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RAFA TORRE POO
Miércoles, 25 de diciembre 2019, 12:24
Sonríe hasta cuando pronuncia la palabra «miedo». Es su forma de afrontar el destino, que ahora se encuentra a varios miles de kilómetros de su casa en Pakistán. A Reno, que convive en Castelldefels (Barcelona) con Montse, una profesora que le ha alquilado una habitación, sus creencias religiosas le obligaron a emigrar. Era católica en un país de musulmanes. Su vida estuvo en peligro. Vio morir asesinadas a personas de su entorno por el simple hecho de profesar un credo diferente. Su familia pudo brindarle un futuro mejor. Primero Zaragoza, luego Barcelona y finalmente Castelldefels. Ahora espera que le concedan el estatuto de refugiada.
Reno casi no tiene tiempo para nada. Ni para nadie. Trabaja de lunes a sábado desde hace unos meses de cajera en un supermercado. Al menos eso le permite tener la cabeza ocupada y no pensar demasiado en lo que dejó atrás. Su familia le recomendó marchar y se sacrificó para que pudiera conseguirlo. Ya lleva dos años y medio aquí. A casa de Montse llegó gracias a Accem, una ONG que trabaja en contacto con Refugees-Welcome, pero antes no tuvo una buena experiencia en otra convivencia. Con Montse «está encantada». Se entendió desde el primer momento. «Me gusta mucho hablar con ella después de cenar. Es el mejor momento del día, cuando aprovechamos para ponernos al día y escucharnos la una a la otra», explica. Reno se esfuerza con el idioma, que es básico para una buena integración, y está empezando con el catalán.
«Una de las cosas que más me gustan deMontse es que me aporta mucha tranquilidad», añade. Es lo que más valora: saber que hay alguien detrás que la apoya y se preocupa. «Ahora estoy tranquila, muy tranquila», puntualiza. «Ya no paso miedo, antes tenía mucho», subraya. Que ambas sean católicas es uno de los puntos que más han fortalecido la relación. Reno ya se ha acostumbrado a vivir en España, un país muy diferente de Pakistán. Pero reconoce que, al principio, le costó. «Sobre todo que la gente beba y fume tanto. Me llamó muchísimo la atención», dice riendo. «Pero no es muy difícil relacionarse aquí. Los clientes en el trabajo me ayudan y me lo ponen fácil», cuenta. Otra cosa es la Administración. Aunque prudente, reconoce que «el trato hacia los refugiados podría ser mejor. Siempre se puede mejorar». La burocracia es lenta y uno de los mayores obstáculos.
La cocina es otro de los nexos de unión en la convivencia. Cada una prepara su comida, pero muchas veces, cuando Reno llega a casa tras una dura jornada, es Montse quien le ha preparado algo de cenar. Incluso se han ido a bailar juntas.A Montse le gusta la salsa y en una ocasión le pidió que la acompañara a una clase. «No se atrevió a probar pero se lo pasó muy bien», explican desde Refugees-Welcome.
Reno es parca en palabras. Solo quiere tener cuanto antes los papeles para edificar su futuro con más seguridad. Mientras tanto, cuando sale del supermercado, comparte confidencias con sus amigas. Suele desplazarse con ellas a Barcelona. «También he conectado con los vecinos de enfrente, que son mayores. Pero, claro, es que trabajo tanto que apenas tengo tiempo para las relaciones sociales», explica.
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