuando conducimos. Estas campañas son fundamentales. Son historias de verdad que nos pueden pasar a todos. Historias como la mía», puntualiza Sergio. Siempre lo repite en sus múltiples charlas. «Tuve mucha suerte porque se cruzó un ángel de la guarda en mi camino. Un amigo íntimo, Rafael, iba de camino al trabajo ese 18 de diciembre y justo pasó por allí cuando tuve el accidente. Él es Guardia Civil y consiguió mantenerme con vida. Tengo claro que si no hubiese muerto», relata.
Recuerda la gravedad de sus lesiones de carrerilla, como quien enumera una lista de sobra conocida. «Me rompí las dos tibias, los dos peronés, las dos rodillas, los dos fémur, la pelvis, el brazo izquierdo, cúbito, radio, muñeca y dedos. Me perforé un pulmón y además sufrí una lesión medular completa desde la D1 –explica señalando a la altura del pecho– de aquí para abajo no siento nada. Tengo una discapacidad del 87%», dice sin perder la sonrisa.
En un primer momento fue trasladado al hospital comarcal de Vélez-Málaga, donde pasó los tres primeros días. A su familia le dieron muy pocas esperanzas. Después, le trasladaron al Hospital Carlos Haya, donde pasó en la UCI las navidades. «Fueron momentos durísimos y con campañas como estas intentamos evitar que lo que me pasó le pase a otros. No es fácil porque recuerdas una y otra vez ese momento y lo que viene después. Nos iba bien, a mí con el quiosco de prensa familiar y a mi mujer como auxiliar de farmacia, pero todo cambió», añade.
En marzo le trasladaron al Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo, donde pasó nueve meses. «No sabía lo que me esperaba, aunque antes de que me lo dijeran yo ya presentía que nunca volvería a andar», asegura. Recuerda esos sentimientos de angustia, miedo y tristeza. Tenía una botella con agua de mar en la mesilla y, de vez en cuando se mojaba los labios y la cara para sentir el salitre.
«Descubres nuevas sensaciones y te adaptas a tu nueva vida. Aprendes a vestirte, a desplazarte, a ponerte la sonda, a intimar con tu pareja, a ser más independiente. Es cierto que la culpa te persigue en los momentos más duros», señala Sergio. Estuvo cuatro meses sin poder sentarse. «Mi mujer tuvo que venirse a vivir a Toledo y dejamos a las niñas con los abuelos; esos cinco meses sin verlas fueron horribles. Te preguntas mil veces por qué lo hiciste».
Había perdido 20 kilos y, cuando sentaron a Sergio por primera vez en una silla de ruedas, recuerda lo que sintió. «Directamente me quería morir; claro que se te pasa por la cabeza la idea de quitarte de en medio, pero mis hijas me dieron fuerza para salir adelante. Hay que aferrarse a algo, porque sino se acabó tu vida. Me negué a eso», sostiene.
Sergio asegura que, en estos casos, la familia y la ayuda psicológica son fundamentales. «Las limitaciones las pone uno mismo. En el hospital me saqué el carné de conducir, aprendí a vivir de nuevo y mi mujer y yo abrimos un pequeño supermercado... Hay que seguir», explica. A finales de noviembre de 2010 volvió a casa y al año siguiente inició su carrera política en el Ayuntamiento de Vélez- Málaga hasta 2019.
«La política es bonita pero muy sacrificada». Recuerda su primera charla con Aesleme, en el IES Almenara: «Me encantó la experiencia y empecé a centrarme de lleno y hoy llegamos a casi 10.000 estudiantes al año a través de conferencias, en autoescuelas, en centros penitenciarios y así aportamos nuestro granito de arena para ser parte de la solución», enfatiza.
Sergio explica que «muchas veces es la propia sociedad la que te recuerda que eres discapacitado. Yo no me acuerdo de la silla de ruedas para nada, pero las barreras físicas te devuelven a la realidad. También la mirada de la gente hacia nosotros, esa sobreprotección tampoco ayuda», argumenta.
Sergio tiene claro qué hará el próximo 18 de diciembre. «Como cada año desde 2009 celebro el día en el que volví a nacer; mi segunda vida, porque puedo decir con sinceridad que hoy, con 45 años, soy más feliz que antes del accidente en el que estuve a punto de perderlo todo. Una mala decisión te puede cambiar la vida».
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Ignacio Lillo | Málaga
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