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Acabo de cumplir 40 años, pero hoy vuelvo a tener 17. Porque aquel 23 de julio de 1995 mi vida se quedó en la carretera, junto al cuerpo inerte de mi padre. Ese día todo cambió. «Haz las maletas que nos vamos al pueblo». Recuerdo la frase de mi tía, con voz firme y la mirada perdida. «¿Qué pasa?, ¿qué pasa?». Silencio. «Haz las maletas». Nada más. Ante mi insistencia, la explicación: «Tu padre ha tenido un accidente». «Pero, pero…¿en el trabajo?, ¿cómo está?, ¿qué le ha pasado?». Las preguntas se agolpaban. «En la carretera, volviendo de la boda». «¿Y cómo está?, ¿y mi madre?, ¿y mi hermano?». «Tu hermano está bien, tu madre regular y tu padre es el que está más grave». Más silencio. Cientos de kilómetros en coche hasta llegar al pueblo. Un largo viaje sabiendo la verdad. No hacían falta las palabras. La mirada y las lágrimas de mi tía lo decían todo. Al llegar, un abrazo delatador: «¡Qué lástima, qué lástima!». Ya no me quedaban esperanzas. En la habitación del hospital, mi hermano. A su lado, mi madre, irreconocible, parecía un monstruo, deformada por las heridas y los cristales clavados en la cara y en los ojos. Volví a preguntar por mi padre, esperando un milagro. Pero mi madre, poseída por los calmantes, con una tranquilidad pasmosa que entonces llegó a molestarme, me dio el mayor golpe de mi vida: «¿Tú no sabes que a tu padre lo entierran esta tarde?». Mi mente y mi cuerpo no pudieron soportarlo y me desplomé. «Tienes que ser fuerte, que tu madre está muy grave y no puede verte mal». Yo era una niña, una niña… Tuve que crecer de golpe. No me quedó más remedio. Pero cuando recuerdo esos días me vuelvo pequeñita. No lo he superado ni creo que lo haga nunca. Y no he perdonado al asesino que, drogado y bebido, se subió a un coche y mató a mi padre. Ni a sus cuatro acompañantes. No puedo. En aquella carretera se rompieron para siempre cinco familias. Más allá de las frías cifras, hay historias muy dolorosas. Que no se olvide. Si leer esto sirve para que te lo pienses antes de subirte a un coche con unas copitas, me doy por satisfecha. Puedes compartir.
Tú, que te has tomado “dos copitas” y vas a coger el coche “porque yo controlo”, dedica unos minutos a leer esto.
— MªÁngeles González (@Mangelesglez) July 22, 2018
MI VIDA EN EL ASFALTO
Acabo de cumplir 40 años, pero hoy vuelvo a tener 17. Porque aquel 23 de julio de 1995 mi vida se quedó en la carretera,
junto al cuerpo inerte de mi padre. Ese día todo cambió. “Haz las maletas que nos vamos al pueblo”. Recuerdo la frase de mi tía, con voz firme y la mirada perdida. “¿Qué pasa?, ¿qué pasa?”. Silencio. “Haz las maletas”. Nada más.
— MªÁngeles González (@Mangelesglez) 22 de julio de 2018
Ante mi insistencia, la explicación: “Tu padre ha tenido un accidente”. “Pero, pero…¿en el trabajo?, ¿cómo está?, ¿qué le ha pasado?”. Las preguntas se agolpaban. “En la carretera, volviendo de la boda ”. “¿Y cómo está?, ¿y mi madre?, ¿y mi hermano?”.
— MªÁngeles González (@Mangelesglez) 22 de julio de 2018
“ Tu hermano está bien, tu madre regular y tu padre es el que está más grave”. Más silencio. Cientos de kilómetros en coche hasta llegar al pueblo. Un largo viaje sabiendo la verdad. No hacían falta las palabras. La mirada y las lágrimas de mi tía lo decían todo.
— MªÁngeles González (@Mangelesglez) 22 de julio de 2018
Al llegar, un abrazo delatador: “¡Qué lástima, qué lástima!”. Ya no me quedaban esperanzas. En la habitación del hospital, mi hermano. A su lado, mi madre, irreconocible, parecía un monstruo, deformada por las heridas y los cristales clavados en la cara y en los ojos.
— MªÁngeles González (@Mangelesglez) 22 de julio de 2018
Volví a preguntar por mi padre, esperando un milagro. Pero mi madre, poseída por los calmantes, con una tranquilidad pasmosa que entonces llegó a molestarme, me dio el golpe más grande de mi vida: "¿Tú no sabes que a tu padre lo entierran esta tarde?"
— MªÁngeles González (@Mangelesglez) 22 de julio de 2018
Mi mente y mi cuerpo no pudieron soportarlo y me desplomé. "Tienes que ser fuerte, que tu madre está muy grave y no puede verte mal". Yo era una niña, una niña...y tuve que crecer de golpe, no me quedó más remedio. Pero cuando recuerdo esos días me vuelvo pequeñita.
— MªÁngeles González (@Mangelesglez) 22 de julio de 2018
No lo he superado ni creo que lo haga nunca. Y no he perdonado al asesino que drogado y bebido se subió a un coche y mató a mi padre. Ni a sus cuatro acompañantes. No puedo. En aquella carretera se rompieron para siempre cuatro familias.
— MªÁngeles González (@Mangelesglez) 22 de julio de 2018
Más allá de las frías cifras hay historias muy dolorosas. Que no se olvide. Si leer esto sirve para que te lo pienses antes de subirte a un coche con unas copitas, me doy por satisfecha. Puedes RT. Gracias.
— MªÁngeles González (@Mangelesglez) 22 de julio de 2018
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