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inés gallastegui
Sábado, 4 de enero 2020, 15:40
Hace unas semanas, el soldado Javier Holgado corrió por el monte 10 kilómetros con uniforme de campaña, fusil, botas, casco y mochila, 20 kilos de peso en total, junto al resto del regimiento de infantería Arapiles 62, en Sant Climent de Sescebes (Gerona). Participaba en la llamada 'prueba de unidad', creada en 2015 por el Ejército de Tierra para determinar la capacidad operativa y la resistencia física de las unidades tipo batallón. Javier, de 24 años y origen salmantino, llegó y se desplomó, inconsciente. Ni el equipo sanitario que supervisaba la prueba ni el personal del hospital de Barcelona pudieron salvarle. Murió en la madrugada del sábado. Al día siguiente el Ministerio de Defensa suspendía con carácter inmediato estos ejercicios mientras acomete «un estudio en profundidad» sobre su continuidad. Las organizaciones profesionales del Ejército, que llevaban años pidiendo revisar este test o, al menos, adaptarlo a la edad, condición física y tipo de trabajo de los militares, denuncian que la medida llega tarde: ha habido varias muertes relacionadas con esta prueba y las lesiones se cuentan por docenas. «Se está jugando con la vida del personal», afirma Miquel Peñarroya, presidente de la Asociación Profesional de Suboficiales de las Fuerzas Armadas (Asfaspro). «Tácticamente no tiene lógica, porque no existen misiones así, y además carece de soporte legal», denuncia Jorge Bravo, secretario de Organización y Comunicación de la Asociación de Militares Españoles (AUME).
La prueba de unidad empezó a realizarse en el año 2011, posiblemente copiada de una tradición de los marines norteamericanos, pero se reguló como obligatoria a través de una instrucción técnica que data de febrero de 2015, durante el primer Gobierno de Mariano Rajoy. El texto especifica que en la prueba debe participar el 80% de la unidad; están exentos los efectivos de permiso o de baja y los declarados 'no aptos' en el Test General de Condición Física anual.
Se trata de recorrer 10 kilómetros con una carga de 20 kilos en un tiempo mínimo de 85 minutos y máximo de 90, a paso vivo. La unidad supera la prueba si el 70% de sus miembros finaliza en ese periodo y su puntuación aumenta cuantos más lo consigan.
Para las asociaciones profesionales, el problema es que la prueba se ha convertido en una «competición». Y los jefes de unidad no solo presionan a sus subordinados por el prurito de ser los mejores, afirman, sino para colocarse medallas ante sus superiores. Ese 'pique', advierte Peñarroya, no tiene sentido atendiendo al objetivo de la evaluación, que en teoría es demostrar que la unidad puede desplazarse hasta el lugar de destino en condiciones de entrar en combate, no al borde del colapso.
Este ejercicio lo realizan las unidades tipo batallón del Ejército de Tierra, con una dimensión variable de entre cien y cuatrocientos efectivos. Participan hombres y mujeres de todos los tamaños, pesos, edades, ocupaciones y graduaciones, «desde el teniente coronel hasta el último soldado». De modo que la carga de 20 kilos es la misma para una soldado de 1,55 metros de altura y 50 kilos de peso que para su compañero de 1,85 y 80, y el recorrido es idéntico para un militar de 60 años con un puesto administrativo que para un legionario de 20 que realiza instrucción física a diario.
En la página de Facebook de AUMEtodos lamentan la muerte de su compañero, pero hay diversidad de opiniones sobre la prueba. «Es un 'reventadero' del personal», afirma un militar. ¿Para qué necesitan un artillero o un ingeniero arrastrarse por el monte en uniforme de combate?, se pregunta un segundo. En el otro bando están los que aseguran que la prueba es «un paseo por el campo». «No somos administrativos sentados en una oficina», argumenta alguien. «Estar en buena forma es parte de nuestra obligación como miembros de las Fuerzas Armadas», le apoyan. «Sobran gordos y carotas», suelta uno sin pelos en la lengua.
