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Palomas para enviar mensajes sobrevolando el frente de batalla. Caballos, camellos o elefantes cuando aún no existían los carros de combate. Perros amaestrados para rastrear a los enemigos y proteger a las tropas... Los ejércitos han buscado siempre la utilidad bélica de los animales. Los últimos experimentos parecen centrarse en los mares polares. A principios de la pasada semana, los tripulantes de varios pesqueros que faenaban junto a la isla de Ingoya, en la costa lapónica de Noruega, se vieron sorprendidos por una ballena beluga blanca que no dejaba de hostigarles, nadar entre las embarcaciones y tirar de los aparejos. «Se acercó a nosotros y vimos que tenía una especie de arnés», contó el pescador Joar Hesten a la emisora nacional NRK.
El animal se mostraba dócil y parecía muy acostumbrado a la cercanía con humanos. Unos días después, el mismo marinero y otro buzo se lazaron al agua helada para quitarle el correaje que rodeaba el cuello del cetáceo. En el artilugio podía leerse 'Equipo de San Petersburgo'. La cadena noruega emitió un vídeo que se ha hecho viral en el que se ve esa 'corbata'. Incluía una sujeción para llevar una minicámara.
Este 'DNI' con sello de origen trae a la actualidad los programas rusos desarrollados con animales como armas bélicas. «Sabemos que han tenido ballenas domésticas en cautiverio y que, aparentemente, han liberado algunas de ellas», explicó en la misma emisora NRK el profesor de Biología Ártica de la Universidad del Ártico, Audun Rikardsen. Este experto también especuló con que «lo más probable es que sean de la Marina rusa en Murmansk». En esta ciudad ribereña del mar de Barents, a unos 400 kilómetros del lugar donde fue localizada la ballena, amarra la flota norte de Rusia.
Rikardsen cuestionó sobre el asunto a colegas rusos. «Una de ellos me negó que hagan este tipo de experimentos. Pero ella sabe que la Marina ha cazado belugas desde hace años y las entrena», advirtió el investigador noruego.
El hermetismo habitual de las autoridades de Moscú lo rompió el coronel Viktor Baranets en la emisora Govorit Moskva. Tampoco esquivó cierta ironía. «Si estuviéramos usando animales para espionaje, ¿realmente creen que les pondríamos una etiqueta con un número de teléfono escrito con el mensaje 'por favor, llame a este número'?». Este oficial admitió que su Armada tiene delfines militares que «cumplen roles de combate». También que en Sebastopol (Crimea) mantienen un centro de entrenamiento de cetáceos. Los usan «para analizar el lecho marino, además de para matar a buzos y fijar minas a los cascos de barcos extranjeros». El centro del que habla el coronel Baranets estaba bajo control ucraniano, pero fue anexionado por los rusos tras la ocupación de Crimea en 2014. En cualquier caso, sus aguas están a miles de kilómetros de las del Ártico.
La peripecia de la beluga recuerda el programa de adiestramiento de delfines que ensayaron los soviéticos en la década de los 80. Su visión de gran nitidez, su buena memoria y su sigilo los convertían en perfectos 'soldados acuáticos'. Sobre todo para detectar minas y hacerlas explotar. El programa se canceló en la década de los 90, coincidiendo con la descomposición del sistema comunista.
Un informe emitido en 2017 por TV Zvezda, canal del propio Ejército ruso, reveló que su Marina ha vuelto a entrenar ballenas beluga, focas y delfines de nariz de botella con fines militares en zonas polares. Una decisión que se relaciona con la obsesión del presidente Vladímir Putin por el control del Ártico, donde ha reabierto tres bases militares a lo largo de las áreas de su jurisdicción.
Las investigaciones, controladas por el Instituto de Investigación de Biología del Mar de Murmansk, pretenden avanzar en el uso de estos mamíferos acuáticos para «proteger las entradas a las bases navales, ayudar a los buceadores de aguas profundas y, si es necesario, matar a cualquier extraño que entre en su territorio», resumía el programa televisivo.
Cetáceos, fócidos y otarios ya fueron entrenados para transportar herramientas para los buzos y detectar torpedos y minas en profundidades hasta 120 metros. Los biólogos militares de Murmansk concluyeron que delfines y leones marinos eran más adecuados que las belugas para su uso en los climas árticos. Sin embargo, éstas últimas son «bastante inteligentes, habitantes del Ártico bastante sociales que pueden ser entrenadas como un perro», concluyó el profesor Rikardsen, que da clases en la Universidad de Tromso.
Los registros públicos del Gobierno ruso demuestran que su Ministerio de Defensa licitó la compra de cinco delfines de nariz de botella en el delfinario de Utrish (Moscú) por unos 15.000 euros. La convocatoria fue retirada apenas se dio a conocer.
La lucha por la hegemonía militar durante décadas llevó a rusos y estadounidenses a competir también por el dominio del reino animal con fines militares. Durante la Guerra Fría, la Marina de Estados Unidos creó un programa para aleccionar delfines y focas. Esos ensayos continúan en los delfinarios militares ubicados en San Diego (California), donde se enseña a estos reyes del océano a localizar minas y otros objetos peligrosos del fondo marino. Desde 2007 la Marina norteamericana gasta unos 12 millones de euros en un programa con 75 delfines para enseñarles a limpiar las aguas de minas.
El conocimiento de estas prácticas ha hecho reaccionar a los defensores ambientales. «Además de envenenar los océanos, los humanos también somos capaces de envenenar las mentes de los animales que viven en ellos», denuncia en un artículo publicado en el británico 'The Guardian' el zoólogo Jules Howard.
A raíz de los experimentos militares rusos con los cetáceos, ecologistas y expertos en operaciones navales han recordado la escaramuza que llegó hasta el despacho de Vladímir Putin hace tres semanas. Once orcas y 87 belugas fueron liberadas después de permanecer durante meses apelotonadas y en condiciones penosas en unas limitadas jaulas acuáticas.
Los animales apenas tenían espacio para moverse en unas piscinas de la bahía de Srednyaya (Nakhodka, oeste de Rusia) en el Mar del Japón. El lugar era conocido como la 'cárcel de ballenas' después de que activistas de Greenpeace realizaran varias acciones para exigir a las autoridades que acabaran con el encierro.
Estos mamíferos fueron capturados por una empresa para venderlos a China. Hasta que se enteró el Kremlin, paró la operación y ordenó su liberación. Pero no se había hecho nada hasta que se presentó en la cercana Vladivostock el oceanógrafo Jean-Michel Cousteau, hijo del famoso divulgador Jacques Cousteau. Su equipo llegó el 8 de abril para preparar el plan de liberación, que incluía llevar a los animales, uno a uno, a un lugar seguro. El servicio de Seguridad de Rusia (FSB) ha presentado cargos contra cuatro empresas involucradas en el tráfico de cetáceos.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Ignacio Lillo | Málaga
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