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El mismo día en que el aeropuerto londinense de Gatwick vio comprometida su seguridad y tuvo que cancelar gran parte de sus vuelos por la irrupción de drones en sus pistas, otro ingenio de similares características hacía historia a 16.000 kilómetros del Viejo Continente. ... Una misma moneda que aquel 19 de diciembre ofreció dos caras bien distintas. Porque allí, en mitad del océano, en una isla paradisiaca de imposible acceso y belleza hiperbólica del Pacífico Sur, caía del cielo una vacuna para la pequeña Joy Nowai procedente de un dron comercial.
Con apenas un mes de vida, esta recién nacida estrenaba en la república de Vanuatu la remesa de inyecciones contra la tuberculosis y la hepatitis B que llegaba por primera vez a una isla a través de un avión no tripulado gracias a una iniciativa del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef). «Este pequeño vuelo del dron es un enorme salto para la salud», indicó Henrietta H. Fore, la directora ejecutiva del organismo internacional. «Llegar a los niños que viven en zonas de difícil acceso sigue siendo un enorme reto al que nos enfrentamos cada día. El uso de los drones puede ser la pieza clave para velar por la salud de todos y cada uno de los niños del mundo», agregó esperanzada.
El dron que transportaba las vacunas salió de la bahía de Dillon y sobrevoló cerca de cuarenta kilómetros de terreno montañoso hasta llegar a la zona oeste de la isla, la bahía de Cook, donde fueron vacunados trece niños y cinco mujeres embarazadas por la enfermera Miriam Nampil. «Es muy difícil llevar las neveras que conservan la cadena de frío de las vacunas a través de ríos, montañas, bajo la lluvia o en terreno escarpado. Yo he tenido que depender de pequeños barcos locales, pero muchas veces se cancelaban los viajes», lamenta la sanitaria.
En la bahía de Cook no hay centro de salud, ni electricidad. Adentrarse en esa zona de Vanuatu solo es factible a través de canoas, y muchas veces resulta «largo y complicado». «Yo solo puedo ir una vez al mes a vacunar a los niños. Pero ahora, con esta tecnología, estamos seguros de que podremos llegar a muchos más pequeños aunque vivan en lugares recónditos», señala Nampil.
El suministro de vacunas para un archipiélago con más de 83 islas dispersas a lo largo de 1.300 kilómetros cuadrados, precariamente comunicadas entre ellas, ha resultado hasta ahora una tarea «extremadamente difícil» para Unicef. En primer lugar, porque deben estar almacenadas a temperaturas específicas para garantizar su eficiencia. Además, porque alcanzar las regiones más remotas requiere días de viaje a pie. Y porque, finalmente, deben ser administradas por personal cualificado.
«Uno de cada cinco niños del país no recibe las vacunas esenciales», denuncia el organismo de Naciones Unidas para la protección de la infancia. Para hacer frente a este drama humanitario, Unicef planteó al Ministerio de Salud de Vanuatu la posibilidad de emplear drones, y la Administración insular accedió sin impedimentos, convirtiéndose en la primera del mundo en firmar un contrato oficial de estas características. Los drones utilizados son propiedad de la compañía australiana Swoop Aero, quien se encarga igualmente de operarlos bajo las indicaciones de Unicef y el Gobierno de Vanuatu.
20% es el porcentaje de la población infantil de Vanuatu que no recibe las vacunas esenciales debido a las dificultades del transporte.
No es la primera vez que los drones sirven para el transporte de material médico en lugares recónditos. Pero en Vanuatu se convertirá en un servicio de naturaleza comercial y estable. Cada dron lleva consigo una caja de espuma de poliestireno que contiene, además de las vacunas, hielo y sensores electrónicos para monitorizar en todo momento su temperatura y garantizar que los antígenos lleguen en buen estado. Enfermeras acreditadas de Unicef recogen sobre el terreno las vacunas y las administran de inmediato a los pequeños. Durante las primeras pruebas, que arrancaron a mediados de diciembre, los drones viajaron más de cincuenta kilómetros y aterrizaron a tan solo dos metros del destino deseado. «Toda una hazaña», según portavoces de Unicef, que espera hacer extensiva a otros puntos remotos del planeta.
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