Cristina había pasado una mala racha. Acababa de superar un cáncer de mama. Luego vino la reconstrucción de un pecho y por un momento pensó que también la de su vida personal. «Salí del hospital y creí que me iba a comer el mundo», reconoce. ... No lo vio venir, pero estaba a punto de meterse en un laberinto del que hoy, cinco años después, aún no ha logrado salir.
Publicidad
La entrevista se realiza después de que SUR publicara un amplio reportaje sobre el timo del amor, con al menos 60 mujeres estafadas en toda España por una banda de nigerianos que operaba desde Málaga y que llegó a defraudar 300.000 euros sólo a una de las víctimas. «Sí, ese es mi caso», admite Cristina, que accede a hablar únicamente para que otras personas no tengan que pasar por lo que está pasando ella.
La historia es completamente real, salvo por su nombre, que no es Cristina, y algunos datos de su vida privada que prefiere omitir para proteger su intimidad. Está más cerca de los 60 que de los 50. Sólo ofrece un apunte de su profesión lo suficientemente amplio para no identificarse: es jurista. «Debería haberlo visto venir por mi trabajo. Pero estaba ciega».
Cristina nunca había sido de redes sociales, pero una amiga que andaba «buscando novio» le aconsejó abrirse una cuenta en Facebook. Y allá que lo hizo. Era marzo de 2018. Al poco, una solicitud de amistad de Zico Lawrence, un apuesto piloto. «Me quedé extrañada. Le pregunté si era portugués y me dijo que no, que era norteamericano». Por ahí ya empezó a ganársela, porque a ella siempre le gustó mucho la cultura yankee.
El contexto es importante. Cristina es una persona muy confiada. «Vivía sola y me pilló débil, carente de afectividad. Me invitó a seguir charlando por whatsApp y acepté. Me contó que era militar de Estados Unidos destinado en Siria y que los talibanes le habían quitado el oro y el dinero en una emboscada». El 9 de marzo de 2018, le hizo la primera transferencia.
Publicidad
La relación se volvió diaria. «Una llamada por la mañana y otra por la noche», afirma Cristina. Hay un momento crítico en la historia. Algo que le hace morder irremediablemente el anzuelo. «Él me dice que es viudo. Y yo voy y le cuento lo del cáncer de mama. Qué casualidad, su mujer también había muerto de lo mismo».
No tardaron en confesarse amor mutuo. «Te dice que se ha enamorado de ti, que te quiere con locura, que sus hijas están deseando conocerte…». En esas, le pide sus datos personales porque quiere enviarle un paquete con sus pertenencias. «A regañadientes, le doy la dirección y me cuenta que va a venir un diplomático a mi casa. Entonces, me llama otro americano [el supuesto diplomático] y me cuenta que está en el aeropuerto, que lo han pillado en Aduanas y que si no le ingreso el dinero de la multa vamos a tener problemas por blanqueo de capitales», relata la afectada.
Publicidad
A partir de ahí empezó la sangría. Acababa de comprar un buen coche y tuvo que venderlo para darle al dinero. Vendió la casa de su madre y le entregó la parte que le correspondía a ella. Pidió prestado a su entorno. Y casi acaba «en un follón aún más gordo» cuando acudió a unos prestamistas porque, en el fondo, había asumido como suyos todos los problemas que le trasladaba su novio.
«Estaba desesperada. Se había comido la herencia de mi madre, mis honorarios del trabajo… Pensaba todo el tiempo: 'A ver si viene de una vez y recupero todo mi dinero'. Yo quería que mi vida cambiara. Tenía esa ilusión». En el fondo, la mecánica se asemeja a la del juego. Cristina seguía entregándole dinero a su amor platónico con la esperanza de recuperarlo todo en la siguiente jugada.
Publicidad
El tal Zico le contó, para tenerla enganchada a ese espejismo, que iban a comprar un casoplón en California y que allí los esperaban sus dos hijas para formar una familia feliz. Incluso le mandó fotos de las crías, donde niñitas rubias. «Podía decirse que era una relación. Incluso hemos discutido, porque yo no soy precisamente sumisa. A veces me ponía muy nerviosa y le decía que me estaban estafando. Pero él me convencía de que no. La verdad es que yo estaba enamoradísima», reconoce.
La Navidad de 2019, Zico le contó que se había licenciado, que sus superiores lo habían mandado a otro sitio y necesitaba dinero para el billete. También le pidió algo más para comprar regalos a las niñas y llevárselos a California. «Yo le di todo. Le di para billetes de avión en primera clase. Imagínate», detalla Cristina, que veía cada vez más cerca el sueño de reunirse con él. «Le pedí que viniera a Málaga y entonces me contó que, al hacer transbordo en Alemania, lo había retenido en la aduana y tenía que pagar una multa».
Durante el verano de 2020 estuvo un mes sin tener contacto con él, cansada de sus historias, pero pronto retomaron la relación. «Ahí me dijo que volvía de Siria y que iba a Madrid. Yo le pedí que viniera a Málaga e incluso le mandé 5.000 euros para los billetes. Como siempre, empezó otra vez con las excusas y no pudo venir».
Publicidad
Y así durante cinco años. «Gracias a mí ha aprendido el idioma. Encima se ha llevado un máster en español. Ha aprendido muchísimo, también de expresiones malagueñas», continúa Cristina, que asegura que han sido muy educados en el trato con ella (habla en plural porque está convencida de que al teléfono sólo se ponía uno, pero el WhatsApp lo manejaban varias personas, incluida alguna mujer). «Estudian muy bien a sus víctimas. No me extraña que la policía haya encontrado libros de psicología en los registros».
El falso romance le ha costado casi 300.000 euros, además de dejarle una depresión y un mar de deudas, tantas que no puede tener nada a su nombre. Incluso tiene que enfrentarse a un proceso judicial por el agujero que le ocasionó la estafa. «Vivo con lo puesto», confiesa Cristina. Todavía está pagando un préstamo que le dio su familia y debe 22.000 euros a una amiga y 2.000 a otra. «El resto de lo que pedí a la gente ya lo he devuelto», asegura.
Noticia Patrocinada
La historia terminó cuando recibió una llamada de la policía. Los agentes del Grupo de Investigación de la comisaría del distrito Este de Málaga estaban investigando a una banda de nigerianos que se dedicaban al timo del amor y detectaron que Cristina había realizado un ingreso en una de las cuentas que estaban rastreando. «El inspector me contó toda la movida, que yo no era la única, que había 60 mujeres más por toda España…».
Cristina denunció en comisaría. La banda fue arrestada y ni con esas se dieron por vencidos. Zico trató de rearmar su historia para continuar con el fraude. «Me dijo que había puesto en conocimiento de sus superiores que alguien había suplantado su identidad para estafar a mujeres y que el FBI se iba a hacer cargo del caso. Todavía me sigue llamando y dice que me quiere mucho. Sabe perfectamente que los he denunciado, pero como no tienen moral alguna, tienen la desfachatez de seguir intentándolo».
Publicidad
Anoche mismo lo hizo. Le contó que está en Siria y que se encuentra hospitalizado porque tiene la tensión muy alta. «Y eso sí tiene que ser verdad, porque siempre se queja de la tensión». A Cristina también le ha quedado «un poco de síndrome de Estocolmo», como ella misma reconoce. «Me ha causado un daño irreparable tanto a nivel económico como moral. Ya no confío en nadie».
Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Fallece un hombre tras caer al río con su tractor en un pueblo de Segovia
El Norte de Castilla
Publicidad
Te puede interesar
Fallece un hombre tras caer al río con su tractor en un pueblo de Segovia
El Norte de Castilla
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.