«¿Es una prueba dura? Depende. Para una persona que no está acostumbrada a hacer deporte, sí», admite el teniente Jorge Bravo, en la reserva. «Yo llevo más de 30 años de servicio, he hecho unas cuantas y he notado mucha diferencia entre las primeras, en las que llegábamos destrozados, y la última, cuando ya se había establecido un tiempo mínimo», resalta el subteniente Peñarroya.
Aunque la prueba es anual, en muchas unidades se realizan repetidos ensayos, lo que somete al personal a un sobreesfuerzo con consecuencias que, hasta el momento, nadie ha medido. El Ejército, señalan los representantes del colectivo, debe tener una contabilidad de lesiones, bajas y muertes, pero no la comparte. «De estos casos sabemos por el boca a boca», admite Bravo. «Hay sospechas de que ha habido más muertes relacionadas con las pruebas de unidad, pero yo no me atrevo a afirmarlo porque no soy médico», apostilla Peñarroya.
La anterior desgracia de la que se tiene noticia es la muerte súbita del capitán Sergio Barreda, de 39 años, tras realizar el ejercicio en el Regimiento de Caballería Montesa 3 de Ceuta en octubre de 2016. Según Asfaspro, Defensa reconoció que en el primer semestre de aquel año hubo 18 lesionados.
El pasado 29 de octubre, tres miembros del mismo regimiento de la ciudad norteafricana sufrieron un síncope en el transcurso del ejercicio y fueron hospitalizados; las dos mujeres fueron dadas de alta el mismo día y el varón, que sufrió una parada cardiorrespiratoria, quedó en observación. Aquel día hacía mucho calor.
75.000 efectivos tiene el Ejército de Tierra. De ellos el 10% son oficiales, el 20% suboficiales y el 70% restante, tropa. Todas las unidades tipo batallón deben realizar la prueba colectiva
Liderazgo y cohesión La prueba de unidad refleja, además de la condición física de sus componentes, «la capacidad de liderazgo de la estructura de mando y el nivel de cohesión de la unidad», según la instrucción técnica que la definió en 2015. También describe las pruebas preparatorias y los ejercicios de prevención de lesiones.
13,2 kilos pesa el equipo ligero de combate individual: 3,25 kg el uniforme completo y las botas, 3,5 el fusil con cargador vacío HK/Cetme, 2,6 el portaequipo, 1,5 el casco, 1,2 la mochila y 1,15 la cantimplora llena de agua. Para llegar a los 20 kilos se completa con carga en la mochila.
90 minutos los 10 kilómetros es un ritmo de marcha ligera o carrera lenta. Teniendo en cuenta los 20 kilos del equipo, es factible cumplir el plazo combinando tramos de caminata con otros de carrera.
A petición de los representantes de los profesionales en el Consejo de Personal, Defensa se comprometió a finales de 2016 a realizar un estudio médico sobre las pruebas. En el último pleno de ese organismo, hace un mes, el Ministerio admitió que, en lugar de esa investigación, había encargado a la Inspección General de Sanidad revisar el ejercicio.
Los miembros de las Fuerzas Armadas pasan cada año el Test General de Condición Física, que incluye un reconocimiento médico básico –cuestionario, auscultación y test de Ruffier, que mide la recuperación cardiaca tras un esfuerzo breve– y unas pruebas físicas –flexiones de brazos y abdominales, carrera de 6 km y un test de agilidad y velocidad–; a partir de los 45 años se someten a un electrocardiograma.
La doctora Araceli Boraíta, coordinadora del Grupo de Trabajo de Cardiología del Deporte de la Sociedad Española de Cardiología, resalta que una exploración, un ecocardiograma y una prueba de esfuerzo detectan algunas cardiopatías que pueden resultar fatales al realizar ejercicio muy intenso, pero otras pueden pasar desapercibidas. Además, hay otras causas de muerte súbita en personas jóvenes y sanas, como un golpe de calor y un cuadro infeccioso previo.
El regimiento Arapiles 62, al que pertenecía el soldado fallecido, tiene 377 años de historia y ha participado en misiones internacionales en Bosnia-Herzegovina, Afganistán e Irak. Tras la suspensión de la prueba el domingo a través de una instrucción, el departamento que dirige Margarita Robles guarda silencio.
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Rocío Mendoza | Madrid, Lidia Carvajal y Álex Sánchez
Encarni Hinojosa | Málaga
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